Por: Luis Alfonso García Carmona
Lo que se conoce como la dinastía de los Habsburgo ha sido, ni más ni menos, que la primera empresa global de la historia, con una enorme influencia en Europa durante quinientos años, entre los siglos XV y XX.
Pero sus orígenes están plagados de continuas luchas y algunas derrotas, superadas gracias a la perseverancia de varias generaciones y a su indeclinable propósito: Convertirse en los titulares del Sacro Imperio Romano Germánico.
El antepasado más remoto de esta familia fue un tal Kanzelin que murió hacia el año 990. Uno de sus hijos, Radbot, y su esposa Ida, eran dueños de la aldea de Muri, cerca de la fortaleza de Attenburg y de la ciudad de Brugg, en el cantón suizo de Argovia. Fundaron allí una abadía que luego llegó a acumular tierras en más de cuarenta localidades, que los descendientes asumieron como suyas, ya que habían asumido el rol de protectores de la abadía.
El hijo de Radbot, Werner, acudió a la falsificación de unas constituciones que atribuían a un pariente suyo, el obispo Werner de Estrasburgo, la fundación de la abadía y la concesión a perpetuidad del cargo de Vogt (protector) a un miembro de su familia. Enrique V, titular del Sacro Imperio Romano Germánico, introdujo la salvedad de que los protectores no podían interferir en el funcionamiento del monasterio, lo que significó la pérdida de los derechos de los herederos de Werner.
Radbot construyó una fortaleza a la que bautizó Habsburgo (castillo del Azor), nombre que acabó identificando a la familia.
En la mitad del siglo XIII los Habsburgo se trasladaron a Lenzburg y ejercieron dominio en la meseta de Argovia. Atrajeron a otros terratenientes que les servían como vasallos y llegaron a tener hasta treinta castillos.
Apoyaron al emperador Lotario III, frente a sus rivales, los Staufen, y obtuvieron posesiones en la Alta Alsacia. Posteriormente, pasaron a aliarse con los Staufen y financiaron la campaña de Federico II para hacerse con el poder, de lo cual derivaron nuevas ganancias territoriales. Se estilaba desde entonces la traición como método para obtener réditos patrimoniales.
Hábilmente, establecieron vínculos matrimoniales con nobles familias de Suiza y del sudoeste de Alemania. Cuando esos linajes se fueron extinguiendo, los Habsburgo reclamaron viejos derechos sobre las posesiones de las casas de Lenzburg, Pfulledndorf y Homburg, que vinieron aparejadas con el título de conde. Por la misma vía, extinguidos los linajes de Kiburgo y Zahringen, sus extensos patrimonios pasaron a manos de los Habsburgo.
A mediados del siglo XIII, sus posesiones se extendían desde el este de Francia hasta la frontera occidental de Austria, incluyendo parte del norte de Suiza. Generación tras generación, desde Rodolfo el Viejo hasta su nieto el conde Rodolfo, los Habsburgo lograron sobrevivir hasta que el destino les deparara una oportunidad para conquistar el Sacro Imperio. Fueron unos sobrevivientes. Como escribió el poeta austríaco Rainer Maria Rilke (1875-1926): “¿Quién habla de victorias? Sobrevivir lo es todo”. (1)
- RADY, Martin, Los Habsburgo, Penguin Random House, 2020, pag. 43
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