El aborto es tan controvertido hoy en la sede central de la ONU como lo era antes de que Barack Obama ocupara el cargo en la Casa Blanca, gracias a la diplomacia pro-vida de la administración Trump.
En un drástico cambio de opinión, Filipinas e Indonesia retiraron todas las menciones a la “salud sexual y reproductiva” de la resolución anual sobre violencia contra las mujeres que ellos patrocinan cada año en la Asamblea General. El delegado de las Filipinas, quien presentó el borrador para la adopción, resaltó que “nosotros no podemos aceptar ningún texto que aluda al aborto como lícito”.
Los países europeos y los nórdicos, y sus partidarios en América Latina, criticaron con dureza a la administración Trump por reactivar la cuestión del aborto en la ONU, un debate que pensaban que habían ganado en 2009.
Cuando los EEUU intentaron enmendar otras resoluciones—para cambiar el lenguaje acerca de la “educación sexual” y “salud sexual y reproductiva” que los organismos de la ONU usan para promover el aborto y la homosexualidad—los europeos y los nórdicos usaron la ocasión para reprochar a la delegación de los EEUU.
“Es esencial que no retrocedamos en nuestros compromisos compartidos. No podemos socavar el marco normativo que sustenta nuestro trabajo”, dijo un delegado de Argentina en nombre de una coalición de países mayormente de Europa y América Latina.
Las enmiendas pro-vida predeciblemente fallaron por un margen de setenta votos, pero fueron apoyadas por hasta treinta países.
Las declaraciones de los críticos de la política pro-vida de los EEUU fueron extraordinariamente duras y fueron efectuadas con visible rabia y frustración. Algunos delegados acusaron a los EEUU de “anular” las protecciones para la salud de niños y jóvenes, y de mala fe.
La administración Trump respondió con las palabras del Presidente Trump a la Asamblea General en Septiembre: “Los americanos nunca se cansarán de defender a la vida inocente”.
“Los Estados Unidos creen en las protecciones legales para los no nacidos, y rechazan cualquier interpretación de los derechos humanos internacionales (tales como el Comentario General 36 en el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos) para pedir a cualquier Estado parte que proporcione acceso seguro, legal y efectivo al aborto”, indicaba la declaración.
“Cada nación tiene el derecho soberano para poner en práctica programas relacionados y actividades consistentes con sus leyes y políticas. No existe un derecho internacional para abortar, ni existe ninguna obligación por la parte de los Estados Unidos para financiar o facilitar el aborto,” añadía la declaración.
A pesar de la inusualmente fuerte declaración pro-vida, la administración Trump realmente se contuvo y promovió solamente unas pocas enmiendas menores pro-vida en las resoluciones de la ONU sobre la infancia y la juventud. Ninguna enmienda fue propuesta en varias resoluciones acerca de las mujeres que incluían los mismos términos controvertidos.
Esta inconsistencia, combinada con el número limitado de diplomáticos de los EEUU comprometidos con la causa pro-vida, probablemente dejaron a los países que podían ser más simpatizantes con los EEUU vulnerables a la presión de la UE. La UE, a diferencia de los EEUU, tiene un enfoque sistémico consistente de la “salud sexual y reproductiva” en todas las resoluciones. La UE también respalda su diplomacia en la ONU con presión y ayuda financiera e incentivos a capitales extranjeros. A pesar de esta desiguldad en potencia diplomática, los EEUU tuvieron el apoyo de treinta países.