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Análisis

“España e Hispanoamérica, misterios sin resolver”

Qué fácil es caer en las trampas y enredaderas de la Leyenda Negra y acabar aceptando, como muchos españoles, la manipulación de nuestra historia.

Gracias a las reflexiones de un amigo en una tertulia de sobremesa de domingo, tuve la oportunidad de leer que el conocido psiquiatra español, Juan Antonio Vallejo-Nájera, en su tan ovacionada novela “Yo, el Rey”, donde relata el corto reinado de José Bonaparte, puso en boca del hermano de Napoleón, José Bonaparte, la afirmación de que España es una nación de “dementes”.

José Bonaparte, como todos sabemos, nunca fue admitido como verdadero rey en España, porque su figura nos fue impuesta por la fuerza de las armas de un Dictador, que previamente había asolado los campos de batalla de Europa, responsabilizándose de la muerte de millones de personas y que, además, si pudo entrar en España, fue por medio del engaño y arteras maquinaciones, haciéndose pasar por amigo para que le dejasen circular por tierras de España hacia Portugal. Y ya dentro de nuestro país, y a traición, tomó posesión de sus instituciones y el control de la vida militar, civil y económica. Fue una invasión de guante blanco, al menos al principio.

Imagen con licencia Pixabay

¿Conocemos sus motivaciones?

Algunos piensan, inocentemente, que su intención era meter a España en el carril de los países civilizados, lo que para él quería decir: afrancesados, de grado o de fuerza. Y por eso muchos escritores atribuyen a José Botella, hermano de Napoleón e impuesto como rey en España, buenas intenciones para sacarla de su atraso secular. Reconozco que le estoy agradecido por dos cosas : por legalizar de nuevo las Corridas de Toros y por mejorar el volumen de ventas de algunos viticultores, pero por muchísimas otras, desearía que nunca hubiese puesto un pie en España.

Siendo un poco más serios, ¿de qué atraso se suele hablar?, ¿un atraso tan importante y peligroso como para que nuestro vecino justifique una invasión militar? 

A pesar de que muchos los consideraban bienintencionados, pues supuestamente querían sacarnos del atraso, yo los llamaría envidiosos, pues la pasión del corso por el oro era tan grande como la de los corsarios ingleses. 

Ahora bien, cuando el río suena, ¡agua lleva! Me dirán algunas plumas disidentes, tomando por buena la propaganda negro-legendaria. 

Por ello, creo necesario hacer el siguiente inciso

  • Recordemos que tan solo 4 años antes de la invasión de Napoleón, España era y estaba reconocida como la primera potencia mundial. De hecho, fue el único país que durante la epidemia mundial de viruela lanzó una expedición internacional para vacunar a una gran parte del mundo conocido. Expedición Balmis de 1803, que recorrió toda América, Filipinas y una parte de China. ¿Qué país atrasado hubiera podido lanzar una expedición de ese calibre, salvando cientos de miles de vidas e introduciendo novedades técnicas en la práctica de la medicina que salvarían muchas más vidas en las décadas posteriores? Ningún país Europeo, salvando la excepción española, hubiera podido hacerlo en aquel momento. 

¿De dónde viene entonces esa leyenda de España como país atrasado y casi completamente cavernícola? 

Difícil decir de donde viene, pero lo que si es cierto es que esta corriente de pensamiento ha penetrado y se ha extendido en todo el pensamiento occidental, sobre todo si damos crédito a muchos autores de la época, la mayoría franceses, ingleses y alemanes. 

¿Por qué Napoleón hubiera querido jugársela, como hizo, por un pobre país atrasado, que además le hizo sufrir su primera gran derrota? 

Desde luego, si fuéramos lo que muchos dicen que éramos, nadie hubiera querido venir a jugársela y a perder su vida y prestigio en España. Esta contradicción es difícil de explicar, y como las motivaciones parecen no poder encontrar una justificación consistente que explique los belicosos actos franceses, recordemos algunos datos objetivos que pueden ayudarnos a comprender: 

Entre 1790 y 1810, El país supuestamente civilizado (Francia), vive en su interior una revolución que en tan solo 10 meses ejecuta 40.000 personas (la famosa Inquisición española había dictado poco más de 2.500 sentencias de muerte en 300 años), y una vez estabilizada la revolución, surge un dictador militar que asola Europa y parte del Norte de Africa provocando millones de muertes, además de reinstaurar la esclavitud en Taití.

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Mientras el país supuestamente civilizado que era Francia hacía tan loable campaña de civilización, nuestro pobre y atrasado país (España) salvaba cientos de miles de vidas (expedición contra la Viruela) y protegía las poblaciones civiles de su imperio de los múltiples ataques de los piratas ingleses y holandeses, preocupándose por garantizar un buen nivel de vida, de salud y de alimentación en sus territorios.

Basta con leer el informe elaborado por el Barón Humboldt sobre el nivel de vida de los españoles de América, 5 veces superior, en valores constantes, al nivel actual, y superior al nivel de la mayor parte de las poblaciones europeas y norteamericanas de la época. 

Hecho este inciso, y ante la evidencia de que España era el país más rico de Europa y del Mundo, en aquella época, ya podemos responder a esta pregunta ¿por qué tanto interés por España?

Sencillamente porque España, con sus territorios de ultramar, tenía millones de km², su superficie, no solo era superior a la de cualquier otro país sino que además había en su subsuelo todo tipo de minerales y la producción agropecuaria era superior a la del resto del mundo, a lo que se añadía que en tan vasto territorio, sus poblaciones vivían en paz y con el mejor nivel de vida y de protección jurídica del planeta.

Entre 1550 y 1808, Europa no había conocido un solo momento de paz, mientras que la España americana y el lago español (Océano Pacífico), eran un gran espacio de paz y de progreso, cuyas costas eran, sin embargo, atacadas a menudo por corsarios ingleses y holandeses, y de vez en cuando por franceses.  

Todos – aunque no lo dijesen y hablasen de España como de un país pobre que nada había aportado a la historia de la humanidad – conocían su riqueza y todos querían participar en lo que ellos consideraban un gran festín. Los franceses quisieron quedarse con México, después de que la invasión de España hubiera dejado exhausto y sin medios al país. Los ingleses se aprovecharon de la situación y lanzaron múltiples campañas utilizando y manipulando reputados militares españoles que habían luchado contra Napoleón para crear sucesivas guerras civiles en los territorios hispanoamericanos y romper España desde el interior. Y lo consiguieron, es decir, provocaron guerras intestinas donde nunca las había habido, robaron, controlaron el comercio e hicieron de usureros, hasta que no quedase nada de la España rica y unida, para así explotar impunemente sus recursos. 

Todos nuestros vecinos y enemigos europeos, viéndonos moribundos, saltaron sobre los territorios americanos como hienas, algunos con mejor suerte que otros. Sin embargo, sabían que más tarde, sería necesario justificar sus actos y, para ello, qué mejor que atacar sistemáticamente a España, como país atrasado, cavernícola, venal, sin honor, genocida, repleto de filibusteros y violadores, sin ciencia y sin haber aportado nada a la construcción del mundo moderno (exterminar a una alimaña es fácilmente justificable). 

Estos ataques pretendían hacer olvidar al mundo las aportaciones de la Escuela de Salamanca, la ciencia de navegación española, sus tratados de medicina y farmacopea, sus trabajos sobre la ciencia económica, como los análisis de la inflación de Azpilicueta a finales del S. XVI o los de la propiedad y leyes de Oferta y Demanda de Juan de Mariana, sus estudios sobre urbanismo e integración social de culturas diferentes, sus reformas jurídicas revolucionarias en la época, ser los primeros en aceptar mujeres como catedráticas de universidad (Medrano) o negros y mulatos, como Juan el Latino, profesor en la universidad de Granada, hasta que los españoles acabasen creyéndoselo también. Pocos españoles saben que el calendario gregoriano fue elaborado por un equipo dirigido por Fray Luís de León, el de ” Como decíamos ayer”, después de dos años de ausencia en la universidad, como también ignoran que entre las estatuas de reyes de España situadas en el Palacio Real, se encuentra la de Moctezuma, uno de cuyos descendientes, Grande de España, es el fundador de la Guardia Civil. 

Así pues, cuando se oye decir que José Bonaparte, no obstante todo lo que hemos estudiado, traía un proyecto de progreso y crecimiento para nuestro país, y que fue un rey que vino con muy buenas intenciones, pero que fue rechazado por venir impuesto de manera coercitiva y, sobre todo, por la ceguera que provoca el orgullo pasional del carácter español, estamos dando la razón a nuestro enemigo, y lo que es peor aún, hace creer a muchas personas  que en el rechazo español a Pepe Botella se encuentran motivos suficientes para ver a España como un país de locos. Imagen de la que es difícil deshacerse.

Además, muchos de nuestros “intelectuales” pecan de inocentes, lo que hace que después de dos siglos de constante repetición de nuestros supuestos defectos, hayan acabado por aceptar que esta definición del carácter español es una realidad que nos dibuja como personas sin raciocinio y sin un mínimo de humildad positiva, evidenciando de esta manera nuestra incapacidad para desarrollar la ciencia y ser un espacio de “lumières” como así “han demostrado” nuestros vecinos galos. Y esto es lo que muchos creen, a pesar de que nuestra historia demuestre lo contrario, y quizás por eso haya un movimiento internacional muy extendido en Hispanoamérica que quiere borrar de la historia del mundo el término “Hispanidad” e Hispanoamericano, substituyéndolos por “Latino” y “Latinoamericano”, que con insistencia han conseguido imponer los franceses en toda Hispanoamérica.

¿Hispanoamérica o Latinoamérica? El gran debate

En cuantas ocasiones he podido escuchar este debate donde se intenta eliminar el concepto de hispanidad, y he podido observar cómo se enrevesaba en bizantinas discusiones que no conducían a nada, salvo – eso si – a enfrentarnos y a dividirnos.

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En realidad, este conflicto terminológico es un falso debate. El término Latinoamericano surgió, como podía haber surgido euro americano, lacio americano, greco americano o cualquier otro falso gentilicio, por intereses políticos de un competidor de España, en este caso Francia, cuando ésta reflexionaba de qué manera apropiarse una parte de los territorios de su enemigo secular. Lo había intentado en época de Napoleón, primero con una artera invasión, que dejó a España exhausta y sin medios de defensa y más tarde volvió a intentarlo, queriendo apropiarse México, pero con nefastos resultados para el país galo. 

Puede leer:  Decálogo a propósito de la Democracia

Pero volviendo a lo esencial del debate, hemos de tener en cuenta que para los que se auto denominan latinoamericanos, la clave comportamental que los define es en realidad el rechazo visceral de lo hispano, de España, y no porque no les guste España, sino por lo que para ellos representa en su subconsciente colectivo, es decir, porque representa la dominación y la opresión, ideas alimentadas desde la leyenda negra. Por ello, en la denominación de lo que en su tiempo fue España, cualquier término vale, salvo hispanoamericano. Respecto a esto último, observamos un cierto paralelismo de pensamiento cuando el exvicepresidente segundo del gobierno de España dice que él no puede decir España, que eso es más fuerte que él. En conclusión, para los que buscan una justificación al nombre : Latinoamericano o hispanoamericano, les aconsejo no buscar razones semánticas o etimológicas, no van por ahí los tiros y estas conversaciones siempre acaban en un callejón sin salida.

¿Qué hacer entonces?

La realidad es que Hispanidad e Hispanoamérica hacen referencia a la creación de una nueva cultura o civilización, fruto de la fusión de lo Hispano (donde también está Portugal, pues Hispania – como la denominaron los romanos – era toda la península) con lo Americano, cuyo nombre – para los que aún no lo sepan – viene del geógrafo italiano Américo Vespucio.

Esta nueva civilización, la hispanoamericana, no apareció por generación espontánea, se fue creando con las aportaciones de ambas poblaciones, poco a poco, y no solo por la lengua, sino también por la religión, por la filosofía, por la arquitectura y el urbanismo, por la forma de vivir y comprender la existencia, por su música y su arte, por sus universidades, por sus estructuras administrativas y jurídico políticas, por los nuevos aportes jurídicos en derechos del hombre y derechos sociales, por la gastronomía naciente, resultado de la fusión de los respectivos aportes alimenticios, por la farmacopea y la medicina renovadas, por su aceptación de pertenencia a un destino común participando en la construcción de esta nueva cultura hispanoamericana y en su defensa. Por eso podemos decir que todos estos aportes y su fusión armónica, constituyen la Hispanidad, creada por los propios pueblos hispanoamericanos, y cuando se celebra la hispanidad, se celebra todo lo anterior. De hecho, celebrar la latinidad o latinoamericanidad no refleja el Ser de estos pueblos y de esa cultura nueva, creada por ellos mismos, desde lo Hispánico, y aquí comprendemos que el término hispánico, no obedece a cuestiones etimológicas, es el reflejo de una cultura, de una filosofía de la vida y de un destino basado en su identidad. Desposeer a la Hispanidad de su propia identidad es como lanzarla al pozo del olvido y hacerla desaparecer de la historia por negarse a si misma.

Tengamos en consideración que los habitantes de la Guyana francesa, son franceses y así se denominan, los de la Guyana holandesa son holandeses, el Jefe del Estado de los Canadienses es la Reina de Inglaterra y no se identifican en absoluto con la cultura hispánica, aunque le cambiemos el nombre. Por eso reitero que borrar Hispanidad o Hispanoamérica de la historia es una manera de negarse a sí mismos, de no aceptar su propia naturaleza, y por ende, de levantar un muro infranqueable que impedirá que las generaciones futuras de hispanoamericanos puedan unirse o federarse y dar lo mejor de sí mismos.

Pero, me dirán algunos: ¿Por qué no Iberoamérica? 

La expresión en sí, no me parece mal, no obstante, creo que es más justo decir Hispanoamérica, pues insisto en la cuestión cultural y filosófica como elementos determinantes, e Iberia hace más referencia al territorio que a la cultura, ni siquiera a la lengua. Cuando los Romanos dominaron la península Ibérica, había Iberos y Celtas, pero no una cultura ibérica unificada o armonizada. Cuando Colón llegó a América, lo hizo en nombre de la cultura hispánica, no de la ibérica, que no existía como tal. Por lo tanto, se comprende que por ejemplo Nueva España, se llamase así y no Nueva Iberia, a nadie se le hubiese ocurrido esta última denominación. Esto explica claramente lo que dije al principio de la reflexión, el debate no es etimológico sino político, fundamentado en la Leyenda Negra que pretende borrar España e/o Hispania de su propia historia. 

¿A alguien se le ha ocurrido borrar América o americanos, por el hecho de que dicho nombre se lo dio el italiano Américo Vespucio? A NADIE, ¿Por qué entonces tanta inquina al término Hispano?

Vuelvo a repetirlo, el debate no está en la semántica ni en las etimologías lingüísticas, se trata de un tema de civilización, de reconocimiento de su propia identidad histórica como hispanoamericanos y de geopolítica internacional. Mientras los hispanoamericanos no sean capaces de reconocerse a sí mismos, en el actual contexto internacional, serán pasto de los lobos de la “City”.

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Relacionado con aquella época en que Francia había invadido España, tenemos otro juicio sobre España que se añade a nuestra leyenda negra y que por supuesto es tan interesado como el de los franceses del mismo período. Dicen que se trata de alguien que tenía una mirada externa, aunque emitía sus juicios desde dentro, pues se encontraba en campaña militar en España, luchando contra Napoleón para liberarnos del yugo del imperialismo franco. Se trata del General Wellington, que llegó a asegurar que “España es el único lugar del mundo donde 2 más 2, no suman 4” y que España es, por lo tanto, un imposible matemático. Algunas personas aún ven a Wellington y a los militares ingleses con una actitud desinteresada para ayudar a España a defenderse del francés. No pensarían lo mismo si supiesen como los militares ingleses destrozaron en España todas las industrias que hacían competencia a la industria inglesa y que en su huida aplicaron la estrategia de tierra quemada, para después, desde Inglaterra, manipular como marionetas a los militares españoles que habrían de convertirse en los “Libertadores” que arruinaron la riqueza y la paz de los territorios americanos, facilitando el saqueo inglés.  

Otro británico célebre, y declarado simpatizante de España, aunque nunca lo fue realmente, como Sir Winston Churchill, también dijo: “Los españoles son vengativos, y el odio les envenena”. Lo que prueba que de amigo solo tenía el nombre. No obstante, sigue habiendo quienes intentan justificarlo. Churchill, para algunos de mis amigos, estaba obligado a menospreciar a España porque su Gobierno se estaba jugando el futuro de Gran Bretaña y el de Europa, y España estaba en el peor lugar del escenario de ese juego. ¿Qué podía esperar Europa de España?. Y, hoy día, ¿qué les cabe esperar a los europeos de nosotros? Ante estas frases tan injustas y cargadas de leyenda negra, solo quisiera recordar al lector que la neutralidad española durante la II G.M. permitió la victoria de los aliados y que, durante el periodo negro de la persecución de judíos en Francia, Alemania, Polonia, Hungría, Chequia, Bélgica, y países nórdicos, España hizo lo que no hicieron los otros países europeos: los protegió. Todo el mundo conoce el Film del Angel de Budapest, que salvó muchos más judíos que el famoso Schindler, o el trabajo de la CCI de España en París para proteger los patrimonios de las familias judías que se hacían pasar a España y luego a América, donde además la Comunidad Judía reconoce a nuestro antiguo e innombrable dictador como un “Justo”. 

Qué fácil es caer en las trampas y enredaderas de la Leyenda Negra y acabar aceptando, como muchos españoles, la manipulación de nuestra historia. Para acabar este recorrido por las manidas rutas de la Leyenda Negra, recordemos dos juicios muy significativos y dolorosos, emitidos por algunos “intelectuales” españoles. Decía uno de ellos «España de mis amores, cuánto te odio». 

En esta y otras frases, muchos españoles le dan la puntilla a la brillante y no obstante tan desconocida, historia de España. Es evidente que no se trata de una historia simple y que su complejidad va unida a los avatares político-económicos de una parte de lo que antaño fue España y que hoy se conoce como Hispanoamérica, compuesta por 21 países artificialmente creados después de la Guerra Civil que atomizó los territorios de España en el siglo XIX. 

Sobre esta división territorial, en la que intervinieron de manera destacada Francia e Inglaterra, cayó una maldición que afecta a ambas partes por igual y es que, los problemas que una parte amputada padece, la otra, los vive o sufre de manera similar o, al menos, con parecidos efectos. 

José Francisco Rodríguez Queiruga

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