En este mundo actual en el que con tanta fuerza irrumpe la imagen, han surgido diversas controversias alrededor de alguna de ellas. Quizás la primera fue la suscitada con la célebre fotografía “Muerte de un miliciano” del conocido fotógrafo Robert Capa; después corrió por las webs una magnífica foto de un hombre joven al que precipitada e inconscientemente se le adjudicó la identidad de un beato. Al tiempo, surgió entre miembros de alguna página web un pequeño debate acerca de a quién representa esta fotografía que figura al margen. Los disidentes aseguran que no se trata de Margarita Nelken, sino de Mika Feldman, conocida como Etchebéhère, por matrimonio con Hipólito Etchebéhère, joven estudiante de Ingeniería, de origen francés, ambos argentinos que combatieron en las filas anarquistas durante la guerra civil.
¿Cómo pueden ser confundidas estas dos mujeres habiendo manifestado personalidades tan dispares? Veamos, sucintamente, los hechos que caracterizan a cada una de ellas.
Mika Etchebéhère no desempeñó cargo político alguno. Militó en el Partido Comunista Argentino de 1924 a 1926 del que, junto a su marido, fue expulsada por sus desacuerdos con la política estalinista del PCA y por sus simpatías con la figura de León Trotski (como es sabido, en total discordancia con Nelken a quien algunos[1] acusan de haber colaborado en el asesinato de aquél). En 1931 se trasladan a Europa y tras unas breves estancias en España y Francia se instalan en Berlín. Los años alemanes son de intensa actividad política y de relaciones con grupos comunistas y trotskistas.
Con el triunfo del Frente Popular en España, deciden establecerse en Madrid. En julio de 1936 ambos parten en una columna formada por miembros del POUM, partido con el que se sentían identificados aunque nunca llegaron a ser militantes orgánicos. En el primer combate en el que participan, la toma de Atienza, Hipólito muere y Mika ocupa su puesto tratando de defender siempre los ideales compartidos con su marido, pendiente de seguir por amor su estela, su pasión revolucionaria, supo con esfuerzo y dedicación, consolidar una jefatura al elegirla los demás combatientes heredera del mando militar de Hippo. Más tarde, con la integración de la milicia poumista en el ejército republicano, obtendrá el grado de capitana en la División comandada por Cipriano Mera, única mujer que ocupó un cargo con mando de tropa en el curso de la guerra civil y además con una autoridad tan reconocida que, habiendo mayoría de hombres, neutralizó los prejuicios machistas. Su compañía se batirá en la defensa primero de Sigüenza y después en una trinchera en la Moncloa de Madrid, en Pineda de Húmera y con otras unidades, y en desalojar a los nacionales del Cerro del Águila.
Mary Nash en su libro “Rojas” hace el siguiente comentario respecto a la concepción igualitaria de su grupo:
“Finalmente, Etchebéhere se las ingenió para convencer a los hombres de que aceptaran una división igualitaria de las tareas de la Columna, pero indudablemente eso sólo se consiguió porque la oficial al mando era una mujer con una conciencia feminista sumamente excepcional en lo tocante a la igualdad de las mujeres”.
Otro detalle significativo ilustra sobre su capacidad de mando. Una noche en Sigüenza, un miliciano que debía ocupar su turno de centinela duerme profundamente. Nadie puede arrancarlo de su sueño Mika lo agarra del pelo con la mano izquierda, lo abofetea con la derecha. Nadie sabe cómo puede reaccionar un hombre en un momento así, pero como la propia Mika cuenta: “Me mira fijo un instante, muy corto, se levanta, toma el fusil que le tiende el compañero y se marcha con paso decidido al parapeto. Cuando vuelvo a acostarme, el pensamiento de lo que acabo de hacer me impide dormir. ¿Por qué se ha dejado pegar ese hombre? ¿De qué honduras ignoradas salió mi violencia?”.
Los que conocen la personalidad de Nelken la considerará incapaz de plantearse estos problemas de conciencia porque reflejan una sensibilidad y una finura de sentimientos nunca demostrados en sus furibundas arengas y mítines durante la guerra.
Por supuesto que Mika necesitó todo el acopio posible de valor y lucidez para ganarse semejante apoyo. Aparte de mujer, era “trotskista”, se dice entre la tropa que no acaba de entender cuál es el problema. Leen las acusaciones y mascullan entre ellos. Ninguno quiere entrar en discusión, prefieren ignorar el credo de la capitana. Un día pasan delante de un muro en el que hay una pintada firmada con la hoz y el martillo que pone: “si encuentras un fascista, detenlo; si encuentras un trotskista, mátalo”. Los milicianos, haciendo caso omiso de la orden, se guardaron sus posibles prejuicios y la apoyaron. Había dado ya pruebas de gran serenidad y decisión cuando, encontrándose cercada con otros camaradas suyos en Sigüenza, logró abrirse camino y escapar del enemigo.Mika fue un jefe que aplicaba al pie de la letra las reglas de «Hippo», y se situaba en primera línea de combate como ocurrió en los de Sigüenza o en el frente de Guadalajara. Se limitaba a luchar contra sus adversarios y a intentar proteger a sus soldados.
No sirvieron de nada sus esfuerzos bélicos. En plena guerra por el enfrentamiento stalinistas-poumistas, Mika fue detenida en el frente a mediados de Mayo de 1937 y conducida a los calabozos de la Dirección General de Seguridad (DGS) en Madrid, bajo la acusación de “desafecta” a la República. Cipriano Mera que tenía poca preparación intelectual pero mucha perspicacia política, señaló que detrás de este asunto de la detención había una maniobra estalinista para “deshacerse de esa mujer por ser del POUM”. Rápidamente acude a la DGS y se entrevista con el director, Manuel Muñoz, ante el cual expone la irreprochable conducta militar de Mika. Dijo de ella que era una mujer valiente y capaz; acaso demasiado madre con los milicianos a sus órdenes. Era cierto, cuidaba de sus milicianos efectivamente con cariño maternal: se preocupaba de que comieran caliente, durmieran, tuvieran ropa y calzado, medicinas…les llevaba libros fáciles y entretenidos para los momentos de inacción, les reconfortaba con chocolate caliente y, daba personalmente a los enfermos con bronquitis, su correspondiente cucharada de jarabe. Realmente sus milicianos la adoraban por su cariño y respetaban por su valentía. Consiguió Mera su puesta en libertad pero ya no se la permitió volver al ejército, se dedicó a tareas de formación y cultura por encargo de la CNT en un hospital de Madrid en donde permaneció hasta días antes de la caída de la ciudad. Dejó testimonio de su actividad durante la guerra como miliciana, en un libro publicado en París en 1975, Ma guerre d’Espagne à moi.
Solo coinciden ambas mujeres, Nelken y Mika, en ser militantes de izquierda y descendientes de judíos. En las demás características de sus personalidades, son absolutamente divergentes. La contraposición no puede ser más absoluta. Mika era partidaria y defensora de las ideas troskistas, pero no política y muy unida a su marido. Margarita Nelken, mujer muy independiente en todos los aspectos, militó primero en el socialismo por el que fue diputada por Badajoz y posteriormente en el comunismo, siendo una ferviente defensora de Stalin. Algunos le achacan, como miembro de los servicios secretos rusos, cierta participación en el asesinato de Trostki[2]. Tenía un carácter radical, extremado, violento y duro: la dama de los excesos, en palabras de Raúl Ianes.
Edgar Neville, el internacionalmente famoso autor teatral, en su artículo“Margarita Nelken o la maldad” escribía este artículo, del que transcribimos un extracto[3]:
“En aquel terrible Madrid de agosto del 36, cuando el terror llegaba al máximo, apareció una noche en «Claridad» un artículo de Margarita Nelken en que pedía a las milicias no se limitaran a asesinar hombres, sino que incluyeran en “los paseos” a las esposas, novias o hermanas de los perseguidos. Estaba uno curado, al parecer, de espanto y sin embargo aquella especial incitación al crimen nos produjo la peor angustia.
El artículo tuvo su efecto, las arpías de los barrios se unieron a la ronda de la muerte y comenzaron a caer finas mujeres de la burguesía, blancas y espigadas madrileñas, en plena juventud, pues a la incitación criminal habían respondido los más bajos sentimientos humanos y aquello se convertía en la venganza, en suspenso durante siglos, de la fea contra la guapa.
En aquellas noches calientes del estío madrileño aparecieron en solares y desmontes y en las trágicas posturas de la muerte, los cuerpos desgarrados de la flor del garbo, de las más bellas muchachas de la ciudad. Entre sus vestidos, hechos jirones, brillaba su tersa carne blanca con luz de luna. Conocemos a las mujeres que fusilaban, eran aquellos monstruos de los desfiles del 1º de mayo y de las broncas de los mercados arrabaleros. Eran las feas en celo, las contrahechas en rebelión, supurando odio y envidia, vengando en aquellas víctimas un daño del que eran inocentes, vengando el desaire perpetuo de los hombres hacia ellas. (……)
Había mujeres más feas y de peor figura, pero salvadas por la Gracia. En ella era todo repulsión. (……..)
¡Cuánta inquina!
Su rencor la llevó a los pueblos a predicar el robo y el asesinato, quería quitarse de en medio a toda la gente que le recordaba su condición y cuando comenzó la orgía, de pronto se dio cuenta de que podrían salvarse las mujeres bonitas.
«¡Que las maten también!»- gemía en «Claridad»…
Pasada la guerra tendremos el corazón lleno de deseos de perdonar el daño, la comprensión para sin fin de actitudes, pero no podremos olvidar a los que aprovecharon esta tremenda convulsión para mostrar que eran la encarnación del mal, que tenían un alma podrida. (…..)
No podremos olvidar, ni perdonar, a los asesinos, pero tampoco a los que encaramados en una situación de privilegio desde la que pudieron salvar, escarnecieron por el contrario, acusaron, denunciaron, llevaron a la muerte a tanto inocente. (……)
Margarita Nelken es un tipo representativo, azuzadora del odio, promotora de la muerte, merece nuestro encono eterno, nuestro castigo inexorable.
Edgar Neville.”
Y Pemán, el gran escritor tan denostado por la progresía, le dedicó el canto XVII de su poema “La Bestia y el Ángel” publicado por la Editorial Jerarquía en 1938 que la describe perfectamente:
Y aquella tarde, contra
las luces del crepúsculo sangriento,
una walkiria rubia, desmelenada al viento,
llena los aires de rencor: “Las piedras
del Alcázar—les grita—serán lechos
para nuestras mujeres y nuestros milicianos”.
Y las uñas sangrantes de sus manos
repintadas profanan la serena
tarde y la dulce Sagra de abejas de oro llena.
¡Ay, maldita, maldita
tú, la hebrea; la del hijo sin padre: Margarita!
¡Nombre de flor y espíritu de hiena!”
Supongo que se aducirá que estas obras lo son de autores manifiestamente contrarios a sus ideas. Es cierto, pero igualmente podrían haber escrito de Mika si ésta hubiera dado motivo para ello. Debo decir que por más que los he tratado de localizar, no he encontrado ningún artículo ni libro en el mismo sentido sobre la Etchebéhère. Además, como queda dicho, el mismo García Oliver corrobora estos escritos al acusar a la Nelken de haber intervenido en los asesinatos y actuaciones de las chekas por las JSU.
Después de lo expuesto, ¿Creen que la referida foto del pistolón no le va como un guante a la Nelken? Comparando ambas personalidades, ¿a cuál de las dos mujeres le correspondería con mayor certeza la fotografía?
Si sus personalidades son absolutamente dispares, los rasgos físicos también también lo son.
La cara de Margarita Nelken es alargada, como lo es también la de su hermana Carmen Eva, conocida como Magda Donato (en la foto de la izquierda) y la de Magda, la hija de Margarita, a la derecha.
Las fotografías de Mika, por el contrario, nos muestran una mujer de rasgos menos angulosos y alargados que los que podemos apreciar en las fotos de Margarita y su familia. Su cara es más redondeada tal como aparece en las siguientes fotografías vestida de miliciana, si bien con un atuendo diferente del que lleva la miliciana de la foto que nos ocupa.
Debemos prestar atención a un detalle muy significativo por la importancia que puede tener para una persona que se está jugando la vida, como es la colocación del pistolón.
Antonina Rodrigo[4], con un infantilismo impropio, asegura al pie de foto que “aunque llevaban armas cortas, al parecer nunca las utilizaron”. Esto resulta difícil de creer por el momento histórico en que se desarrollaron los hechos y por las características del personaje que la autora dice que representa. No obstante, al no tratarse de un adorno, es de suponer que cada una de estas mujeres las llevaría en el lugar que mejor les facilitara el disparo. Comparando ambas fotografías se deduce que cada una lo entendía de modo distinto: Nelken lo lleva a la izquierda, de modo que, o bien era zurda, o cruzaba la mano derecha por delante para desenfundar; por el contrario, Mika lleva a la derecha su arma. Dos mujeres diferentes también en ese aspecto .
Repasemos las publicaciones:
En primer lugar salió a la luz el libro de memorias de la propia Mika “Ma guerre d’Espagne à moi”, que publicó Denoël, París y en 1976 en Barcelona, Plaza & Janés. Su portada, que firmó Espinosa, es la que exponemos a continuación. En ella se comprueba, además de la similitud de imagen con la tomada en el frente al lado de un miliciano que, agachado, observa la situación del enemigo, la dificultad de asumir la igualdad con la imagen de la foto en debate.
¿Por qué razón estando viva y en plenas facultades mentales, la escritora, autora de las memorias, no prefirió que pusieran la foto del pistolón, si era su propia imagen y como capitana era mucho más representativa de su actuación durante la guerra? Es de suponer que porque no se reconocería y nadie mejor que ella misma para saberlo.
Fue en 1996 cuando la granadina Antonina Rodrigo García publicó “Mujeres para la historia” en el que recoge breves biografías de mujeres españolas. En su página 280 aparece, en el capítulo dedicado a Nelken, la fotografía que figura más arriba con el traje de miliciana, sin que quepa confusión con Mika que no es tratada por ser argentina. Para entonces, Margarita Nelken ya había fallecido, pero su nieta, que vivió siempre con ella, nunca hizo la menor objeción a la utilización de esa representación de su abuela. Por otra parte, Mika, fallecida en 1992, sin hijos y sólo rodeada por unos cuantos amigos, nunca utilizó esa imagen en sus propios escritos. Resulta sorprendente que se de verosimilitud a las afirmaciones de que realmente es Mika, realizadas por unos sobrinos del marido, con los que, al parecer, dadas las especiales circunstancias en que se desarrolló su vida, no tuvo relación.
Sucede que en 2003 una editorial de izquierdas[5] con mucha fuerza en las páginas web, publicó el libro “Mi guerra de España” de Mika en cuya portada figura la famosa foto. Sin molestarse en justificar su procedencia, obviaron que había sido utilizada, siete años antes en una publicación dedicada a Nelken sin que durante esos siete años transcurridos, nadie hubiera denunciado su adscripción indebida.
En 2011, Elsa Osorio publicó su libro “La Capitana”. Tratando deevitar la polémica, no recurre a ninguna foto que represente a Mika como tal. La única que utiliza es aquella en la que aparece con Hippo en la Patagonia. La portada del libro, editado por Siruela, tampoco refleja ni menciona la famosa fotografía. ¿Por qué no la utilizaría la experta conocedora del personaje en un libro que trata de acercarnos sus vivencias de miliciana? En 2014 Cambalache ha reeditado de nuevo las memorias de Mika en una muy cuidada impresión, pero se han abstenido de incluir la foto objeto de discusión.
La misma autora de La Capitana, Elsa Osorio, la escritora que en este momento mejor la conoce, quizás impresionada por la personalidad tan atípica de esta miliciana, ha escrito una biografía sobre ella, titulada de ese modo, MIKA. Se ha publicado en español por la Editorial Seix y Barral y también en Holanda, pero ninguna de las dos editoriales ha utilizado la foto del pistolón.
Por el contrario, y en línea de la importancia que, en el mundo actual, tiene una atractiva imagen, en ésta última, la de Holanda, aparece en portada una joven moderna, bellísima y actual que no se corresponde con la imagen de ninguna mujer de hace 78 años y menos, siendo luchadora en el frente, pero ya tenemos experiencia de la facilidad con que se manipulan las cosas y, especialmente, las representaciones, para luego pontificar con reiteración las verdades que cada uno quiere establecer. No sería extraño que dentro de poco alguien asegure que ésta era la verdadera apariencia de Mika.
La cuestión es que ni Alikornio ha vuelto a publicar la obra de Mika adjudicándole la foto del pistolón ni los demás editores tampoco. Nadie se ha atrevido a llamar la atención de Antonina Rodrigo por la utilización, según ellos, indebida de dicha imagen y ni la personalidad ni los rasgos faciales ofrecen duda de su identidad.
¿Por qué entonces este debate? Creo que esta controversia es un asunto que deviene de algo mucho más sutil.
La luchade los comunistas españoles por exculparse de tantas atrocidades cometidas en zona republicana durante la guerra civil, les lleva ̶ siguiendo el ejemplo de sus “mayores”, los comunistas soviéticos ̶ a echar la culpa a otros, en este caso a los anarquistas. La terrible figura del pistolón se la adjudican a Mika porque intentan limpiar la imagen de la Nelken, la “doña Ofidia” en la época.
En ese interés de dar la vuelta a la Historia y contarnos “su versión”, tratan por todos los medios de reivindicar “sus figuras” como próceres de la Patria, asegurando que cuanto se escribe de ellos está movido por un interés de las derechas en desacreditarlos. Surgen así publicaciones con los libros menos agresivos de Margarita Nelken, fotografías de juventud y hagiografías que relatan su vida con verdadera admiración, quizás influidos por aquella su primera etapa, algo más humana. Todo ello ha impulsado al grupo de IU en Badajoz a reivindicar la colocación de nuevo de una placa en la calle que le dedicaron tiempo atrás, alegando que” fue retirada en un debate sin sentido; se enredó, se mintió tanto sobre Margarita Nelken, que se retiró del callejero casi con abuso de fuerza”[6]
No sé bien si por desconocimiento de su auténtica figura, por cierto embeleso admirativo o por sutil y fina ironía crítica, comienzan a denominarla, evidentemente en concordancia con los excesos tan propios del personaje:
“Santa Margarita Nelken”[7]
[1] García Oliver en “El eco de los pasos”acusa a la Nelken de haber intervenido en los asesinatos y actuaciones de las chekas por las JSU.
[2] Más explicación en mi artículo “La controvertida personalidad de Margarita Nelken”
[3] “Y Revista de la mujer nacionalista”, septiembre 1938, p 12
[4] Antonina Rodrigo: “Mujeres para la Historia” p. 280
[5] Editorial Alikornio
[6] Felipe Cabezas concejal de IU en Badajoz (¿Sabrá este señor la verdadera historia de Margarita Nelken?)
[7] Menschliche Walhalla en enfatic,net/hum0906.htm