Por Constantino A.
Tras haber descrito en el artículo anterior la pirámide de poder mundial junto con la estructura ideológica que sustenta dicho sistema, se plantea a continuación si existe sólo un modelo o varios.
El que se ha presentado es el propio occidental y más concretamente anglosajón. Un mundo que se ha ido conformando a lo largo de los siglos partiendo de un hito histórico fundamental como fue en 1717 la fundación de la Logia Unida de Inglaterra que ya en aquellos tiempos se propuso acabar con el poder mundial del momento como lo era el Imperio español y la monarquía católica.
Desde ese instante, con la revolución de las colonias americanas de 1776 y su declaración de independencia de la metrópoli, sustentada en logias masónicas irregulares que al conseguir su objetico se volvieron regulares al servicio del nuevo Estado. Desde esos años el poder anglosajón se ha ido consolidando por el mundo mediante dos guerras mundiales que derivaron en una guerra fría entre un bloque “occidental democrático” y otro de “socialismo real”, financiado precisamente por EEUU en muchas ocasiones.


Pero al acabar la guerra fría, oficialmente en 1989, quedaban como fuentes de poder mundial, Rusia, afectada por la descomposición de la URSS y las políticas de privatizaciones a favor de multimillonarios, y China, que había evolucionado hacia un “capitalismo a la china” desde Deng Xiaoping.
El modelo de globalismo occidental atrajo a China a sus garras, de la mano y gestión de personajes como George Soros, y así se le dejó evolucionar y crecer dentro de este sistema, porque su forma de hacer capitalismo comunista gustaba a las élites globales, así como los medios de represión social, manipulación mediática, crédito social y código penal.
Pero llegó al poder Xi Jinping, que continuador de la evolución comentada gestiona una China en el punto álgido de su régimen capitalista comunista pero con un carácter más nacionalista; el entra en el juego del globalismo pero tiene su propia agenda globalista, su proyecto mundial.
Y por eso, China basa su estrategia en dos pilares: constituirse como poder militar regional en la región del Indo pacífico, y expansionar su influencia política, comercial y económica, a través de la Nueva Ruta de la Seda, que comprende varias rutas: la comercial y económica, también llamada de la deuda; la sanitaria, la política y la digital, dentro de ésta el control de internet y del metaverso.
Es entonces cuando se produce una nueva pugna entre el modelo globalista anglosajón y el chino. El primero, con EEUU y la UE principalmente; y el segundo, con China, Rusia, Irán y el mundo del Foro de Puebla. El primero quiere controlar a China dentro de su sistema pero aprovechando su forma de hacer las cosas; el segundo pretende un mundo bipolar que a la postre resultará dominado por China.
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