No hay espectáculo más terrible que la ignorancia en acción. (Johann W. Goethe)
Las redes arden. Critican duramente el error de la presentadora María Rey cuando al inaugurar la retransmisión desde las cámaras de Telemadrid afirmó: “Les vamos a ir contando todos los detalles [sobre las celebraciones] y vamos a empezar por resumir lo que ha ocurrido en el acto con el que todos los años se inicia la fiesta del 2 de mayo, que es ese homenaje a las víctimas de los caídos en aquel levantamiento contra las tropas de Franco.
Periodistas de renombre han puesto el grito en el cielo. Ella lo achaca a un lapsus que dice suele ser frecuente y que, por tanto, no hay que darle tanta importancia. Varios comentarios al respecto:
Puede ser exigible cierta tolerancia cuando el desliz lo comete una persona que empieza a desempeñar su trabajo, a la que quizá los nervios le traicionen por exceso de celo en querer hacerlo perfectamente para que su grupo contratante siga renovándole el contrato. Su bisoñez y la angustia por no perder el trabajo pueden ser motivo de disculpa.
No es el caso de María Rey (María Mercedes Fernández Rey), quien tiene una larga trayectoria en todo tipo de medios de comunicación. Empezó en la radio en la Cadena SER de Vigo, pasó a presentar telediarios en TVE, Agencia EFE y Antena 3. Será después corresponsal en Cortes Generales, corresponsal Diplomática y de Casa Real y últimamente presenta el programa 120 minutos en Telemadrid. Está casada con el omnipotente Manuel Campo Vidal, de modo que conoce en profundidad todos los secretos de los medios, por lo que, en ningún caso, le puede ser aplicada la disculpa del “miedo escénico”.
Tampoco por falta de preparación académica. Su padre, José Luis Fernández Lorenzo, alcalde por el Partido Popular de Tomiño (Pontevedra) hasta el año 2007, debido a aquellos tiempos de paz, progreso y justicia, pudo pagarle sus estudios universitarios en Madrid: la residencia en el colegio mayor “Nuestra Señora de África” y la licenciatura en periodismo por la Universidad Complutense. Es de suponer que, tanto en su casa paterna –vinculados al PP desde los iniciales años del partido−, como en los estudios realizados, le facilitaran mimbres para conocer la diferencia entre Franco y Napoleón.
No puede alegar eso que tanto repiten de la mala enseñanza que los niños recibían en época de Franco, puesto que tenía 9 años cuando Franco murió, así que su educación cultural se debe a los cambiantes y demenciales programas impuestos ya en democracia.
Entonces, ¿a que se debe semejante metedura de pata televisada? Al virus del odio inoculado por la izquierda. ¿Cómo se explica ese odio rabioso en contra de Franco? A algunos les molesta que recordemos que hace 80 años el comunismo sufrió su primera derrota en España y con ello salvó a España del comunismo, de la anarquía, de la II Guerra Mundial, de la miseria y de todos los desastres que habían dejado los republicanos.
Así, encontramos hijos de militares (vencedores con Franco) metidos a marxistas frenéticos; obispos (cuyos padres fueron asesinados por ser católicos) convertidos en “antifranquistas viscerales” y líderes de la traición de la Iglesia al Caudillo (el estadista que les devolvió, la paz, las iglesias, los seminarios, una legislación envidiable, etc.); el sobrino del protomártir de la Cruzada, Calvo Sotelo, abrazándose a los hijos de los asesinos de su tío; Jesús Polanco, el que no se quitaba la camisa azul del Frente de Juventudes ni para dormir; su otro yo –Cebrián—hijo de un padre “más azul” que el mar Caribe; el padre de los Solana, –la vida y milagros de cuyos hijos es bien conocida– inquisidor de la ortodoxia franquista en Paris etc., y, así miles y miles, de casos al decir de Fernando Vizcaíno Casas (…”y al tercer año, resucitó”), o esta misma señora de la que hablamos.
Francisco Franco Bahamonde es, sin duda, el militar y político de más importancia en todo nuestro siglo XX. Fue el general más joven de Europa, ascendido desde teniente siempre por méritos de guerra en las durísimas campañas de África, primero en las fuerzas de choque de Regulares y luego en la Legión, de la que fue auténtico organizador.
De morir en 1936 sería recordado como el más importante de los militares africanistas. De morir en 1939, como el generalísimo del bando vencedor en la cruenta Guerra Civil de 1936 a 1939. Pero en realidad lo que polarizó y marcó su memoria en la de todos los españoles es que murió en 1975, en la cama y después de 40 años.
Sus ideas políticas, pueden resumirse en una: la negación del liberalismo como alternativa al comunismo. Contra el comunismo, ya hemos dicho, vencedor de una guerra que no le perdonan. Su anticomunismo le llevó a una negación del régimen liberal que identificaba con la pluralidad de partidos, el parlamentarismo, el sindicalismo y el desorden público.(¿Iba descaminado?)
Contra el liberalismo su lucha consistió en restituir a la Iglesia los bienes que Mendizábal y su pandilla le habían robado y los que sus seguidores en la guerra civil habían terminado de masacrar. Y no solamente eso, sino que Franco se encargó de apoyar a la Jerarquía Eclesiástica para que construyese nuevos templos, conventos y cuanto edificio necesitase para realizar su apostolado. No parece que la mayoría se lo agradezcan; algunos achacan esta actitud a los cambios planteados por el Concilio Vaticano II.
Aquella obra demoledora de los liberales del siglo XIX y sus sucedáneos posteriores, la anuló Franco en menos de veinte años. Las sectas secretas que los dirigían no se lo perdonan. Es ahí donde se encuentra la clave de ese odio enfermizo que embriaga a quienes continúan odiando a un católico militante que murió hace más de cuatro décadas.
Surgen así los mensajes contrarios a Franco, al que niegan toda realización positiva. Los lanzan aquellos que dirigen, como en el libro de Orwell a la mayoría de las ovejas a seguir las consignas y directrices que ellos marcan. Y tan obsesionadas están con el general Franco y tan necesitadas de agradar a quien les marca el ritmo, que le hacen perdedor (¡por fín!, dirán) de una batalla sufrida 84 años antes de haber nacido y al mando de un ejército francés.
La importancia de semejante traspié está en que no ha sucedido en la intimidad de su casa o ante un auditorio pequeño, sino ante una ventana abierta al mundo, a través de internet, como mínimo, ante la Comunidad de Madrid. Es de esperar que la mayoría cuando escuchó semejante patinazo, haya soltado la carcajada. Lo preocupante es que siempre habrá gente –inmigrantes, jovenzuelos poco instruidos− carentes de espíritu crítico, que crean, una vez más, lo que la tele les ofrece.
No queda más remedio que, como mínimo, mandemos a doña María Mercedes Fernández Rey y a tantos como ella, a ….estudiar Historia.