La pasada y todavía presente pandemia del COVID-19, acompañada de la guerra en Ucrania y la tremenda crisis económica en ciernes ha dejado aparcado momentáneamente el que será, sin duda, el debate fundamental en los próximos años: me refiero al transhumanismo, ese «movimiento cultural e intelectual internacional que tiene como objetivo final transformar la condición humana mediante el desarrollo y fabricación de tecnologías ampliamente disponibles, que mejoren las capacidades humanas, tanto a nivel físico como psicológico o intelectual» (Nick Bostrom, 2005). Antonio Diéguez, uno de los mayores expertos españoles en esta corriente de pensamiento, ya publicó en 2017 Transhumanismo, un ensayo imprescindible y muy completo para entender las diferentes tendencias y líneas de investigación de esta escuela de pensamiento cientificista nacida en el siglo XX. Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista a la filosofía, también publicado como el anterior por la editorial barcelonesa Herder, supone una ampliación y complemento de Transhumanismo.
Los tres primeros capítulos de esta obra suponen una revisión sumaria de los temas tratados con gran profundidad en Transhumanismo. Así, el segundo capítulo, Vencer la muerte (El sueño eterno), aborda empleo de la biotecnología para mejorar al ser humano (biomejoramiento), tanto intelectual como físicamente, siempre con la esperanza última en alargar la vida tanto como sea posible, incluso hasta la inmortalidad. Muchas de las tecnologías empleadas podrían ser ya eficaces y no serían criticables para el tratamiento de enfermedades (genética somática); la crítica y la desconfianza general se refieren a los intentos de actuación en la genética germinal, es decir, mediante la modificación el genoma para engendrar a un ser humano biológicamente diferente (poshumano) en aras de una hipotética y problemática mejora. El otro gran anhelo transhumanista es la creación de la inteligencia artificial (IA) y la fusión del hombre-máquina (cíborg) que trascienda la soporte biológico de la vida, considerado por los transhumanistas como obsoleto y defectuoso. Sin embargo, el estado actual de la ciencia rebaja muchos de los objetivos de los más fanáticos: ni la IA está a la vuelta de la esquina como nos prometieron, ni el volcado de nuestra mente a una computadora es algo factible, ni los robots inteligentes sustituirán a corto plazo a los seres humanos.
Me interesa resaltar unas reflexiones que realiza Diéguez en el tercer capítulo, Los supuestos del transhumanismo: «El discurso transhumanista está desempeñando una función ideológica en determinados contextos culturales y políticos, y está sirviendo para legitimar ciertas prácticas tecnológicas y para promover cambios sociales de acuerdo con ciertos fines, valores y principios». Y más adelante afirma: «El ser humano no es lo central para el transhumanismo, como sí lo es para el humanismo, ni su preservación es un objetivo que deba perseguirse a ultranza. Habrá que elegir tarde o temprano entre trabajar en favor de lo humano o en favor de lo poshumano, y los objetivos y los medios no serán compatibles». Aquí radica, creo yo, la importancia de conocer en profundidad esta filosofía que pretende, ni más ni menos, que superar y acabar con el ser humano.
En febrero de 2019, la revista MIT Technology Review, en un artículo firmado por el periodista científico Antonio Regalado (Regalado, 2019), daba cuenta de la creación de una empresa que se iba a dedicar al «diseño de bebés» mediante el uso de la ingeniería genética. Para ello, la empresa introduciría modificaciones en la línea germinal humana, en concreto, modificaría genéticamente células de embriones que luego podrían dar lugar a óvulos y espermatozoides, asumiendo así la posibilidad de que cualquier modificación realizada pase a las generaciones futuras, algo que está prohibido por todas las legislaciones promulgadas hasta el momento presente. Entre otros objetivos, los responsables de la empresa ofrecían a los padres la posibilidad de tener niños transgénicos que puedan desarrollar una gran musculatura sin necesidad de ir al gimnasio, que puedan llegar a tener una longevidad supercentenaria o que tengan sangre del tipo AB+, convirtiéndolos en receptores universales. Dicho claramente, lo que pretendía esta empresa era crear bebés biomejorados, y así se nos anunciaba sin ambages. Como cualquier especialista sabe, la fiabilidad de tales pretensiones era más bien dudosa, y es de suponer que nadie le habría prestado demasiada atención al anuncio de esos empresarios biotecnológicos si no fuera porque solo un par de meses antes había saltado a todas las agencias del mundo la noticia de que el científico chino He Jiankui, hasta entonces alguien completamente desconocido, declaraba mediante un vídeo en YouTube –no en una publicación científica– haber conseguido el nacimiento de dos niñas gemelas, Lulu y Nana, que habían sido modificadas genéticamente por él y su equipo para hacerlas inmunes al virus del sida, enfermedad padecida por el padre. Los embriones habían sido editados genéticamente para introducir en ellos una variante alélica que proporciona resistencia a la infección por el VIH. Unos meses más tarde se confirmó el nacimiento de una tercera niña también modificada genéticamente. Se trataba del primer caso de intento de biomejoramiento humano mediante la modificación de la línea germinal.
Casi a las pocas horas de conocerse lo que He Jiankui decía haber hecho, se levantaron numerosas voces críticas dentro y fuera de la comunidad científica. La condena fue prácticamente unánime, y la Southern Casi a las pocas horas de conocerse lo que He Jiankui decía haber hecho, se levantaron numerosas voces críticas dentro y fuera de la comunidad científica. La condena fue prácticamente unánime, y la Southern University of Science and Technology de Shenzhen, que dio cobijo inicialmente a la investigación, se desvinculó con rapidez de ella y negó que hubiera concedido permiso para llevarla a cabo, afirmando que la autorización que el equipo de científicos mostraba era una falsificación. […]
Los capítulos cuatro y cinco —los más densos— están dedicados estrictamente a algunos aspectos filosóficos y de bioética relacionados con los conceptos de naturaleza y dignidad humanas. En general, los críticos y los opositores al transhumanismo argumentan que cualquier actuación significativa sobre el ser humano atentaría claramente contra su naturaleza y la dignidad intrínsecas. Diéguez repasa la historia de las modernas interpretaciones de estas concepciones y llega a la conclusión de que estas ideas de naturaleza y de dignidad, cuando se realiza un riguroso análisis filosófico de las mismas, no presentan, ni un consenso en sus definiciones, ni una inamovible posición que pudiera abortar cualquier investigación o puesta en práctica de tecnologías de mejoramiento. Para Diéguez, descartadas las generalizaciones totalizadoras, «la evaluación de casos concretos de biomejoramiento será en el futuro la estrategia más viable para establecer cualquier juicio moral relativo a este asunto».
El último capítulo, El síndrome Galatea o la fascinación por tecnoanimales, está dedicado a los modernos estudios de biotecnología aplicados a los animales. Desde la célebre oveja Dolly, nacida fruto de una clonación, son muchas las investigaciones sobre el biomejoramiento animal, investigaciones en general poco conocidas por la opinión pública. El “síndrome Galatea” es una expresión acuñada por el autor —sería el contrario al “síndrome Franskenstein”— que supone la atracción por lo monstruoso y lo antinatural cuando se trata de mejoras en animales. Es muy importante la vigilancia sobre este transanimalismo, ya que su desarrollo incontrolado sería la consolidación de cualquier tecnología de biomejoramiento y de la aceptación social de su equivalente transhumano, que vendría inmediatamente después. La obra finaliza con un breve epílogo sobre el baño de realidad que ha supuesto para los más radicales transhumanistas la pandemia del COVID-19, con una sociedad golpeada por un simple virus y muy lejos de estar en situación de implementar algunas de estas utopías poshumanas.
Hay que señalar la facilidad de lectura y la claridad de exposición de Cuerpos inadecuados, un ensayo donde Antonio Diéguez plantea infinidad de preguntas que aún no tienen respuesta —puede que nunca las tengan— pero que nos ayudan a afrontar con base científica y racionalidad filosófica el gigantesco reto que supone el transhumanismo.
Editorial Herder (2021)
Colección: Ensayo
216 págs.
Puntuación: 4 (de 5)
Ver y Comprar este libro en Amazon: https://amzn.to/3RzXiAm
El objetivo de esta obra es dar respuesta a todas las preguntas que el transhumanismo ha creado en la sociedad, poniendo al alcance del lector tanto las debilidades y fortalezas de sus argumentos, así como sus implicaciones ideológicas y filosóficas.
¿Es posible alargar la vida humana de forma indefinida por medio de la tecnología genética? Y, en caso de que lo fuera, ¿qué repercusiones tendría eso sobre la sociedad y nuestra forma de estar en el mundo? ¿Podremos unirnos a las máquinas alguna vez y llegar a ser cíborgs o a volcar nuestra mente en un ordenador, fundiéndonos así con la inteligencia artificial y consiguiendo un soporte imperecedero? ¿Qué modificaciones genéticas se efectúan en la actualidad en muchos animales y cuáles serían imaginables en el futuro? ¿Qué problemas éticos suscitan?
El transhumanismo es el discurso que se articula en torno a estas cuestiones y encierra una serie de presupuestos filosóficos, algunos de ellos bastante problemáticos. Se le suele criticar por su pretensión de cambiar la naturaleza humana, socavando así la base misma de la moralidad y de los derechos humanos, pero ¿es posible sostener a la luz de la biología actual un concepto de naturaleza humana que permita justificar esa crítica? (Sinopsis de la editorial)
Antonio Diéguez es Doctor en Filosofía y Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga. Hasta septiembre de 2015 presidió Asociación Iberoamericana de Filosofía de la Biología (AIFIBI). Ha sido profesor invitado en la Universidad Autónoma de México (UNAM) e investigador visitante en las universidades de Helsinki, Harvard y Oxford. Ha investigado en las áreas de la Filosofía de la Tecnología y de la Biología y, en los últimos años, se ha interesado por el tema del transhumanismo. Su posición al respecto es crítica, pero reconociendo los efectos positivos de la biotecnología e incluso de su posible uso para el mejoramiento humano. Ha publicado diversos libros y artículos sobre estos temas.
COMPARTE:
EMBÁRCATE EN LA LUCHA CONTRARREVOLUCIONARIA: Si quieres defender la cristiandad y la hispanidad, envíanos tus artículos comentando la actualidad de tu país hispano, o colaboraciones sobre la fe católica y la cultura, así como reseñas de libros, artículos de opinión… Ya superamos las 12.000.000 de páginas vistas anualmente en todo el mundo, únete a nuestro equipo de voluntarios y difunde la verdad compartiendo en redes sociales, o remitiendo tus colaboraciones a redaccion@tradicionviva.es . Puedes seguirnos en Telegram: t.me/tradicionviva / Facebook: @editorial.tradicionalista / Twitter: @Tradicion_Viva / Youtube: youtube.com/c/tradicionvivaTv / Suscríbete a nuestro boletín digital gratuito, pulsa aquí.
TE NECESITAMOS: Somos un espacio de análisis lejos de los dogmas de la corrección política; puedes colaborar haciendo una DONACIÓN (pulsando aquí)