Por José Papparelli

“La raíz de la libertad se encuentra en la razón. No hay libertad sino en la verdad. (…) “Es libre quien es causa de sí mismo, quien no se determina por sí mismo a obrar, no obra libremente. 

Pero lo que no se mueve u obra si no es movido por otro, no se determina por sí mismo a obrar. Luego solamente las cosas que se mueven a sí mismas obran libremente. 

Y estas cosas son precisamente las que obran deliberadamente” (…) Es libre el que es causa de sí mismo, es siervo quien actúa no por sí mismo, sino como movido desde fuera por otro”.

Estas palabras pertenecen a santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, filósofo, teólogo perteneciente a la Orden de Predicadores, es considerado como el gran representante de la escolástica que concilió la razón y la fe, la filosofía y la teología. 

Santo Tomás es un auténtico pilar del pensamiento Occidental y su obra por excelencia es la Suma Teológica, un compendio de las principales enseñanzas de la Iglesia católica como guía para llegar a comprender el misterio de la metafísica y lo divino mediante el raciocinio como instrumento.

Para santo Tomás, la libertad es libre albedrío, una de las facultades espirituales del hombre ligada al Ser y a la persona como dominadora de sus actos. Para el dominico, el Hombre es un ser creado por Dios y dotado de iniciativa con dominio de sus actos. El Hombre es racional y libre por Gracia Divina y ese libre albedrío debe estar orientado hacia la búsqueda y el encuentro con la Verdad.  Eso es la libertad para los cristianos. 

La libertad para Tomás de Aquino tiene un valor fundamental en la construcción no solo del Ser, sino también de su entorno, la construcción de la comunidad de semejantes y en definitiva de la sociedad. 

Como manifiesta Marcello Veneziani al respecto, “La aspiración de fondo (del tomismo) es la de una sociedad fundada en el bien común inspirada en un orden inteligente del universo”. Según el filósofo italiano “La visión tomista es “una visión jerárquica de la realidad que no se opone a la igualdad, pero si a la irrealidad. Digamos a la artificiosa y maniquea antítesis entre un paraíso utópico y la infernal realidad”.

Así lo divino, lo trascendente, lo humano y lo social se cruzan y complementan con el fin de la libertad como libre albedrío y que culmina con el crecimiento del hombre en cuanto ser a imagen y semejanza del Creador y acorde con su plan.

La libertad en ese sentido, consiste en ser dueño de los propios actos, y en palabras del santo, que “proceden de una voluntad deliberada” o más literalmente, ser causa de sí mismo y acorde con el encuentro de la auténtica Verdad, el Bien Supremo, en definitiva, de Dios.

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Por ello la libertad no es la facultad para hacer lo que venga en gana al individuo, sino el legítimo uso de la misma y que mediante ella se hace el bien.  Dice Tomás de Aquino “La libertad respecto del bien es más libertad que la libertad respecto del mal (…) querer el mal ni es libertad ni parte de la libertad, aunque sea un cierto signo de la libertad”.

Seamos como santo Tomás de Aquino, seamos causa de sí mismo, obremos por nosotros, busquemos la Verdad, luchemos por ejercer el libre albedrio para encontrarla, no seamos siervos ni esclavos movidos por la comodidad de lo falso y efímero. Seamos libres, pero de verdad.

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