Como es sabido, los dueños de los fondos de inversión no se presentan a las elecciones. Pero la gente puede votar por cualquiera de sus empleados, así sean de derechas, izquierdas e incluso centro. Lo llaman “democracia”, para que seamos felices.

Pues bien, tras la “fiestadelademocracia” en la Taifa “autonosuya” andaluza (uno de los 17 mini Estados centralistas -en este caso, basado en las ideas separatistas de aquel pirado de nombre Blas Infante- que arruinan nuestro país para mayor gloria de la casta partitocrática) del pasado fin de semana diríase lo siguiente. 

Victoria abrumadora del ala derechista del PSOE (el “juanmismo”) y derrota sin paliativos del ala izquierdista del PP (el “espadismo güorperfe”), ambas perfectamente complementarias amén de intercambiables cara a la Agenda 2030.

La versión ultraenfurruñada del PP (el partido verde pistacho, aquí más castizo que nunca) y la versión ultrapostmoderna del PSOE (la marca electoral con que “la Yoli” quiere aprovecharse de los restos del naufragio podemita), muy lejos de sus expectativas. 
El engendro de Teresa Rodríguez mantiene representación, una señal inequívoca que el número de vagos, ecolocos, fumados, femihistéricas, etc., va en aumento (no, nunca debieron cerrar los cotolengos). 

Cs, a tomar vientos: los naranjitos, definitivamente amortizados para el R78. 

Ojito a la abstención, 2.629.708 personas no votaron frente a 3.682.816 de personas que sí lo hicieron: ¿será que cada vez más gente sabe de qué va el circo? Podría ser…

En resumen, dos noticias para el futuro político inmediato de España, una buena y otra mala. La buena es que ya va quedando menos para que el “doctor” Sánchez abandone Moncloa. La mala es que también va quedando menos para que Feijóo llegue a Moncloa.
Ale, que ustedes disfruten lo votado. 

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