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Análisis

El aborto, violencia y crueldad (I). Todo empezó con una mentira

La verdadera historia del famoso juicio Roe vs. Wade.

Por Salvador Abascal Carranza

El Tribunal Supremo de Estados Unidos, firmó la sentencia a favor del aborto en 1973. Se trataba del famoso juicio Roe vs. Wade. No se trataba de un conflicto entre el individuo y el poder público, sino entre dos bienes jurídicos inconciliables: la intimidad de la mujer y la vida del bebé. Para resolver esta contradicción, el tribunal decidió, de un plumazo, negar la existencia del bebé para efectos jurídicos, intentando justificar, sin el menor análisis científico, que no hay vida en el vientre materno sino hasta el nacimiento. De hecho, los  jueces llegaron a asegurar que sólo la Iglesia Católica defendía que la vida comienza en la concepción (vaya reconocimiento explícito, de que la ciencia confirma la verdad que defiende la Iglesia Católica).

Todo empezó con una mentira, fraguada a principios de 1970, por dos activistas pro-aborto: Sarah Weddington y Linda Coffee, recién graduadas de la Facultad de Leyes de la Universidad de Texas. Ellas urdieron un plan que debía ser impactante para ser creíble y, para lograrlo, necesitaban un caso extremo, un caso que sirviera para derogar la ley provida de Texas, que tenía más de cien años.

Norma McCorvey, con el pseudónimo “Roe”, se prestó para el sainete y denunció ante el tribunal de justicia haber sido violada por una pandilla y, como consecuencia de ese horrendo crimen, haber quedado embarazada. Reclamó poder abortar. Mientras el juicio duraba, la niña nació y fue dada en adopción. De hecho, Norma se embarazó, no de una violación multitudinaria, sino con el consentimiento de su pareja a la que ella quería y las abogadas conocían. ¿Por qué era ella la elegida idónea? “Eres blanca, eres joven, y quieres abortar, le dijeron sus abogadas. La convencieron que lo que llevaba en su seno eran solo unos tejidos, y les creyó, como siguen creyendo miles de mujeres embarazadas hasta el día de hoy. Además, la convencieron diciéndole que su caso serviría para ayudar a miles de mujeres que quisieran abortar. De hecho, ella no quería hacerlo, pero la presionaron con el atractivo argumento de que ella haría historia y que bastaría con que dijera que sí quería abortar, pero todo por escrito (porque jamás declaró en la Corte de viva voz) aunque, como irónica paradoja, Norma McCorvey nunca abortó.

Como un hecho insólito en los procedimientos jurídicos, en un país que se precia de ser campeón del Estado de Derecho, Norma McCorvey (Roe), nunca testificó, ni habló con ningún magistrado, ni estuvo presente en ninguna de las audiencias de su caso; vaya, ni siquiera estaba plenamente convencida de lo que le indujeron a hacer. Sólo firmaba lo que sus abogadas le pedían que firmara. “El caso entero fue una abstracción”, declararía McCorvey años después. Una de las abogadas del caso, Sarah Weddington, reconocería en un discurso en el Instituto de Ética de la Educación, en Oklahoma, que “la falsa violación había sido una estratagema para lograr la despenalización del aborto. Mi conducta pudo no haber sido totalmente ética. Pero lo hice por lo que pensé fueron buenas razones. No creo que sean buenas razones las que revelan que, desde Roe vs. Wade, se han matado 63 millones de bebés en Estados Unidos. 

 Los magistrados que actuaron en el caso Roe vs. Wade, según el Juez Alito de La Suprema Corte de los Estados Unidos, justificaron el aborto con el falaz, argumento “del derecho a la intimidad de la mujer”, al invocar la 14 Enmienda de la constitución de los EE UU (que habla del derecho a la privacidad de la mujer), lo que ponía a la Corte en un conflicto casi imposible de resolver, jurídicamente, entre el derecho a la privacidad de la mujer y el derecho del bebé a nacer. He dicho casi, porque, lo cierto, en materia de derechos humanos [los verdaderos], es que hay un principio que establece que no existe oponibilidad entre un verdadero derecho contra otro, lo cual demuestra que, en esa supuesta colisión de derechos, el derecho le pertenece al no nacido y no tiene nada que ver con el derecho consagrado en la 14 Enmienda. La privacidad de la mujer no tiene derecho alguno, sobre el derecho a la privacidad del ser humano alojado temporalmente en su vientre.

Según el Juez Alito, “todo estuvo mal desde el principio” (de acuerdo con el borrador filtrado de la sentencia de Dobbs vs. Jackson, que sirvió de base para derogar Roe vs. Wade): “La aprobación de Roe fue producto de mala técnica jurídica, de ignorancia y de mentiras, con nula verificación de los hechos”. Lo que resolvió entonces la Suprema Corte (SCOTUS) fue negar la existencia del feto para efectos jurídicos, tratando de justificar que no hay vida humana sino hasta el nacimiento. 

El juez Alito niega que exista un derecho constitucional a abortar, derivado del derecho a la intimidad, que tampoco aparece en la Constitución, pero sí el derecho a la vida, que estaría implícito en el derecho a la libertad personal reconocido en la misma 14ª enmienda que los jueces invocaron, y que afirma que “ningún estado podrá privar a una persona de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso legal”, En su opinión, Roe adolece de un grave error de principio, pues afirma que “su razonamiento era excepcionalmente débil”, por lo que Alito abogaba por “acatar la Constitución y devolver el asunto del aborto a los representantes elegidos por el pueblo”.

 De todas formas, esto último nos dice que no hay que cantar victoria. El devolver la libertad a los congresos estatales, significa que muchos bebés seguirán siendo sacrificados, sobre todo en los estados gobernados por demócratas. Podemos decir que es una victoria parcial, porque en muchos estados la empresa abortista más grande del mundo está cerrando sus puertas, al igual que sus filiales, y eso, en parte, es lo que tiene enfurecidos a los abortistas y al propio presidente Biden.

Puede leer:  Francia: avanza proyecto para incorporar el aborto en la Constitución

De hecho, la Suprema Corte de Justicia de EE UU no tiene facultad para legislar, por lo que su tarea principal es la de ejercer control constitucional (como en México y en todos los países democráticos). Sin embargo, abusando de sus facultades (como también pasa constantemente en México), los magistrados consagraron el aborto como si fuera un derecho humano, a pesar de los graves conflictos que implicaba. Tuvieron que pasar casi 50 años para que la Corte corrigiera el grave error, cometido en 1973, porque, la muerte del más inocente de los humanos, no puede derivar de un auténtico derecho humano.

Dijimos al principio que todo se basó en una mentira impuesta por las activistas a favor del aborto, y por jueces dispuestos a creerles. Que éstas convencieron a Norma McCorvey de mentir en el juicio, porque ellas necesitaban un caso extremo. Pero, como la mentira nunca se sostiene mucho tiempo, 14 años después del juicio, dándose cuenta de la monstruosidad de lo que lo que la habían forzado a hacer, Norma se arrepintió, e incluso inició procedimientos legales para deshacer el entuerto, que no prosperaron, porque la Corte estaba totalmente ideologizada.  No valieron los alegatos de McCorvey que declaró públicamente, muchas veces, su mentira. Se supondría que un asunto tan escandaloso como mentirle a la Suprema Corte, tendría enormes repercusiones en los medios de comunicación. Sin embargo, estos le hicieron el vacío, lo cual es perfectamente explicable en un sistema auto llamado “democrático”, controlado por fuerzas no democráticas. 

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 ¿Qué pasó con Norma McCorvey? Ella, arrepentida, se convirtió al catolicismo y se hizo una activista en favor de la vida. En 1995, después de bautizarse, explicó al Daily Mail: “Recuerdo haber conducido 10 años junto a un patio de escuela y ver los columpios vacíos, y me enloquecía. Pensaba: los patios de juego están vacíos, todos los niños están muertos, y es por mi culpa”. Murió hace pocos años, en 2017, y a pesar de haber contado la verdad a todo el mundo, tanto a los órganos judiciales como a los medios de comunicación, ni la Corte ni los medios hicieron caso. En 2003 presentó una demanda en Dallas para intentar revertir el fallo judicial con dos bases: por un lado, recordar que ella mintió en su juicio, y por el otro lado, aportar los datos de dos décadas de aborto libre que demostraban que el aborto daña psíquica, física y emocionalmente a las mujeres. En 2005 insistió con otro proceso judicial. Ninguno prosperó. La máquina del aborto legal se había convertido en una industria gigantesca y monstruosa, con millones de víctimas.

 Todo esto era una verdad demasiado incómoda para intereses cada vez más controlados e ideologizados por la patraña del “derecho al aborto” y de los “derechos LGTBITQ+”. De hecho, nada puede ser noticia para los medios de comunicación, no solamente en los Estados Unidos sino en todo el mundo occidental, con sus honrosas excepciones, si no abona para la ideología de sus dueños y de sus aviesos intereses.

De qué se trata realmente el aborto, de las consecuencias de la resolución de la Corte Suprema de los Estados Unidos (SCOTUS), de la violenta reacción de los activistas pro-aborto, de la histeria de los medios, del gobierno de Biden y de los gobiernos de otros países, daremos cuenta en los próximos artículos, Dios mediante.  

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