El pasado 10 de febrero se cumplirán 78 años de la Batalla de Krasny Bor en el frente de Leningrado de la Segunda Guerra Mundial, antes y ahora San Petersburgo. Son muchos años y a la mayoría no les sonará en absoluto. Esto es así porque en España es costumbre adjudicarle un color a las cosas. Si se lleva ese color todo va bien, si no, estás jodído. A la División Azul, 250ª para el Ejército alemán, le ocurre eso, que no se lleva su color y por ello no se habla de ella.
Cuando la División salió para Rusia estaba todo el mundo en las estaciones de tren para despedirla. Eran tiempos anticomunistas, ganaban la guerra los alemanes y había que retratarse. Cuando volvieron, los que volvieron, estaba claro que ganarían los aliados y entonces había que esconderla. Hubo divisionarios que acabaron pidiendo a la puerta de las iglesias. A Franco ya no le interesaba el asunto, hasta envió para casa al cuñado, a Serrano-Suñer, su ministro de Asuntos Exteriores.
El caso es que aquellos hombres no eran políticos, eran sobre todo soldados, desde el general al corneta, todos eran soldados. De los buenos, de los mejores, de los que escriben páginas de gloria con su sangre, de los que cualquier país no pierde ocasión de recordar para ejemplo de las generaciones venideras.
Krasny Bor estaba en un lado del cerco de Leningrado, que fue casi tan duro como el de Stalingrado pero del que se habla mucho menos; no tiene película. Un sector del frente lo custodiaba la División Azul y los rusos pensaron que era un punto débil y que por ello era el mejor sitio para romper el frente dentro de la gran ofensiva Estrella Polar.
Los nuestros – porque los soldados españoles, sea el que sea el tiempo y la bandera, son siempre de los nuestros- eran unos cinco mil y pico. Enfrente les venían cuatro divisiones, unos 45000 paisanos, con mucho de aviación, artillería pesada y carros de combate. La batalla comenzó con dos horas de fuego artillero sobre nuestras posiciones, luego la aviación repasó lo que quedada, que de posiciones no quedaba ya casi nada.
Lo siguiente era el asalto de la infantería y los carros rusos. Se suponía que sería fácil después de tanto machaque, pero entonces empezaron a salir los pequeños y malnutridos soldados españoles de los pocos agujeros que habían aguantado. Fusiles, ametralladoras y lanzagranadas para los carros. No quedaban trincheras así que usaron los embudos que hiciera el fuego de la artillería para tentar de protegerse. Y empezó la batalla de la infantería, de la Infantería española.
Cuando la Guerra las Malvinas, un general inglés, sin mucho sentido de la corrección política, preguntado por un periodista sobre qué era lo que más le preocupaba, le contestó que la duda sobre si los soldados argentinos eran de estirpe española o italiana, porque los españoles eran los peores del mundo para tener enfrente en un asedio. Los rusos no lo sabían.
En Krasny Bor hubo posiciones que acabaron las municiones, sacaron las bayonetas y combatieron cuerpo a cuerpo, en otras pidieron fuego artillero propio sobre la posición porque no les quedaba otra. En unos puntos retroceden, en otros contraatacan, siempre a más de -20º. Al segundo día los rusos no aguantaron y retrocedieron. Los españoles sostuvieron el frente y la Bolsa de Leningrado duró un año más.
Las cuentas fueron terribles. En los dos primeros días 2300 bajas de combate, de ellas más de mil muertos, otras mil bajas más en los días siguientes, 300 prisioneros y 91 desaparecidos. Los rusos 15000 bajas.
Hoy las cosas son diferentes. El Ejército español lleva unos años desplegando en misiones de paz por el mundo. En algunas ocasiones tuvo que combatir, pero sin ruido y sin hablar de ello, porque nuestro ejército es un ejército de paz, dicen los políticos. Parecen no querer comprender que los ejércitos solo tienen dos misiones, prepararse para el combate, y combatir cuando lo manden los políticos.
Recordar a nuestros héroes es una buena inversión para el futuro pues muestra a los soldados de hoy cual es el comportamiento que la historia de España espera de ellos y, además, es lo menos que les debemos a los que dieron su vida por España con honor, en cualquier tiempo, bajo cualquier bandera. Es gesto de naciones en condiciones.
Raúl Suevos, coronel de Infantería (r)
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