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Historia

El cerco a Huesca: I- Siétamo

Siétamo es un municipio en la provincia de Huesca, que pertenece a la comarca de la Hoya, situado en la N-240 sobre una suave colina cerca del río Guatizalema. Su nombre hace mención a su distancia a la Osca Sertoriana (7 millas, en dirección este, o lo que es lo mismo unos 12 kilómetros) en la calzada que unía esta ciudad con Ilerda, la antigua Lérida. Es cuna de Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, Conde de Aranda, dos veces Grande de España, ministro de Carlos III y último noble inhumado en San Juan de la Peña. También nació aquí Ana Francisca Abarca de Bolea, escritora y poeta del barroco, una de las pocas escritoras que en su obra ha utilizado la fabla aragonesa. El Premio “Villa de Siétamo” es un galardón literario para obras en esta lengua propia, promovido por el Ayuntamiento de la Villa con la colaboración del Gobierno de Aragón.

La toma de Siétamo fue una larga operación militar, emprendida a últimos de julio de 1936 por los bombardeos de la aviación republicana, en la que se estuvo forcejeando con denuedo para conseguir ocupar Huesca. Los nacionales opusieron una pertinaz resistencia y la villa del conde de Aranda  cambió de dominio en manos de uno u otro bando sin que ninguno de ellos obtuviese una conquista duradera. Como tantos otros pueblos y ciudades, sufrió duramente los embates de los milicianos que, procedentes de Barcelona, llegaron arrasándolo todo en su interés por tomar la capital de la provincia desde el inicio de la guerra civil. A su paso por Cervera el día 23, por Lérida el 24 y después por Monzón, habían dejado un reguero de muerte e incendio. A Barbastro, la Columna Ascaso  llegó, ebria de sangre, hacia el 27 de julio; allí,  las turbas se sintieron ya seguras, quizás por los discursos de bienvenida de los mandos militares; así que el saqueo, pillaje e incendio en conventos e iglesias se hizo general. Se veía a gentes destrozando imágenes en plena calle a golpe de hacha entre risotadas y blasfemias. Luego vendrían los asesinatos: claretianos, benedictinos, escolapios… Desde el señor Obispo al humilde gitano, unos 204 inocentes entre religiosos y seglares. Los militares republicanos de Barbastro, si bien no parece que alentaran estos desmanes, sí consta que, como en tantos otros sitios, no hicieron nada por evitarlos y, quizá por ello, pudo actuar con tanta  libertad el conocido como “Chipien”, Eusebio Tormil Vicién[1], el monstruo de Barbastro.

Su Comandancia estaba compuesta por el comandante jefe de la media Brigada formada por el Batallón Ciudad Rodrigo nº 4 y por el de Seo de Urgel, coronel de Infantería José Villalba Rubio[2], el teniente coronel de Infantería González Morales[3], jefe del Batallón de Montaña nº 4;  el jefe de la Compañía de Carabineros era el capitán Joaquín Merino y el de la Sección de la Guardia Civil, el alférez Lozano; todos ellos se habían mantenido fieles a la República esperando sus instrucciones y refuerzos. En esa columna figuraba un cadete, hijo del general Francisco Llano de la Encomienda que más adelante será hecho prisionero de las tropas nacionales.

Al llegar la columna anarquista de Domingo Ascaso, se unieron, de modo que entre las tropas de los mencionados más las dos columnas del POUM ̶  la “Lenin” al mando de José Rovira  y la “Maurín”,  ̶  más “Los Aguiluchos”  de García Oliver, componían una enorme fuerza de unos 7.000 hombres. Por la experiencia del coronel Villalba, la República le concedió el mando de todas las unidades que asediaban Huesca, realizando ataques contra la ciudad en septiembre y en octubre sin llegar a conquistarla. Pronto tuvo alguna discusión con los jefes anarquistas, caso de Durruti, por la forma de llevar la lucha en Aragón. En algunos documentos de este periodo aparece como jefe del Frente de Aragón, pero este cargo ni le fue otorgado oficialmente ni llegó a desempeñarlo, ya que toda su labor en este frente se centró en torno a Huesca.

El día 28 de julio sale la columna Ascaso a poner sitio a Almudévar en la carretera de Huesca a Zaragoza, y a Siétamo en la que lleva desde Barbastro a la ciudad oscense, y por otras localidades con la intención de, formando una tenaza, dejar aislada a la capital. Para facilitarlo, los bombardeos sobre la ciudad fueron continuos causando varios muertos y heridos.

Huesca, comprendida en la V División Orgánica,  que tenía su cabecera en la ciudad de Zaragoza,  abarcaba, además, las provincias de Zaragoza, Teruel y Soria, al mando de Miguel Cabanellas Ferrer, D. Gregorio de Benito Terraza, General de  Brigada de Infantería y gobernador militar de la plaza y provincia, estaba a cargo de la 10ª Brigada de Infantería, con los Regimientos Galicia 19 en Jaca, (cuyo Comandante militar era el coronel D. Rafael Bernabeu Masip su segundo jefe, teniente coronel Gorgojo; y los jefes respectivos de su primero y segundo batallones, comandantes Pareja Arenilla y de la Vega) y el Valladolid 20 en Huesca, bajo el mando directo del coronel  jefe D. Carmelo García Conde quien temía  la simpatía  por la República de las clases de tropa y soldados porque buena parte de ellos eran catalanes fichados como extremistas de izquierda. Esta actitud se  comprobó pocos días después del 18 de julio al comenzar las deserciones masivas que fueron cortadas mediante el traslado de esos soldados a otros frentes. El coronel García Conde reunió en la sala de banderas a los jefes y oficiales del Regimiento para ponerles en antecedentes. Los que más entusiasmo mostraron ante el cariz que tomaban los acontecimientos fueron los comandantes Ricardo Enamorado, Enrique Ayala, José Aranaz del Regimiento nº 20 de guarnición en Huesca, el comandante José Luis de la Vega, del Regimiento nº 19 de Jaca y el comandante de Estado Mayor Manuel Ruiz de la Serna; los capitanes Algarra, Mayoral, Giménez Carruesco y Miranda y los tenientes San Miguel, Alba, Soto y Macías. La Guardia Civil estaba al mando del Teniente Coronel D. Manuel Díez Ticio el cual,  por  mantener una actitud claramente dubitativa, motivó, por la premura de tiempo, a que un grupo de oficiales del Regimiento Valladolid, que ya formaban parte del complot,  ̶ entre ellos sus hijos, los tenientes Rafael y Manuel Díez García ̶   se entrevistaran con él. Por cierto, que este último resultó muerto en los primeros ataques a Siétamo.

Hay que señalar que la dotación en hombres estaba mermada por el elevado número de quienes se encontraban disfrutando de la vacación anual. También andaban muy escasos de munición y piezas de artillería. A las fuerzas no desertoras del Regimiento nº 20[4], se unieron 9 compañías del Galicia 19 y se formó rápidamente un “batallón” con voluntarios, al que se unieron, el 28 de julio, 200 falangistas de la Rioja y los 275 Requetés de Tafalla, que se alojaron en el Casino Oscense, a pesar de lo cual, aunque no se equilibraron las fuerzas,  ̶ el número de milicianos seguía siendo muy superior, ̶ sí contribuyeron a mejorar la defensa de la ciudad  y a dificultar  los repetidos ataques republicanos a poblaciones, como Siétamo, próximas a la capital provincial.

Consciente del peligro que suponía la inminente llegada del movimiento libertario, Ignacio Laliena, celador de telefónica en la villa, se subió a lo alto de un poste desde el huerto de Morcat para conectar con la capital y avisar de la apremiante amenaza.

La resistencia nacional en Siétamo la dirigió, según Martínez Bande, el teniente de la Guardia Civil Manuel Lahoz  el cual movió sus tropas con mucha habilidad y gran decisión durante la noche y en la madrugada  del día 29, consiguieron, mediante un ataque tan audaz por su   parte como inesperado por el de los frentepopulistas, poner en retirada a éstos cuando lograban ocupar las primeras casas del pueblo, gracias a la convergencia de dos pequeñas columnas venidas desde Huesca y Zaragoza y al valor de algunos civiles como el falangista Leoncio Mainar Noguerol quien con su tractor transportó desde Chimillas material de artillería del que estaban muy necesitados.

Los republicanos dejaron en el campo de batalla una treintena de muertos, varias decenas de heridos, numerosos prisioneros y la pérdida de un camión blindado y un variado e importante material de guerra. Volaron varios aeroplanos sobre Siétamo y Huesca, pero no causaron graves daños. La cooperación de la población civil a la defensa de la ciudad fue muy importante, por ello, quedando, de momento,  pacificada, tropas y fuerzas auxiliares regresaron a Huesca a última hora de la tarde entonando cánticos entre aclamaciones y vivas a España.

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2014-05-18 entierro requete elias lecumberriEn este primer enfrentamiento resultó muerto el requeté navarro Severiano Elías Lecumberri cuyo cuerpo fue trasladado a Huesca donde recibió un gran homenaje.

La capital no había conocido manifestación patriótica como la del entierro de este requeté. La guarnición le dedicó una monumental corona de flores, alrededor del féretro marchaban los sacerdotes entonando un responso y seguía una banda militar tocando marchas fúnebres. En Los Porches, el señor García Conde dedicó elocuentes palabras de ofrenda  al patriota muerto y exaltó el comportamiento de los requetés de Navarra. Después desfilaron las tropas entre vivas patrióticos. La manifestación llenaba todo el Coso y luego se dirigió al cementerio marchando muchas personas a pie.

El día 31 de julio los milicianos de Ascaso volverían a intentar la toma de Siétamo empleando en ello cerca de unos 2.000 hombres, varias ametralladoras y algún vehículo blindado, aunque de manera rudimentaria. El pueblo estaba defendido en ese momento por su reducida guarnición de la Guardia Civil, los voluntarios de Acción Ciudadana y algunos falangistas llegados el día anterior sumando en total no más del centenar de hombres. El combate duraría todo el día y resultaría especialmente cruento, resolviéndose por la tarde cuando desde Huesca logró llegar en auxilio de sus defensores una columna de soldados, requetés y falangistas que equilibraría la inferioridad de los defensores de Siétamo poniendo en fuga de nuevo a los frentepopulistas que se retiraron a Angües, cuyo alcalde no quiso resistir, ante lo cual, los guardias civiles Catalinete, Visús, Borruel, el teniente Soto y el capitán Ramia, más algunos guardias de Casbas, se pasaron a defender la villa sitiada.

El falangista Federico Cañiz Trian

El falangista Federico Cañiz Trian

Al día siguiente (1 de agosto),  reforzados con algún cañón tomado a los nacionales, volvieron los milicianos a intentar la conquista. La situación de los defensores se hizo tan lamentable al no recibir nuevos refuerzos que decidieron que la mayoría de sus activos, escoltando a la población civil que estaba refugiada en una sacristía posterior de la iglesia, abandonara el pueblo en dirección a Huesca, quedando en él una decena de guardias civiles, una veintena de falangistas y algún militar del Regimiento nº 20  para cubrir la retirada y retrasar, en lo posible, el seguro avance de los milicianos dando tiempo a que desde Huesca se les socorriese  nuevamente  o, sobre todo, a que la capital afirmara sus defensas. En este combate encontró la muerte el teniente del Regimiento nº 20, Manuel Díez García, hijo del  Teniente Coronel D. Manuel Díez Ticio y fue hecho prisionero el falangista Liesa.[5] El reducido grupo de defensores lograría aún atrincherarse en la iglesia del pueblo desde cuya torre causarían fuertes bajas al enemigo gracias al certero fuego que realizaron desde ella. En este episodio se producen las tres primeras víctimas de la Falange oscense: Federico Cañiz Trian, Luis Durán y José María Torréns Ferrer.

En agosto se habían incorporado más milicianos a las filas del POUM. El veinte por ciento de sus milicias estaban desplegadas en el Frente de Huesca; 6.000 milicianos, y una importante parte de ellos ante Siétamo.

Los nacionales debían controlar además las partidas sueltas de revolucionarios que merodeaban por la sierra, como la de Hilario Salanova, el llamado Negús de Tardienta que realizaron importantes averías en la conducción de agua potable, hasta que muy pronto lograron la total ocupación del manantial de San Julián, privando a Huesca de su riquísima agua potable. En consecuencia, el mayor número de víctimas en Huesca, muertos y heridos no se produjo por la acción de las bombas, sino como consecuencia del paludismo y las fiebres e infecciones asociadas a la mala calidad del agua de boca que había de proveerse en pozos y fuentes[6].  Para contrarrestar estas acciones, el capitán Fernando Martínez López se puso al mando de un nuevo grupo de acción y estructura militar, los Voluntarios de Santiago, al que se sumaría con idéntico afán de servicio otra agrupación de entusiastas bajo la denominación de La Campana de Huesca.

El día 2 los milicianos volvieron a la carga sobre Siétamo, pero se estrellaron ante las fuerzas del Regimiento nº 20 a cuyo mando estaba el capitán don José Antonio Mateu Nicolau. Se reconquistó el cerro de San Jorge[7], gracias al valor de 20 hombres con el capitán Cabrerizo y el teniente de Artillería Bescós Lasierre al frente. Sin embargo, las refriegas no cesan. El 9 de agosto los republicanos atacan de nuevo Siétamo, esta vez a las cuatro de la mañana, con baterías de artillería en un feroz combate que duró hasta las cuatro de la tarde. Aviones bombardean el pueblo, pero llegaron refuerzos de Huesca y el coronel Villalba tuvo que replegarse a Barbastro[8]. Se mantiene, sin embargo, la situación y durante  todo el mes no cesan los combates en forma de pequeñas escaramuzas, hasta que el día 31 de agosto el ejército republicano se lanza sobre la villa siendo uno de los días más duros del asedio. Desde el amanecer y durante catorce horas, la artillería bombardeó la ciudad y atacó con la infantería por todos los frentes. A la columna Ascaso se había unido la Lenin y la segunda del POUM más el apoyo de una sección motorizada de la columna Durruti, formada por mil hombres, ̶ que se desplazó desde el sur de Zaragoza, seguramente Bujaraloz ̶ . En total, unos 3.000 hombres.

Ello motivó que los nacionales  desplazaran desde Jaca 900 hombres del Regimiento Galicia 19 y la villa resistió a pesar de que en el depósito del armamento del cuartel solo se contaba con una caja de 1.600 cartuchos.

Al amanecer del día siguiente, la artillería republicana bombardeó de nuevo Huesca y el cerro de San Jorge, pero, con un simple cañón, los nacionales obligaron a retirarse a un tren blindado que llegaba desde Vicién. Estos comienzos del mes de septiembre fueron de ofensivas continuas sobre el frente de Huesca. Presionaron sobre Alcalá del Obispo, Fañanás, Angües, Chimillas, Tierz,  Siétamo y la capital, diversas columnas anarquistas. El primer día de septiembre trece aviones bombardearon lo que quedaba de Siétamo y después lo hizo la artillería. El día 4 quedó incomunicado el pueblo con la posición de Estrecho Quinto, defendida por los soldados del Valladolid 20. El teniente de infantería Rufino Sanmiguel Lahoz, que en comisión de servicio trató de establecer contacto con la capital, fue capturado después de herirle y, tal como acostumbraban, sin respetar los Convenios Internacionales respecto al trato y consideración debidos a prisioneros de guerra, le asesinaron después de torturarle durante dos días sin conseguir que revelara el número y disposición de fuerzas nacionales.

A  pesar de los bombardeos de artillería y de carros de combate sufridos  hasta el día 13 en que reciben orden de retirarse hacia Estrecho Quinto, Siétamo resistió con heroísmo,  46 días de duro asedio. Los últimos combates se desarrollaron cuerpo a cuerpo, la artillería, al estar tan próximos los combatientes, tuvieron que utilizarla tirando a cero[9] y el pueblo tuvo que ser ganado a pulso, casa por casa. En estos combates  encuentran  la muerte por el mismo morterazo, el vecino Jorge Buisán y el Comandante de Puesto, Sargento Antonio Javierre Arnal de 47 años de edad, padre de cuatro hijos: María, Antonio, José María y Andrés.

Nos cuenta las vicisitudes de este último enfrentamiento su propio hijo José María, años después, a través de la pluma de Antonio Lorca[10]:

El ejército republicano volvió a la carga. De nuevo la madre tuvo que refugiarse en la iglesia, mientras que el padre y el hijo mayor[11] se unieron a los que trataban de detener a los asaltantes, parapetados tras una trinchera de sacos a la entrada del pueblo. Los milicianos, que tenían sitiada la localidad y eran muy superiores en número y medios, lanzaron un morterazo que acertó de lleno en el cuerpo del sargento, quien cayó herido de muerte a los pies de Antonio.”  Y continua:

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“No puedo ni imaginar la impresión de mi hermano. Sé que mi padre aún tuvo tiempo de decirle: Hijo mío, yo he terminado; muero por Dios y por España. Ahora os toca a vosotros”. Enloquecido, Antonio cogió el fusil de mi padre y salió a pecho descubierto hacia donde estaban los atacantes; afortunadamente, pudieron retenerlo antes de que lo mataran también a él”.

“Antonio y mi madre lograron llevar a rastras el cadáver hasta la iglesia y lo enterraron en una capilla. Los milicianos se hicieron los amos de Siétamo y, enardecidos por el triunfo, acabaron con las existencias del buen vino de la tierra. Ocasión que aprovecharon los que estaban refugiados en la iglesia para escapar”.

Gracias a que pudieron replegarse hacia Estrecho de Quinto, no vieron la salvaje respuesta de los milicianos quienes encabezados por Manuel Sistac Cuello y Antonio Gracia Cabellud[12], con sus padres y dos hermanos, sacaron el cuerpo del sargento Javierre que con tanto esfuerzo habían enterrado en la iglesia Antonio y su madre, lo arrastraron por las calles del pueblo hasta llevarlo a las afueras donde le rociaron con gasolina antes de quemarlo y aventar sus cenizas.

Puede leer:  Carta Colectiva del Episcopado Español 1937

¿Qué pasaría por la cabeza de estos adolescentes, ante la tragedia de la muerte del sargento Javierre? Antonio, un chaval de quince años tuvo que amparar en sus brazos el destrozado cuerpo de su padre; de ese padre que, en palabras de José María, “era guardia civil con la misma dignidad que hubiera demostrado si hubiera sido virrey del Perú. Era inteligente, serio honesto. Hizo nacer en nosotros  el orgullo de verlo tan alto, tan fuerte, y creo que toda la gente del lugar lo consideraba custodio del orden y la paz. Nada malo podía ocurrir cuando mi padre estaba plantado como una torre en torno a la cual hemos jugado sus hijos radiantes de felicidad….”

El mismo José María se pregunta por la huella que el episodio de la dramática muerte del padre pudo dejar en las neuronas cerebrales de Antonio. El caso es que este chaval que fue propuesto para la medalla militar por sus valientes actuaciones en la defensa de Siétamo, cambió la orientación de su vida y llegó a ser Príncipe de la Iglesia, (el Cardenal Antonio María Javierre Ortás[13]), aunque, en un primer momento a las preguntas del director del colegio salesiano de Huesca sobre si le gustaría dedicar su vida a Dios, respondió con decisión: “Si, don Estanislao, con las armas”. Con 19 años ingresó en la Congregación Salesiana y fue ordenado sacerdote el 24 de abril de 1949, nueve años después. Estudió Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y prosiguió sus estudios en Roma y Lovaina. En 1976 fue nombrado Secretario de la Congregación para la Educación Católica y consagrado Obispo. Entre 1988 y 1991 fue Prefecto del Archivo Vaticano y de la Biblioteca Vaticana. El Papa Juan Pablo II le otorgó el título de Cardenal diácono el 28 de junio de 1988. De 1996 a 1999 ocupó el cargo de Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Fue elevado al rango de Cardenal presbítero del mismo título el 9 de enero de 1999. Falleció el 1 de febrero de 2007 en Roma a causa de un infarto a la edad de 85 años. Sus exequias fueron oficiadas por el Papa Benedicto XVI en la Basílica de San Pedro.

Esa huella que impactó a Antonio, no fue menor en el propio José María. A la admiración que sentía por su padre se unía la ternura, el cariño por su madre de la que dice: “de Huesca decidió trasladar la familia a Zaragoza y allí se presentó con sus cuatro hijos: María dieciocho años, Antonio quince, José María doce y Andrés, diez, y con los bolsillos absolutamente vacíos. Muchas veces me he preguntado cómo aquella mujer tan chiquitina y delgadita pudo sacarnos adelante. Recibíamos una pequeña pensión y la Guardia Civil nos alojó en una chabolita pequeña, pero su preocupación era buscar un colegio para que siguiéramos estudiando”…

Y José María Javierre  Ortás[14] también fue llamado a la vocación sacerdotal. Estudió Humanidades en Huesca, teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, periodismo en la Escuela Oficial de Madrid y filosofía. Se ordenó sacerdote en 1947. En la década de 1950 residió en Roma donde fue vicerrector del Colegio Español, conoció en profundidad el sistema democrático de Italia y la importancia que por entonces tenía la Democracia Cristiana en aquel país, lo que le hizo evolucionar en sus convicciones políticas y convertirse en un firme defensor del sistema democrático. En 1958 se trasladó a Sevilla; en esta ciudad fue director del diario El Correo de Andalucía. Colaboró como periodista en diferentes medios como Canal Sur Televisión y participó en la publicación de la Gran Enciclopedia de Andalucía. Escribió diversos libros, la mayoría de ellos biografías de santos, como los dedicados a Santa Ángela de la Cruz (premio Ciudad de Sevilla en 1968), Fray Leopoldo de Alpandeire, Marcelo Spínola, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Dios, Cardenal Rafael Merry del Val y el Papa Pablo VI. Fue académico de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras e Hijo Adoptivo de Sevilla (1997).

Comentaba los tres factores que han sido decisivos en su visión de la vida y el mundo:

Primero su familia, segundo el seminario (“la incomodidad y la disciplina interior me forjaron mucho”) y el tercero, el cuartel, ”éramos muy conscientes de que formábamos una familia de la Guardia Civil y teníamos la obligación de ser buenos ciudadanos”.

Al respecto de la familia, cuenta una entrañable anécdota de su madre que muestra el temple y profundos valores cristianos que María Ortás, del pequeño pueblo de San Saturnino (Huesca), supo transmitir a sus hijos: “Al poco de empezar en el colegio de Zaragoza, mi madre nos recogió una mañana a Andrés y a mí. Íbamos los tres cogidos de la mano por una calle ancha que desemboca en la basílica del Pilar. Por la otra acera, venía un hombrecito de Siétamo, al que conocíamos, y mi madre nos dijo: Mirad a aquel señor. Ese es el hombre que quemó el cuerpo de vuestro padre y tiró las cenizas al aire, pero vosotros no le guardéis rencor. Debemos perdonarlo, porque así nos lo manda nuestro Señor Jesucristo.

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A mí no se me ha borrado aquella escena en la vida. Tan pequeña, tan delgadita y tan grande…Mi madre.”

Otros guardias civiles también cayeron y de manera bárbara en estos últimos y feroces combates, Ricardo Capitán León de 23 años, Emilio Banzo Otín de 42 años, Neftalí Visús Grasa de 33 años que fue mutilado y martirizado horrorosamente hasta morir[15], “siendo quemado su cuerpo y enterrados sus restos por los rojos en la calle Lanuza de dicho pueblo”[16];  Antonio Borruel Caborbaya  que resultó herido en la torre de la iglesia, al llegar los milicianos le remataron, le emascularon y se los pusieron en la boca, como ya habían hecho al martirizar al obispo de Barbastro. Al Regimiento de Valladolid pertenecían el cabo Longinos Mombiela Perales y soldados Agustín Guillén Argol, José Domingo Roig y José María Gabarre Otal e Hilario Buil de Falange Española y Antonio Fonz Cavero, paisano que resultaron muertos. Heridos graves del mismo Regimiento, fueron el cabo Jesús Gil Jaúregui y los soldados Juan Ramos Navarro, Antonio Larroy Cajal y Rafael Bilbao Learra: el guardia civil Justo Callén Ezquerra y el requeté Blas Iso Urizola. Menos graves resultaron los miembros de la guardia civil Pedro Puy Alber, cabo,  el número José Serrano Velasco y el requeté Doroteo Saragüeta Zubiri.

Siétamo le debe a las columnas anarquistas la pérdida de cientos de vidas, y de viviendas y la del Castillo Palacio del Conde de Aranda, hombre que, adelantado a su tiempo, ya en el siglo XVI, dió retiro a los obreros que en Valencia le fabricaban mosaicos en su famosa fábrica de Alcora ,  lo que no sirvió para que, por su recuerdo, fuera respetado por los libertarios. Como en tantos otros sitios, se llevaron todo lo que pudieron; además de las campanas,  saquearon, incendiaron, destruyeron totalmente la iglesia parroquial, robaron todos los objetos de culto y archivos, sesenta y tres cuadros, unos libros magníficos, por ejemplo los Anales de la Corona de Aragón de Zurita; profanaron el cementerio y procedieron al saqueo total de todo lo existente en las viviendas de la localidad después de incendiar tres calles completas, 78 casas y 89 pajares.

Después de tantos días de defender el terreno palmo a palmo, unos cuantos, aún con heridos[17], evacuaron la villa y junto a otros civiles, también heridos, llegaron a la posición de Estrecho Quinto, donde se continuó una lucha desigual por cuanto los milicianos contaban con abundante armamento y material, aún de abundantes armas automáticas y artillería de la que no disponían los nacionales, ya que, incluso carecían de comida, pero del  resto de las poblaciones que participaron en la defensa de Huesca,  se hablará próximamente.

Cuando al fin los republicanos se hicieron con el lugar, cometieron 19 asesinatos en aquellas  personas  de ideología de derechas que no pudieron retirarse hacia la zona nacional el día 13 tal como les fue ordenado.

En la lista, que se expone a continuación, figuran  los  19 asesinados de la localidad y de alguna otra persona natural de la villa, que lo fueron en las cercanías.

Los datos están obtenidos de la Causa General y conviene resaltar que según esos informes, en esta villa, cosa excepcional, no figura ningún sacerdote asesinado[18] y que el religioso claretiano P. Gregorio Chirivas Lacambra natural de la villa, lo fue en Barbastro.

En informe del alcalde de Siétamo que consta en la  Causa General 1408 exp. 68 da una relación de 23 personas que intervinieron en estos hechos además  de las hordas procedentes de Cataluña.

He aquí la relación de asesinados:

Apellidos Nombre Edad Fecha asesinato Lugar asesinato Afiliado/Cargo
BASTARÁS BRUSAN MANUEL 24 31/08/1936 Apiés en la partida denominada Barzón CEDA
BASTARÁS RUIZ JOSÉ MARÍA 24 18/09/1936 Siétamo CEDA
BENEDE GOTA FÉLIX 43 18/09/1936 Siétamo, en el lugar “fajas de la carretera de Castejón CEDA
BERGUA GRASAS ELEUTERIO 50 12/09/1936 Siétamo CEDA
BOIRA BASTARÁS JORGE 36 14/09/1936 Bespén CEDA
BOIRA NADAL JORGE 60 18/09/1936 Siétamo, en el lugar “fajas de la carretera de Castejón CEDA
BOIRA NADAL MARTÍN 50 18/09/1936 Arbuniés
BUIL BUIL PASCUAL 37 21/09/1936 Tierz CEDA
CAMPODARVE TRALLERO UNBER 67 18/09/1936 Siétamo, en el lugar “fajas de la carretera de Castejón CEDA
CHIRIVAS LACAMBRA GREGORIO 56 12/08/1936 Barbastro Religioso Claretiano
ESCARTÍN DUESO COSME 56 12/09/1936 Arbaniés a 1km en Sipan CEDA
LACAMBRA RAMÓN JOSÉ 39 12/09/1936 Siétamo ,en la finca Olives CEDA
LOBACO MATEO ÁNGEL 36 12/09/1936 Quicena en las proximidades del molino de Palacín CEDA
LOZANO CASTILLAS JUSTO 60 12/09/1936 Siétamo CEDA
MAIRAL CLEMENTE FRANCISCO 64 12/09/1936 Siétamo , salida de la carretera a Huesca CEDA
OLIVAR FERRANDO RAIMUNDO 50 07/09/1936 Siétamo CEDA
SATUÉ BALLARÍN MARTÍN 66 12/09/1936 Siétamo, por las Cellas CEDA
TRULLENQUE LIARTES FRANCISCO 52 12/09/1936 Siétamo CEDA
ZAMORA BALLARÍN VICENTE 47 12/09/1936 Siétamo CEDA

 

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Por su estratégica situación respecto a Huesca, aún destruida, la villa siguió siendo cabeza de puente y punto de concentración de tropas hasta el 25 de marzo de 1938 en que con el avance del ejército nacional, fue liberada la zona. En este período intermedio fue objeto del interés de fotógrafos, periodistas y políticos como Companys.

Ignacio Almudévar, Costumbrista de Aragón, relaciona  la visita de Companys con la secular afición de algunos políticos catalanes a considerar el Reino de Aragón parte de “la nación catalana” y, por tanto, su derecho a apropiarse de los bienes de Aragón: menciona el pórtico de la iglesia de El Tormillo, el expolio de los bienes de Sijena (del que ya hablamos en otro trabajo) o los cuadros de Pompenillo esta vez “sacados” a Baleares.

La zona resultó muy atractiva para fotógrafos, (Kati Horna,  Roberto Capa, Oltra, Centcelles, Guttman, pioneros de la cinematografía como Adrián Porchet, Pablo Willy, Félix Marquet o Juan Pallejá  y, desde luego,  escritores.

Es necesario mencionar, al menos, a dos asesores rusos que también estuvieron en la zona: el general Lukacs que murió en junio de 1937, en un punto cercano a Estrecho Quinto y fue considerado héroe y el general Kleber que le sustituyó pero que, por el contrario, murió en una de las famosas y terribles purgas estalinistas.

De los combates sucedidos durante la guerra civil se conocen muchos y muy importantes, pero quizás Siétamo no está incluido entre ellos a pesar de la dureza e importancia del fragor de los enfrentamientos sufridos allí. Puede acercarnos a la situación padecida, el hecho de que a pesar del tiempo transcurrido  (77 años), se siguen recuperando proyectiles sin estallar. Así ocurrió en el mes de septiembre  de 2012 en que fue necesario desactivar dos del calibre siete y medio, uno el día 3 y otro, dos días después, el día 5 del mismo mes de septiembre.


[1] Tormil Vicién, viejo cazador furtivo, mutilado del antebrazo izquierdo, que siempre vivió al margen de la Ley, realizó también innumerables asesinatos en Grado. Causa General Española 1566 Expte 1-104.

[2]A principios de 1936 es ascendido a coronel, y en abril nombrado jefe de la 2º media brigada de la 1º Brigada de montaña, con sede en Barbastro y batallones propios en Barbastro y la Seo de Urgell. Durante los meses siguientes tiene conocimiento de la preparación de la sublevación y se muestra partidario de ella. Por tradición familiar, todos sus hermanos (5), primos, tíos y hasta sus dos hijos estuvieron del lado de los sublevados; por sus convicciones políticas y por su forma de entender España estaba con el bando que se iba a sublevar. Se reunirá con Miguel Cabanellas un par de veces y prepara la revuelta en Barbastro. Se concretaron actividades en caso de que se produjera dicha sublevación, El Coronel Villalba se haría cargo de todas las tropas y del mando de la Guardia Civil y declararía el estado de Guerra a favor de la sublevación No obstante, al producirse la sublevación cambia de idea sin que se conozcan bien los motivos, aunque quizás pudo deberse a la incomunicación con respecto a los demás sublevados, a la presión anarquista incluso dentro de sus propias tropas, a la falta de unidad entre sus oficiales y al fracaso de la sublevación en Madrid y Barcelona. Según Mola, el Director del Alzamiento, “hubo defecciones por cobardía y las hubo por traición, y por algo más: tal, por ejemplo, el caso del flamante General de División José Eduardo Villalba Rubio, que exigió veinte mil duros ¡Cien mil pesetas! para sublevar la guarnición de Barbastro, cantidad que, como es lógico, no le dimos”.

[3] “El Teniente Coronel González Morales con mando en Huesca era, según rumor público, masón sometido incondicionalmente al guarnicionero del batallón, llamado Rossí, que ostentaba superior grado masónico”. Declaración de D. Modesto Lozano Valiente, teniente de la Guardia Civil, retirado, en Causa Gral. Exp 1-29 imagen  28 y 29/141

[4] El 2 de Julio de 1940 se concede al Regimiento Valladolid n.º 20 la medalla al mérito militar colectiva por los muchos y muy notoriamente distinguidos hechos de armas desarrollados durante los veinte meses que duró el cerco, asedio y bombardeo de la Plaza de Huesca.

[5] Este señor, natural  de Pueyo de Fañanás (Huesca) salvó la vida porque, adivinando las intenciones de sus carceleros, en cuanto le sacaron a la calle salió corriendo con la suerte de que los múltiples disparos que  realizaron contra él, no dieron en el blanco.

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[6] Jesús Giménez Brunet y Jesús Paraíso Gros: “El Archivo  de la Cruz Roja  de Huesca. Un fondo documental para el estudio de la guerra civil en el Frente de Huesca capital”.               

[7]  Punto artillero  desde el que se atacaba con mayor facilidad a la villa.

[8] Algarra Ráfegas Antonio: “Asedio de Huesca. Evocaciones de la Guerra. Zaragoza, 1941 pgs. 45-47

[9] Se dice cuando es necesario bajar tanto el ángulo de elevación que es como si ya no la hubiera, el ángulo sería cero y el cañón en disposición horizontal.

[10] Antonio Lorca:”José María Javierre. La sonrisa seductora de la Iglesia”. Ediciones Sígueme 2010.

[11] Algunos civiles, entre ellos los Javierre,  se habían refugiado unos días antes en Huesca, de donde volvieron los padres y Antonio cuando el Ejército Nacional recuperó el control de la localidad.

[12] Según consta en el informe firmado por el Comandante de Puesto de Siétamo en Causa General 1408 Exp 68 imagen 65/66 y 68

[13] S.D.B. (n. Siétamo (Huesca); 21 de febrero de 1921 – f. Roma; 1 de febrero de 2007)

[14] n. Lanaja (Huesca); 5 de marzo de 1924 – f. Sevilla; 17 de diciembre de 2009, perteneció a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos.

[15] Según consta en el informe firmado por el Comandante de Puesto de Siétamo en Causa General 1408 Exp 68 imagen 65/66, el autor fue Antonio Gracia Cabellud junto a sus padres y dos hermanos.

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[16]Informe oficial que figura manuscrito en su expediente personal.

[17]Entre ellos estaba el guardia civil José Catalinete Orós de 33 años,  herido en una calle de la villa  en combate cuerpo a cuerpo por bala explosiva que le causó enormes destrozos en el brazo derecho y pecho. En la posición de Estrecho Quinto falleció el 17,  siendo enterrado por el cabo y unos soldados en una finca de labor contigua a la carretera de Huesca a Loporzano.

[18] El párroco de Siétamo, Mosén Marcelino Playán Arnal, (de Antillón, 6 de junio de 1872) marchó a Huesca en los últimos días de julio. Regresó a la villa donde acabó sus días y su testimonio sacerdotal el 10 de abril de 1939 en su parroquia.

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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