POR BÁRBARA J. FARRAH

En sus escritos sobre Fátima y Rusia, el Venerable Arzobispo Fulton Sheen señaló que el mundo “se ha vuelto tan acostumbrado a juzgar los eventos temporales en términos de otros eventos”, que ha perdido de vista esa “mayor norma de juicio, a saber, el Eterno.” Michael Warren Davis, en un artículo para  Crisis , ha acusado recientemente a otro arzobispo, Carlo Maria Viganò, de haber caído precisamente en este error, de estar tan absorto en los acontecimientos mundanos, tan “arrastrado por las tendencias de la política moderna”, que ha dejado “el clamor de los acontecimientos actuales ahoga… la voz de Dios” y “lo ciegan ante las maldades del gobierno ruso”.

Estoy totalmente en desacuerdo. De hecho, si miramos los escritos de Viganò a la luz de la discusión de Sheen sobre Fátima, podemos ver que todo lo contrario es cierto. Lejos de ser Viganò el que ahoga la voz de Dios, en realidad es todo el mundo occidental el culpable de ahogar no solo la voz de Dios, sino incluso las señales muy claras de Su intervención y movimiento a través de los eventos mundiales.

Para entender esto, debemos dar un paso atrás y abordar lo que Mary quiso decir cuando habló de los errores de Rusia . La interpretación más común es que se refería a los errores del comunismo. Pero hay varias razones para rechazar esta interpretación. Primero, habló de estos errores en su aparición en julio, meses antes de que los comunistas tomaran el poder. La Revolución de febrero había sido una “democracia burguesa” que puso fin a lo que antes se consideraba la monarquía zarista designada por Dios. Si María se refería a los errores del comunismo, ¿por qué aparecer antes de que los comunistas se hicieran cargo? ¿Por qué aparecer cuando los de entonces habrían pensado que se refería a la revolución democrática?  

Además, el comunismo no se había generado recientemente en Rusia en 1917. En ese momento, había estado propagando sus errores por toda Europa y el mundo durante más de 70 años, y la Iglesia había estado haciendo sonar la alarma al respecto durante esos años. Ni él ni su propagación eran nuevos para Rusia. Tercero, si María quiso decir comunismo, ¿por qué no decir simplemente comunismo o errores comunistas? ¿Por qué solo errores?

Sheen nos señala en una dirección diferente, específicamente, al año 1858. Nos pide que miremos no solo los eventos mundiales de ese año sino también los del Eterno. Rechazando la opinión comúnmente sostenida de que la Edad Moderna comenzó con el surgimiento de la ciencia, algo que no está reñido con Faith, argumenta que, en cambio, comenzó con la escritura de tres obras seminales: Darwin’s On the Origins of Species , Mill’s On Liberty , y Una contribución de Marx a la crítica de la economía política. En esas tres obras, el Hombre resumía los errores de la Edad Moderna y anunciaba su independencia de Dios: no fuimos creados divinamente sino evolucionados de la mera materia; no hay autoridad superior a la del hombre a la que debamos responder, la libertad es libertinaje, las únicas leyes son las que elegimos hacer; y El hombre y la historia están impulsados ​​por la economía y la política, no por la religión y, ciertamente, por nada espiritual.

Estos no son los errores del comunismo. Son los errores del modernismo . Son errores que tienen que ver con la negación del Hombre Moderno de Dios, de la Creación, de la Autoridad de Dios sobre el Hombre, de cualquier obediencia que se le deba. Sheen señala que lo que efectivamente se decía en aquellas obras, en aquel año de 1858, era que todos los hombres son concebidos inmaculadamente, todos nacen sin Pecado Original. Porque si no hubo Creación Divina, entonces no hubo Caída. Sin Caída, sin Pecado Original. Si no existe el Pecado Original, entonces todos los hombres nacen inmaculados y libres para ser lo que quieran ser, respondiendo ante y sin necesidad de una autoridad superior.

Esos fueron los eventos humanos clave de 1858 a los que Sheen nos dirige. Luego dirige nuestra atención a la respuesta de Dios, Su juicio eterno, que ocurrió ese mismo año: las Apariciones en Lourdes. María apareció del Cielo y anunció: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Sheen señala que en “el mismo momento en que el mundo negaba el pecado original, nuestra Santísima Madre reclamó la prerrogativa únicamente como propia… ella sola y única fue inmaculadamente concebida; todos los demás nacieron en pecado original”.  

En la aparición de la Santísima Madre en Lourdes, señala Sheen, Dios respondió al arrogante reclamo de independencia del hombre y proporcionó pruebas de sus errores. Su misma apariencia decía que sí, que hay más que materia; sí, hay un Dios; sí, hay un Cielo; sí, el Hombre nació en Pecado Original; y sí, el Hombre debe obediencia a Dios y reparación por los pecados cometidos contra Él. Todo error contenido en esas tres obras seminales fue contradicho en ese único anuncio: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Así, dice Sheen, comenzó la Edad Moderna, no con la ciencia y la razón, sino con la negación del pecado original y la respuesta de Dios.

Pero el Hombre no prestó atención ni prestó atención a ese pronunciamiento Eterno, a ese juicio Eterno.

En cambio, los errores modernistas continuaron propagándose por toda Europa, junto con todos los demás errores que iban de la mano con ellos: el racionalismo, el socialismo, el comunismo y todos los demás que el Papa Pío IX enumeró en Quanta Cura y su Syllabus of Errors adjunto . Pero eso fue en 1864. Para 1917, esos errores existían y se habían estado propagando durante más de 50 años antes de la Revolución Rusa y la aparición de María en Fátima. No eran exclusivos ni de Rusia ni del comunismo. Entonces, ¿qué tenía de diferente Rusia para que Mary la destacara? 

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La respuesta se encuentra en las páginas de la Rerum Novarum del Papa León XIII . En él da la respuesta de la Iglesia al comunismo: la desigualdad y el conflicto de clases no son aberraciones a corregir, sino que forman parte de la condición humana. La humanidad vive en un mundo caído, un mundo derribado por la desobediencia del hombre a Dios. Sólo por Dios y con Dios, por su Iglesia, será posible la paz y la armonía. Todas las sectas, organizaciones, sociedades, fraternidades, todas las soluciones gubernamentales que los comunistas y socialistas creen capaces de “arreglar” el mundo son fútiles y delirantes. Ninguna organización o Estado, aparte de Dios, podrá jamás traer la paz al mundo. Los problemas sociales no se pueden resolver separados de Dios y Su Iglesia.  

Si miramos todos los escritos de la Iglesia a lo largo de este tiempo, lo que vemos es una preocupación creciente no solo por los errores en sí, sino por la creciente creencia de que el hombre podría arreglar la condición humana a través de la creación de un Estado sin Dios, a través de la implementación de mero cambio económico y político. Y eso es lo nuevo en Rusia, en la Revolución de Febrero y por completar en la bolchevique: la creación exitosa de un cuerpo político que incorporó todos esos errores, un Estado laico que, al margen de toda referencia a Dios, pretendía poder resolver los problemas inherentes a la condición humana; un Estado que dijo no a Dios, no a ninguna autoridad superior a él, no a la ley natural; y un Estado que sería lo suficientemente poderoso como para esparcir esos errores por todo el mundo. Como dijo Sheen, 

El peligro de creer que María apuntaba específicamente al comunismo y a Rusia estaba en creer que el problema es Rusia y el error el comunismo, cuando en realidad el error es creer que el hombre no es más que un animal racional que puede solucionar todos sus problemas sociales a través de la Políticas políticas y económicas promulgadas por un Estado laico.  

Cuando María se apareció en Fátima, su primer anuncio fue este: “Yo soy del Cielo”. Así como Dios respondió al anuncio de la humanidad de su separación de Él en 1858, así respondió en 1917 a la erección de un Estado sin Dios como el nuevo camino hacia la felicidad y la libertad humanas: María entró en el tiempo y anunció que el Cielo existe. Y si el Cielo existe, entonces hay una autoridad superior. La salvación y la redención no vendrán de un Estado hecho por el hombre sino de Dios y sólo de Dios. Y para probar esto, para llevar el mensaje a casa, María aparecería seis veces. Y sobre la última, traería prueba directa del Cielo, un milagro que probaría la mentira de que el hombre es la máxima autoridad sobre la tierra y plenamente capaz de arreglar esa tierra como sólo él quiere que se arregle.

Pero incluso con un milagro presenciado por decenas de miles, el Hombre Moderno nuevamente dijo que no y no prestó atención al mensaje.

Y el Estado soviético creció y, de hecho, extendió sus errores por todo el mundo. No los errores del comunismo, sino los errores modernistas de que el hombre es independiente y puede crear su propio camino hacia la utopía por medio del Estado laico. Por todo Occidente, en un país tras otro, el hombre comenzó a recurrir al gobierno, al Estado, para resolver cada vez más sus problemas sociales. El cuidado de los pobres pasó al Estado. La mediación del conflicto de clases pasó al Estado. Alivio de la discriminación, conflictos raciales, desigualdad de ingresos: todo trasladado al Estado. La caridad individual fue reemplazada por la caridad estatal.  

Incluso la Iglesia recurrió al Estado para solucionar los problemas de la sociedad , la condición humana del hombre, y cambió su enfoque a incidir en las políticas públicas. Todo problema social pasó a ser visto como solucionable a través de una nueva política de Estado, un nuevo cambio institucional o sistémico. Era solo cuestión de tiempo hasta que también fueran vistos como el resultado de una mala política gubernamental, no como una herida en la naturaleza humana del hombre. Todo era reparable a través del Estado, no sanando corazones y almas a través de la gracia alcanzada a través de la Iglesia que Dios creó para sanar las almas de los hombres.

Sheen insiste una y otra vez en que los errores no fueron específicos de Rusia o el comunismo. Se incendiaron en los países capitalistas tan fácilmente como lo hicieron en los comunistas. Señala que existe “una relación más estrecha entre el comunismo y el capitalismo monopolista de lo que la mayoría de las mentes sospechan. Se acuerdan sobre la base materialista de la civilización; solo están en desacuerdo sobre quién controlará esa base, los capitalistas o los burócratas”. Y además, dice: “La economía capitalista es atea; el comunismo hace de la economía Dios…. El capitalismo niega que la economía esté sujeta a un orden moral superior. El comunismo dice que la economía es moralidad”.  

De hecho, destaca cómo la Iglesia se opone al capitalismo monopolista como lo es al comunismo. Los errores impregnan a ambos. Ambos reducen al hombre a un mero animal económico. Ambos utilizan el Estado para gobernar.  

El problema no es que Viganò esté ciego ante los males del gobierno ruso. Es Occidente el que está ciego ante los males que han permeado su propia existencia hasta su esencia misma. Es la Iglesia modernista la que está ciega ante los males de pensar que es correcto reemplazar los sacramentos con acción social, tomando dinero del gobierno para alimentar estómagos a expensas de alimentar almas. 

Viganò mira al WEF, el FMI, la ONU, la OTAN, la UE y todas las demás asociaciones que han surgido en Occidente y las ve no en términos de otros eventos mundanos sino en términos del Eterno. Los ve como el Papa León XIII vio las asociaciones seculares de su época: los esfuerzos del hombre para arreglar el mundo aparte de Dios y Su Iglesia. 

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Ve, también, que lo que están tratando de hacer es crear un Estado nuevo, incluso más poderoso que el ruso del que nos advirtió Mary, un Estado Global con el objetivo declarado de crear un Nuevo Orden Mundial y una nueva criatura transhumana. El modernismo despojó al hombre de su naturaleza espiritual. El transhumanismo busca despojarlo de su naturaleza humana más básica, reduciéndolo a una mera máquina, perfeccionada por la tecnología y la microbiología.  

Viganò no se ha enfrascado en la política . Se ha absorbido con el Eterno, con ver al Eterno en los asuntos del día, incluyendo tanto las cosas que Dios parece estar moviendo como las cosas que Satanás parece estar moviendo. No sabemos si la Consagración ocurrió como lo pidió María, pero Viganò nos pide que miremos los eventos mundiales no solo en términos de otros eventos mundiales, sino en términos de eventos espirituales. Lo que sí sabemos es que el Estado Soviético colapsó en 1989. Y sabemos que desde entonces, Rusia ha estado experimentando una Recristianización mientras que todo el mundo Occidental ha estado experimentando su Descristianización.  

Viganò nos pide que veamos que no es Rusia, ni el comunismo, ni el capitalismo contra lo que estamos luchando, sino los Principados, las fuerzas satánicas que buscan esclavizar a todos los hombres a un Estado Global sin Dios. Nos pide que consideremos que Dios le está dando a Rusia, recristianizando a Rusia, la oportunidad de expiar sus pecados al ser lo mismo que impide que se cree ese Estado Global.  

¿Y es tan difícil de imaginar? ¿No es como nuestro Dios? ¿Dejar a Rusia expiar sus pecados y ser el medio para salvar muchas almas?

¿Y no es esto también como Nuestro Dios: Responder una vez más al rechazo del hombre guiándonos a Él ya Nuestra Santísima Madre María? ¿No es como Él que, en la fiesta mariana de la Anunciación de la Encarnación de Dios, el Papa más modernista de la historia de la Iglesia se arrodilló y llamó al mundo entero, Oriente y Occidente, a caer también en su de rodillas, cada obispo, todo el pueblo, de rodillas, y no sólo reconocer, finalmente, a la Inmaculada Concepción, sino más aún: consagrarnos a nosotros mismos, y a nuestro mundo entero, a su Inmaculado Corazón, el Inmaculado Corazón de la Inmaculada Concepción, diciendo así , por fin, después de todos estos años, después de todas estas apariencias, por fin: sí, hay un Dios; sí, hay un Cielo; sí, somos más que mera materia; sí, todos somos pecadores; y si,  

Al volver nuestra mirada y nuestro corazón a María , ¿no estamos finalmente admitiendo, de acuerdo con el Papa León XIII, que fuera de Dios no habrá paz? Aparte de Dios, ninguna institución meramente humana, ningún Estado sin Dios, por grande que sea, por global que sea, nos va a salvar.

¿Y no es eso como nuestro Dios? El Papa más modernista de todos los tiempos, ¿llevando al mundo a renunciar a los errores más fundamentales del modernismo?

¿No es una forma adecuada para que el Eterno anuncie el fin de la Edad Moderna?  

Justo en ese momento cuando el hombre ni siquiera puede definir lo que es una mujer, Dios nos recuerda que es a una mujer a quien Él le ha dado el poder de vencer el mal, una mujer que aplastará la cabeza de la Serpiente. El hombre moderno perdió a Jesús. Su Madre ha regresado para ayudarnos a encontrarlo. Ella tiene experiencia en eso.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en https://www.crisismagazine.com/

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