Es algo difundido en la actualidad del mundo católico (cada vez más oculto) la idea un tanto suicida de “poner la otra mejilla”. Esa frase tuvo su contexto histórico pero, en nuestra opinión, no debería de ser un modelo a seguir generalizado. Poner la otra mejilla lleva a pregonar ante el mundo que los católicos no van a hacer nada si los agreden o persiguen, lo cual da alas a sus enemigos (laicismo, ateísmo, islamismo, feminismo, marxismo, etc.)
También es extendida la defensa de la pobreza y humildad como virtud, esto históricamente hablando, siempre supuso una escusa para mantener a los pobres en su estado de cosas, siendo la religión así concebida una superestructura de poder que legitimaba los abusos y malos usos de la aristocracia terrateniente y económica primero y de las fórmulas capitalistas más extremas después.
Por contra, otras visiones católicas, como el Tradicionalismo, no cuentan con esa visión victimista. Basta recordar los cuatro alzamientos tradicionalistas (llamados carlistas) en los siglos XIX y XX. De especial importancia es el alzamiento de los Requetés carlistas en 1936 que posibilitaron el éxito del Ejército del Norte del general Emilio Mola Vidal. En aquel momento los tradicionalistas no pusieron la otra mejilla, como hoy se predica en los púlpitos, sino que se alzaron en armas en una de las mejores milicias de la guerra civil, luchando con sus fusiles en defensa de sus creencias. En aquel momento se desató una auténtica persecución contra los católicos bien documentada en la obra “Historia de la Persecución religiosa en España 1936-1939” de Antonio Montero Moreno. En nuestro tiempo la persecución, tras una etapa de calma, se ha avivado siendo sus formas más sibilinas pero no por ello menos dañinas (profanación de templos, imágenes, propaganda informativa, ingeniería social, laicismo anticristiano, asentamiento del ideal masónico en la sociedad, globalismo mundialista, etc.)
Una actitud similar tuvieron los tradicionalistas de México durante los levantamientos de las guerras cristeras, tampoco pusieron la otra mejilla.
En cuanto a la virtud de la pobreza, si se sigue al pie de la letra, lleva a la permanencia en la miseria y va contra la justicia social que es defendida desde diversos sectores contestatarios, entre los cuales destacan los Tradicionalistas (contrarrevolucionarios) y otros grupos patrióticos identitarios.
En otro momento sería conveniente reflexionar sobre la aportación del Tradicionalismo a la paz y estabilidad de España, en cuanto que su neutralización durante el franquismo supuso el alza de movimientos nacionalistas que han practicado la violencia extrema y sembrado de sangre nuestra nación.
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