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Análisis

El Espíritu del Siglo

Un cristiano puede abrazar a un judío pero lo que no puede es abrazar su doctrina.

Imagen con licencia Pixabay

Examinar la contradictoria figura de Malachi Martin, el exorcista que acabó defenestrado por el demonio, arroja una luz inquietante y reveladora sobre el lamentable estado presente de la iglesia católica. Su espeluznante final es una severa advertencia a todos aquellos que pretenden jugar a dos bandas (o nadar y guardar la ropa) que nadie quiere escuchar. A Malachi Martin se le ha acusado de muchas cosas, pero por encima de todo se le puede acusar de inconsciencia.

¿Era un doble agente, como se ha afirmado, que trabajaba para masones y sionistas?

Lo cierto es que visitó varias veces la sede del B’nai B’rith en Nueva York como secretario del Cardenal Bea durante el concilio Vaticano II cuando todavía era miembro de la orden jesuita. Él mismo le confesó a Ben Kaufman que disfrutó mucho amenazando a varios cardenales con airear sus trapos sucios si se negaban a comulgar con la agenda de Nostra Aetate, pero, ¿Cuáles eran esos supuestos trapos sucios?

Entonces como ahora la acusación más intimidante que se podía esgrimir contra ellos era la de tacharlos de anti semitas. O sea: de blasfemar contra el colectivo sagrado de los judíos que es la suprema blasfemia de nuestra edad o nuestro tiempo, y yo diría que la única. Con esa declaración hizo gala de lo que lo judíos asquenazi llaman chutzpah que es algo así como un desfachatez sangrante, un descaro que te hiela la sangre en las venas. Los judíos asquenazi o para ser más exactos, los jázaros, (los judíos sefarditas los verdaderos judíos son despreciados por los primeros), se han convertido en la vaca sagrada de oriente y occidente una vaca que nadie ordeña y que nos ordeña a todos. Y esto es así porque ellos se consideran divinos o sagrados y son colectivamente, a su entender, el nuevo mesías. El nuevo panteón pagano lo forman doce millones de seres humanos liderados por seres deshumanizados, el mundo podría soportar quizás un falso mesías, pero no doce millones de mesías. Los líderes jázaros, y digo los líderes porque no creo en la culpa colectiva, han procedido igualmente “democratizar” el mesianismo entre los gentiles, invitan a cualquiera a convertirse en mesías de su particular colectivo, una costumbre muy extendida, sobre todo entre los políticos y dirigentes y las estrellas del pop o del rock, y los gentiles que lo hacen casi siempre lo pagan muy caro.

Malachi por aquel entonces militaba en las filas de lo que se ha dado en llamar progresismo o modernismo. Hay que dejar muy claro que ser progresista para los que abogan por dicha corriente dentro de la iglesia significa simplemente ser anti cristiano. Un cristiano es un retrógrado para los modernistas y reformar el credo quiere decir renegar del mismo. No creer en el más allá, ni en la dimensión sobrenatural del mundo, ni en el cielo o el infierno o en ángeles o demonios; no creer en la resurrección de los muertos. Un progresista puede creer en una teoría tan peregrina como la del eterno retorno de Nietzsche que era pagano a sabiendas y un gnóstico sin saberlo, pero no en la resurrección de los muertos; puedes creer en el nirvana que es un paraíso que a los occidentales les resulta muy gnóstico, una especie de cielo de espíritus eternamente desencarnados y así como fusionados, pero no puedes creer en el reino de los cielos; el cielo no existe para un progresista. ni el infierno tampoco, ambos están en la tierra que en todo caso será un purgatorio. Un progresista no cree en nada salvo en el progreso, un progreso que consiste en el desarrollo tecnológico a ultranza, (es un culto idólatra a la tecnología, de ahí que todos seamos gobernados en la actualidad por banqueros tecnócratas) y en la esclavización del hombre por la máquina. ¿Qué es el hombre? Se preguntaba sin dar una respuesta convincente el rabino Heschel, el mismo que facilitó la publicación del libro “El Peregrino” que Malachi firmó bajo pseudónimo. Sus secularizados discípulos habrían respondido seguramente que es un ciborg; eso era ya el hombre ideal para los rosacruces: un autómata. El humanismo renacentista ha culminado en el transhumanismo. En pocas palabras: en la destrucción del hombre.

Las asociaciones tradicionalistas cristianas han desarrollado una labor encomiable denunciando muchas de las reformas introducidas en la iglesia a raíz del concilio Vaticano II, lo más cuestionable de la campaña emprendida por muchas de ellas es, en mi modesta opinión, su defensa a ultranza de la familia de carne frente a la familia del espíritu. La verdadera familia cristiana es, o debería ser, toda la Cristiandad. ¿Quién es, parafraseando a la Biblia, la madre y los hermanos de un cristiano? Son todos aquellos que cumplen la voluntad de Dios. La familia de carne practica una solidaridad cerrada que conspira contra el bienestar de toda la nación y la fragmenta. Otra cosa muy distinta es defender a capa y espada la santidad de los votos conyugales, es decir: la fidelidad conyugal; así como la responsabilidad de los padres para con los hijos y los hijos para con los padres. El declive de las órdenes monacales que habría que reformar le ha asestado un golpe letal a esta concepción de la familia espiritual cristiana con sus vínculos transversales y homogeneizadores. La reforma podría quizás entrañar unos estatutos menos estrictos. Los miembros de las órdenes reformadas podrían comprometerse a realizar periódicamente encuentros o retiros religiosos sin tener que abandonar del todo el siglo, compaginando, por así decirlo, la vida religiosa y la secular. La clausura espanta a la mayor parte de la gente hoy en día. Aunque hay que señalar que con la operación de terror psicológico calificada falsamente de pandemia nos han puesto a todos en clausura. La renuencia de muchos a enclaustrarse, nos ha enclaustrado a todos. Nos han convertido a en monjes trapenses a la fuerza, pero monjes sin fe y sin principios éticos o morales sólidos. El culto a la razón humana ha desembocado en el culto a la sinrazón inhumana. Y a la justificación de todo tipo de despropósitos como la obligación de llevar las nocivas mascarillas faciales. Los racionalistas han acabando racionalizando los mayores sinsentidos. Mañana dirán por la televisión que los burros vuelan y los racionalistas se lo creerán; de hecho las mascarillas son como unas enormes orejas de burro que nos han puesto a todos los líderes globalistas no por no hacer los deberes, sino por hacerlos.

Con “El Peregrino” el padre Malachi pretendía, al parecer, influir en las deliberaciones acerca del borrador de Nostra Aetate que al cierre de la segunda sesión del concilio muchos de los participantes se negaban a aprobar. El libro insta a una reforma radical de Cristianismo al que responsabiliza nada menos que de propiciar el Holocausto.

Los cristianos que han sido acusados falsamente de propiciar el Holocausto, podrían acusar a los masones del genocidio de rusos y ucranianos durante el Holodomor o la hambruna provocada por las autoridades soviéticas, del asesinato por inanición de millones de alemanes tras la segunda guerra mundial, del bombardeo genocida de la ciudad de Dresde, del exterminio de la comunidad cristiana japonesa de Nagasaki provocada por la bomba atómica que aterrizó no casualmente sobre la catedral católica de Urakami y por supuesto del genocidio mundial en curso que supone la campaña de vacunación contra la falsa pandemia.

Malachi llegó a recomendar en “El Peregrino” la “revisión” de los Evangelios que había que expurgar, por así decirlo, para que no incomodasen a los judíos. ¿Qué estaba sugiriendo con esto? Estaba sugiriendo que los Evangelios no están divinamente inspirados, al menos en su totalidad, estaba poniéndole objeciones a la palabra de Dios. Los evangelios dicen lo que dicen, y al que no le guste lo que dicen que cambie de religión.

Está claro que Nostra Aetate fue redactado, en parte al menos, por el American Jewish Committee y el rabino Heschel utilizando a tres supuestos conversos al cristianismo como amanuenses: Oesterreicher, Gregory Baum y Bruno Hussar. ¿Fue sincera la conversión al cristianismo de estos hombres? Quizás se convirtieron sinceramente a un falso cristianismo gnóstico y cabalístico que es el que predomina en muchos círculos. La cábala ha acabado por impregnarlo todo; es el nuevo horizonte de nuestra vida sin horizonte. La cábala, el fundamento del judaísmo jasídico y del sabateismo (que no es más que satanismo), ha impregnado la religión, la filosofía y la ciencia. De hecho la pseudo ciencia derivada de la cábala es la nueva religión universal que ha propiciado el triunfo del imperio cabalístico jázaro y masón. Michael Collins Piper acusaba a Estados Unidos de haberse convertido, no en la Nueva Jerusalén como pretendían los puritanos, sino en la Nueva Babilonia, sólo que la nueva es mucho peor que la vieja. El nuevo orden mundial es la peor tiranía que hayan presenciado los siglos y aventaja a asirios y babilonios en crueldad y despotismo.

Puede leer:  Bertrand Russell, La visión de la vida de un francmasón

Desde finales del siglo XIX, quizás desde el asesinato de Abraham Lincoln, el gobierno estadounidense ha estado en las manos de la banca dirigida por los Rothschild, como antes lo estuvo el Imperio Británico. No es una democracia es una plutocracia. Y lo mismo puede decirse y con más razón de la Unión Europea que no es más que una inmensa corporación.

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Dicen que Malachi abandonó el Concilio del Vaticano II desilusionado por sus conclusiones, pero no podemos creerlo. El concilio Vaticano II salió según lo previsto; es decir de acuerdo con los planes de sionistas y masones.

Su desilusión debió de producirse mucho después. Está muy claro que el hombre que se codeaba con el rabino Heschel durante el concilio Vaticano II no puede ser el mismo que afirmaba años después que “cualquiera que esté familiarizado con la situación reinante en el Vaticano durante los últimos 35 años sabe muy bien que el príncipe de las tinieblas ha tenido y todavía tiene sus vicarios en la corte papal en Roma”. O el que denunció la entronización de Lucifer en una capilla del Vaticano en su libro de no ficción The Keys of This Blood”. Cuando alertó de la infiltración soviética o de la KGB en el Vaticano, no fue, sin embargo, lo suficientemente preciso. Esos agentes soviéticos no podían ser sino agentes dobles al servicio del sionismo y de los banqueros globalistas. La guerra fría no fue en realidad sino una inmensa farsa. Como afirmó en 1952 el Mayor George Racey Jordan en su libro From Major Jordan’s Diaries, la administración de Roosevelt y Truman había enviado a la Unión Soviética tanto los planos como los materiales para fabricar la bomba atómica. Esta Alta Traición se llevó acabo de acuerdo con las órdenes expresas de Harry Hopkins, el testaferro en la Casa Blanca del banquero sionista Bernard Baruch.

La imagen de Truman popularizada por los medios de comunicación mayoritarios en la que nos lo presentan como un “luchador incansable de la Guerra Fría” es un mito. El libro publicado en 1963 por Anthony Kubek  “How the Far East Was Lost. Demuestra que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Truman no escatimó esfuerzos para llevar a Mao Tse-tung y a los comunistas al poder en China. Uno no puede orientarse mínimamente en la enrevesada tela de araña tejida por las operaciones de espionaje y contra espionaje desarrolladas durante la guerra fría sin tener en cuenta que no existían dos bandos, sino tres. El de los sinceros anticomunistas occidentales, los anti capitalistas sinceros del este y los agentes dobles o triples globalistas que jugaban a dos bandas por así decirlo.

Y es que capitalismo y comunismo capitalismo no son en realidad más que las dos caras de la misma moneda. Una de las treinta que le entregaron a Judas cuando traicionó a su maestro.

Verdaderamente el hombre que alertaba al final de su vida acerca de la ola de satanismo que se cernía sobre el mundo era sin duda un hombre muy distinto. Una ola que lo supiera o no él había colaborado a desencadenar. Esa ola que nos está barriendo a todos es la tercera ola en realidad, la primera y la segunda dio como fruto las dos guerras mundiales libradas por los satanistas contra toda la humanidad. ¿Cambió su punto de vista a raíz de la práctica del exorcismo? ¿Cuando se encontró con el demonio cara a cara?

Al intentar reconciliar a la comunidad cristiana y la judía los teólogos del Concilio Vaticano Segundo parece que no acertaron a formular una distinción fundamental. Un cristiano puede abrazar a un judío pero lo que no puede es abrazar su doctrina. Puede conversar, comer o irse de parranda con un judío, lo que no puede es comulgar con su credo. Porque el judaísmo no tiene más dogma que su rechazo de Jesucristo como Mesías, la negación de la divinidad de Jesucristo.

Tras el concilio vaticano II la mayoría de los teólogos cristianos se convirtieron en gnósticos o en teólogos de la Cábala, se dejaron influir por el espíritu del siglo y nos legaron una iglesia secularizada en gran medida, traicionaron al creyente iletrado que ha tenido que refugiarse desde entonces en su fe de carbonero

El judaísmo no tienen ningún otro artículo de fe común que dicho rechazo de Jesucristo como hijo de Dios y Mesías, es una religión de aluvión, una amalgama de credos o de principios religiosos tomados de aquí y allá. La cábala es una elucubración febril en torno a la gnosis y otras corrientes filosóficas o religiosas elaborada según el genio propio o particular de cada cabalista. El Talmud parece una casuística interminable llena de prescripciones extrañas y a menudo repulsivas que nos recuerda en cierta forma al sistema legal británico. Se podría decir que es un libro para abogados de Satanás. Y Malachi Martin se propuso al parecer ser su abogado y su fiscal.

Para ser cristiano basta con leerse el Credo Niceno y creer sinceramente en él; uno no acaba nunca de ser judío o no empieza nunca a serlo; es como presentarse a unas oposiciones a notario. Es verdaderamente un proceso kafkiano.

Producen escalofríos las palabras que según el ex agente de la CIA Robert Marrow le dirigió la niña que pretendía exorcizar al padre Malachi. “Así que tú eres Malachi Martin ¿y de veras piensas que puedes ayudarme? Probablemente no podía. Como puede uno pretender exorcizar en nombre de Jesucristo cuando se ha renegado en cierta forma de él al abogar por un credo que lo difama y lo rechaza como Mesías y Salvador?

Martin le confesó a un amigo en su agonía que una fuerza invisible lo había arrojado al vacío.

Uno no puede dejar de preguntarse qué pasaría por la cabeza del padre Malachi o qué reflexiones se haría cuando agonizaba en su lecho mortuorio. Pero eso es algo que sólo lo sabe Dios.

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