José Roca y Ponsa – (1852- 1938)
Es el más reciente esfuerzo del hombre para afirmar la paz; y a creer las exterioridades, el de mayor eficacia.
Hánse juntado en París representantes de las naciones más poderosas del mundo, para firmar un compromiso o pacto, en que declarando la guerra fuera de la ley, pactan no recurrir a ese medio violento para dirimir las querellas que puedan surgir entre los diferentes pueblos: con el propósito de invitar a todas las Potencias a que se adhieran a este pacto.
Todo lo que sea laborar por la paz nos resulta simpático. ¡Es tan aborrecible la guerra! ¡Son tan graves los daños de todo orden que causa! La iglesia la considera como un terrible azote, del que pide al Señor se digne librarnos.
Príncipe de la Paz llamaron los profetas a Cristo, cuando anunciaba su venida; la paz cantaron los ángeles sobre la gruta de Belén donde acababa de nacer el Redentor; y la paz daba El mismo a sus Apóstoles y les mandaba la dieran en las casas donde debían entrar.

¿Hay algo más simpático que la paz?
Pero no es oro todo lo que reluce; Cristo hablaba de «su paz» en oposición a la que daba el mundo. De suerte que tenemos, según la afirmación del divino Maestro, dos paces, o dos géneros de paz: la «paz cristiana» y la «paz mundana», enemistadas entre sí, en oposición radical y absoluta, según el Evangelio.
La Esposa Inmaculada del Cordero sin mancilla, siempre dirige a Dios una oración en la que pide aquella paz que no puede dar el mundo. La Esposa no discrepa del Esposo, no quiere la paz mundana, quiere y pide la paz cristiana.
Dada esta oposición, si una de ellas es paz verdadera, la otra lógicamente ha de ser paz falsa; y como la paz falsa no es paz; sólo una de ellas es la paz verdadera, la otra es la guerra con nombre de paz.
Observación que los hombres pensadores no deben perder de vista, porque no es sólo lección del Evangelio, sino fruto de una experiencia amarga.
Los cristianos lo tenemos siempre presente; es la enseñanza de Dios.
(Artículo del capítulo «La Paz», pág. 510 del libro Cuestiones Candentes. Tipografía Rodríguez, Giménez y cía., Sevilla, 1929)
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