En los primeros años del siglo XVIII existían gran cantidad de quintas de recreo del Conde de Canillas en la localidad del mismo nombre[1]. A lo largo de los años, esas grandes fincas fueron parcelándose, pasando a manos, primero de la nobleza y luego de ciertas familias de la burguesía. Llegada la Guerra Civil, la zona quedó en terreno republicano, lo que posibilitó que la mayoría de esas quintas fueran incautadas por las milicias revolucionarias, supervisadas, de cerca por los muy organizados servicios de inteligencia.
1.- El servicio de represión
En la historia de los servicios de contraespionaje de la República en guerra y antes de la constitución del DEDIDE y del SIM, existieron los llamados Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra. Estos servicios de inteligencia se crean en agosto-septiembre de 1936 por consejo de altos oficiales de ese Ministerio leales a la República. Orientado a la lucha contra el espionaje y el contra-espionaje, es dirigido en su primera etapa por Prudencio Sayagües, un reconocido dirigente de las Juventudes de Izquierda Republicana. Entre sus hombres de confianza están Fernando Arias Parga, universitario de la FUE, José María Jareño y Pablo Sarroca Tomás.
Cuando en noviembre de 1936 Prudencio Sayagües y sus agentes huyen a Valencia, será el coronel Rojo desde la jefatura de Estado Mayor para la Defensa quien reorganice el servicio de inteligencia militar. Por acuerdo de los reunidos en Consejo, los Servicios serán dirigidos por Manuel Salgado Moreiras quien rendirá cuenta de sus actuaciones directamente al coronel Vicente Rojo. En las mismas fechas, Carrillo, ya pasado de las Juventudes socialistas a las filas del comunismo, se hace con el timón de la Consejería de Orden Público con Segundo Serrano Poncela, como su más directo colaborador y José Cazorla, miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas.
Salgado crea dos subnegociados de contraespionaje. El primero, que tendrá más relación con la finca de El Quinto, lo dirigirá el asturiano afiliado a la CNT, Bernardino Alonso, al que llamaban “el ruso” por haber residido en Moscú durante el llamado bienio negro. A sus órdenes trabajan numerosos agentes de filiación cenetista. Muchos de ellos, hombres de plena confianza del Comité de Defensa Confederal como Félix España, Celestino García López (escolta de Eduardo Val), Melchor Baztán, Antonio Prieto (uno de los pistoleros de mayor confianza del Comité de Defensa), Felipe Emilio Sandoval, Pablo González Cubillo, Mariano García Cascales (secretario de las Juventudes Libertarias de Madrid y consejero de la Junta de Defensa del general Miaja), Eloy de Miguel, Enrique Rufo, Miguel Ayala “el Chato”, o agentes procedentes de la disuelta checa de Atadell como Ángel Pedrero y el antiguo policía Luis Omaña (futuro comisario de policía en Valencia).
2.- Requisas:
El resentimiento anticlerical de los milicianos les llevó, como en tantos otros sitios, a incendiar las imágenes y ornamentos de la iglesia de la Concepción de Ciudad Lineal y de la iglesia de Canillejas. Posteriormente, Dionisio Morais, previamente autorizado, desmanteló todo el edificio de esta iglesia.
Los cenetistas Antonio y Emilio Cruz Gil, Víctor Martínez, Francisco Espín, Manuel Villa, Domingo Vega, Alberto Aparicio y Manuel Higuera participaron en el asalto y desvalijamiento de las siguientes grandes quintas:
La Quinta de Torre Arias que pertenecía al duque de Torres Arias. Una vez despojada de todos sus bienes, la utilizaron como Casa Consistorial.
La Quinta de Los Molinos: de César Cort Balé, la cual, después de saqueada, dedicaron a la Colectividad Agraria.
Quinta El Cigarral del señor Emilio Soria entregada, ya expoliada, a la Agrupación Socialista.
La finca de La Piovera de don Luis de la Mata y Hervás fue robada por los milicianos de la CNT de Vallecas que la dedicó a sede de la CNT y FAI.
Villa Rafaelita : Había en ella un criadero de aves que tenía cuatro mil pájaros de los que era dueño el señor Víctor de la Rosa, de 60 años, afiliado a Falange Española, que fue asesinado el 8 de diciembre de 1936, desconociendo el lugar, causa de que su cadáver no fuera encontrado.
Quinta Los Pinos: Después de saquearla, se instaló en ella Salinero, comandante del Ejército rojo.
Las Villas “Hotel Saavedra” y “Torre del Oro”, ya desvalijadas fueron entregadas a familias que les eran adictas.
Villa Lorenzana en la carretera de Vicálvaro propiedad de Alonso Escudero, fue ocupada por el capitán rojo Rafael Martínez que la cedió al general Miaja.
Hotel Villa San Víctor de la familia Ochando[2] fue incautada por el mismo capitán rojo quien la ofreció también a Miaja para que instalara en ella su Estado Mayor.
Hotel de Alberto Clos situado entre la carretera de Vicálvaro y la carretera de Aragón, fue incautada para el Batallón Etapas.
Finca “Los Arroyos” de don Manuel Escobar en la carretera de Aragón, fue apropiada por Tomás Centeno, Víctor Martínez, Isidro Páramo, Antonio Cruz Gil, Máximo Pascual y Alberto Aparicio para destacamento de milicias y checa.
Hotel propiedad de Dª Rosario Boceta sito en la calle de la Cerámica, fue ocupado por la CNT.
Y por último, la finca de Quinto de la que, por los terribles hechos que se sucedieron en ella, relatamos su pequeña historia.
Se trataba de una finca, ubicada en la vaguada entre Canillas y Hortaleza (actual Gran Vía de Hortaleza, Madrid), por lo tanto, en terrenos de ambos municipios. Su historia se remonta al siglo XVIII, cuando el duque de Alburquerque construyó un gran palacio que ya consta en el catastro del Marqués de la Ensenada (1751). Fue heredada por los marqueses de Santa Cruz y éstos, después de la Guerra de la Independencia, se la vendieron a Javier de Quinto, de quien le viene el nombre. En ella se refugió, tratando de escapar, el general Quesada, marqués del Moncayo, al ser destituido tras los sucesos de La Granja de San Ildefonso, pero sucumbió allí a manos de la turbamulta antes de que los Coraceros de la reina Isabel II pudieran arrestarle.
En abril de 1866 la finca era de los duques de Híjar, ya que en esta fecha aparecen como propietarios en la noticia de la inauguración del teatro o teatrillo, en El Quinto. A él acudía toda la nobleza y en muchas ocasiones los reyes. Rivalizaba con el teatro de Eugenia de Montijo en su quinta de Carabanchel y por él pasaron las más importantes compañías teatrales con las mejores obras de aquel momento. En mayo de 1879 la Princesa de Asturias, doña Isabel, visitó la finca tras la inauguración de la iglesia de San Matías de Hortaleza.
Hasta 1922 perteneció a los duques de Valencia, y en 1923 fue adquirida con el fin de establecer el Colegio de Huérfanos de Telégrafos el cual mantuvo su funcionamiento hasta el mes de julio de 1936 atendiendo a 150 niños y 40 niñas que recibían clases de Bachillerato, disponían de una biblioteca de 1500 volúmenes, campo de deportes (habían llegado a formar un equipo de fútbol) y capilla donde se celebraba Misa los domingos y días festivos[3]. La finca tenía una extensión de 63 hectáreas y constaba de varios edificios; palacio, casa de labranza, graneros, cocheras, vaquería, palomar, etc; jardines, huerta y tierras de labor; cercado casi todo por una sólida tapia de piedra y ladrillo de tres metros de altura.
Durante la Guerra Civil, la zona queda cerca del frente dentro del territorio republicano y del gobierno de la finca se encarga un denominado consejo de salvación formado por afiliados del PSOE y el PCE. Incautado el edificio por Basilio López en nombre del Comité de Defensa de la Regional de la C.N.T., funcionó como cuartel algún tiempo y, más tarde, olvidado el pasado alegre y festivo del palacio, se transformó en la finca de los horrores ̶ una más de las que las izquierdas organizaron en Madrid ̶ . Controlada por Eduardo Val, Felipe Emilio Sandoval y otros miembros que establecieron allí la checa “Campo Libre” y por el propio Comité de Defensa, se destinó una zona del parque conocida como “la Granja”, a lugar de enterramiento de algunas víctimas que, como mínimo, pudieron ser doce o trece. Antonio Rodríguez Sanz afirma en su declaración[4] que eran personas cuya eliminación era acordada por Val y Manuel Salgado, suponiendo, por ello, “que todos los allí asesinados, eran personas de determinado relieve”.
El responsable del edificio en principio fue Santiago Aliques Bermúdez[5] al que según declarantes en la Causa, se le achaca haber dado muerte a un individuo que allí llevaron detenido; primero le hizo cavar una fosa fuera de las vallas de la finca y después le asesinó abriéndole el vientre con un pico y quemó con gasolina[6]. Posteriormente a Aliques, Pablo González Cubillo confirmó, en su declaración prestada el 8 de abril de 1939, haber sido responsable del edificio bajo las inmediatas órdenes del Comité de Defensa de la CNT, cuya policía llevaba detenidos para asesinarlos. Él mismo se hacía cargo de ellos, ejecutándoles en el punto conocido por La Granja, dentro del mismo edificio. Según Rosendo Martín Maderuelo, que era el encargado de abrir las fosas, después de asesinarlos, Cubillo les registraba y quitaba cuanto llevaban para entregarlo, al parecer, en el Comité de Defensa.[7] González Cubillo asume que él ejecutó por sí mismo unos seis y los restantes, hasta unos quince que allí hay enterrados, lo fueron por Mangada (chófer de Defensa), Felipe Sandoval y Biela, quien dio muerte, (en su presencia) a dos abogados del Sindicato Técnico de la CNT. Que estos asesinatos se efectuaron en un período de tiempo desde junio de 1938 hasta la entrada de las tropas nacionales[8].
Otros dirigentes que actuaron en mayor o menor medida en esta checa fueron Manuel Valcárcel Chaus y su hijo Manuel Valcárcel Mateo, Manuel Mantega Vega, Moisés Sánchez, Gregorio Sánchez Escribano alias “el Mangada”, Jaime “el Barbita”, otro soldado conocido como “EL Cangrejero”, Concepción y Fernanda Casado Malsipica, (hijas del que fue veterinario del pueblo de Miraflores), Josefina Flores Belloso, Julia Santos Carnero, alias “la Portuguesa” y Casilda Fontán de la Rubia. Estos sujetos se dedicaron a toda clase de espionaje, registros, saqueos, incautaciones y asesinatos[9].
Según consta en el expediente de la Causa por estos hechos, la detención de Ruiz Egea fue encargada por el propio Salgado a un cartero que estaba de Secretario en el Sindicato de Enseñanza quien actuó junto a Antonio Prieto y Mangada, el conductor del coche. Detrás les seguía otro coche en el que iba el hijo de Salgado y un tal Lucio.
Interrogado el muy odiado “doctor Muñiz”, Felipe Emilio Sandoval, días antes a aquél en que se suicidó, 5 de julio de 1939, manifestó expresamente que “en el jardín del mencionado edificio, la Federación Local de la C.N.T. ordenaba enterrar a todos aquellos señores cuya eliminación era acordada por dicho Organismo y que esto le constaba de una manera fehaciente, ya que, él mismo, en unión de Antonio Prieto, llevó a dicho lugar para ser asesinado y con el pretexto de que iba a reconocer una biblioteca[10] a un señor archivero que había ingresado en el Sindicato de Técnicos de la C.N.T. llamado Florián Ruiz Egea, asegurando que podría reconocer el sitio exacto en que se hallaba el cadáver de dicho señor, ya que lo vio colocado en la zanja que se había abierto para ello. Añadió que “esto sucedió a mediados del año 1938 y que por esa época habían realizado varios asesinatos y enterramientos en dicho lugar por estar efectuando entonces la citada Federación Local una “depuración” de todas las personas de derechas que se habían infiltrado en ella. Los encargados de llevar a cabo estas acciones eran dos elementos que vivían allí mismo, Moisés y Rosendo y que el primero le dijo cuando llevó al Sr. Egea, que el jardín debía estar lleno de cadáveres y que iban a tener que empezar a enterrarlos fuera”.[11]
3 -La sindicación como medio de defensa
El 6 de febrero de 1937 un grupo de funcionarios del Cuerpo Facultativo constituyen una Sección de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos[12] en el Sindicato Único de Técnicos de la CNT, la central sindical anarquista. Los afiliados a este sindicato eran todos de ideología derechista y anhelaban el triunfo de las armas franquistas en la guerra. La decisión de crear este sindicato se debe a la oposición de estos funcionarios a ingresar en el Sindicato de Trabajadores de Archivos, Bibliotecas y Museos (STABYM), afecto a la Unión General de Trabajadores (UGT), al que habían sido invitados a afiliarse, y a la necesidad de contar con una organización que los protegiese y les permitiera prestar ayuda a todos los compañeros que compartían sus mismas ideas y sentimientos respecto a la República. Así lo expresó en la declaración jurada de su expediente de depuración uno de los funcionarios afiliados, José Almudévar Lorenzo:
“Me forzaron a sindicarme, (los de UGT) y de acuerdo con un grupo de compañeros, que tenían mi misma ideología nacionalista, fundamos una Sección de Archiveros en el Sindicato de Técnicos (CNT) con fecha seis de febrero de 1937, con objeto de ponernos enfrente de los compañeros izquierdistas, que en su totalidad se hallaban en la UGT, y por ser el único medio a nuestro alcance de protegernos y ayudarnos mutuamente”.
Como medida de precaución frente a posibles represalias fueron elegidos por unanimidad miembros del comité de dirección del sindicato aquellos funcionarios que no estaban fichados en la Dirección General de Seguridad: Emilio González Díaz de Celis, Félix Magallón Antón, Matilde López Serrano y José María Lacarra, quienes aceptaron la designación al comprender su razón defensiva y seguramente con intención de salvar así sus vidas. A este grupo pertenecía Florián Ruiz de Egea, doctor en Filosofía y Letras, funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, afiliado al sindicato afecto a la confederal.
Entre las funciones que tenían encomendadas los miembros del Cuerpo Facultativo era el rescate y protección de bibliotecas en peligro por la situación de guerra, no sólo las que dependían de organismos oficiales y universidades sino también de particulares. Esta fue la excusa para atraerle a la finca de El Quinto; el determinar, como experto, los libros que de su biblioteca merecían ser protegidos. Y, naturalmente, cayó en la trampa que le tendió la CNT en su tarea de depuración de aquellas personas de filiación derechista que se habían infiltrado en dicha Sindical.
Exhumaciones
El 7 de marzo de 1942 la viuda de Ruiz Egea, Dª María Forment Bona, se dirige al Fiscal de la Causa General para que autorice la exhumación del cadáver de su esposo a fin de enterrarlo en sagrado, “como corresponde a todo cristiano”. El Fiscal Inspector señor Hernández Serrano, en consecuencia, ordena se proceda a la exhumación de los cadáveres inhumados en dicha finca y que sean expuestos en el depósito del cementerio de Canillas para su reconocimiento por los médicos forenses y que, posteriormente, por medio de edicto en la prensa detallando cuantos pormenores rodeen a los exhumados, puedan personarse los posibles familiares para la identificación de los mismos.
Se encontraron 7 cadáveres[13] de los que los forenses dejaron constancia de cuantos detalles significativos encontraron para su identificación, aunque sólo lo fue el Sr. Florián Ruiz Egea por medio de dos familiares. Todos fueron trasladados al Cementerio de Paracuellos del Jarama para ser inhumados el 27 de octubre de 1942, en el Cuartel primero de la zanja del Pardo y Canillas ante el Fiscal Secretario y el Teniente de Infantería D. Rafael Yañez Barnuevo en representación de la Asociación de Mártires[14].
El Cementerio de Paracuellos se encuentra próximo al aeropuerto de Madrid-Barajas, de modo que desde un avión poco después de despegar o poco antes de aterrizar, se ve en la ladera del “cerro de San Miguel” a la cabecera del cementerio, una cruz blanca de grandes dimensiones como recordatorio de las atrocidades que las hordas izquierdistas hicieron y en homenaje a los Mártires de Paracuellos inmolados por ellos.
Atrocidades que en un libelo tratan de excusar de manera estúpida y repugnante. Así, por ejemplo, respecto al asesinato realizado el 18 de agosto de 1938 en la persona del bibliotecario Florián Ruiz Egea, mencionado anteriormente, el motivo aducido para justificarlo fue que “lo descubrieron haciendo manitas con Franco bajo la mesa al final de la guerra (¿cómo, si al Sr. Ruiz Egea le habían asesinado 8 meses antes?) y lo despacharon ipso facto al matadero clandestino del Comité de Defensa” [15]. Argumento que induce por su torpeza a la carcajada, si no fuera porque su cobarde objetivo es denigrar la figura de dos personas que no pueden defenderse, pero resulta asombroso que sean las izquierdas, las izquierdas actuales, quienes precisamente pretendan justificar el asesinato por ser inasumible para su elevada moralidad “ciertas actitudes”.
“Y lo despacharon ipso facto al matadero clandestino del Comité de Defensa”
Considerándose diosecillos, dueños de vidas y haciendas, (esto es lo que entienden por libertad, legalidad y fraternidad).
[1] Algunos historiadores achacan el nombre a la gran manufactura de aros de metal (canillas) necesarios para sujetar las duelas o tiras de madera en la fabricación de toneles.
[2] Según Causa General, 1508,Exp.1, a D. Rafael Ochando, se le exigió la renuncia a su cargo de Juez Municipal, diciéndole que “el que estorbara se le quitaría de en medio, porque aún había mucho campo sin sembrar de cadáveres”. Por sacar fotografías que ayudaran a identificar a los asesinados, se le llevó al cementerio con ánimo de asesinarle por acuerdo del Frente Popular y la Agrupación Socialista, salvándole milagrosamente Bonifacio Montoya.
[3] Luis Abad, licenciado en filosofía, profesor del Colegio de Huérfanos: Los Colegios de Huérfanos en España, 1929”
[4] Causa General, 1536, Exp.12-4 F 4
[5] Miembro de la CNT, en 1925 fue condenado por robo a ocho años de prisión
[6] Declaración de Basilio López Vallejo, prestada el día 11 de abril de 1939
[7] Declaración de Rosendo Martín Maderuelo , folio 25 de la pieza número cuatro “Checas”, de la Causa General de Madrid.
[8] Declaración de Pablo González Cubillo en Causa Gral. 1536,Exp,12-7
[9] Informe al folio 22 sobre la checa de “Campo Libre”
[10] ¿Podría tratarse de la biblioteca del propio Colegio de Huérfanos de Telégrafos?
[11] Declaración de Felipe Emilio Sandoval, en Checas, Causa General de Madrid, folio 68
[12] El sindicato creado por los funcionarios del Cuerpo Facultativo en el seno de la confederal anarquista puede ser considerado como una de esas entidades a cuyo amparo surgieron los grupos que formaban lo que Javier Cervera denomina “la quinta columna autónoma”, esto es, organizaciones clandestinas que se creaban de forma espontánea porque sus integrantes sabían previamente que todos coincidían en los sentimientos e ideas antirrepublicanas. Estos grupos autónomos eran reducidos y todos sus miembros se conocían porque en su génesis era precisamente el conocimiento mutuo, bien por la amistad, la vecindad o el compañerismo en el trabajo, como en este caso, el que había originado su formación.
[13] Estos 7 cadáveres fueron encontrados en el jardín, dentro del recinto vallado, No consta que se realizaran búsquedas fuera de la valla, a pesar de las declaraciones que en este sentido constan en la Causa General.
[14] Causa General de Madrid”, “Expediente sobre exhumaciones en el término municipal de Canillas” folio 29.
[15] http://bremaneur.wordpress.com/2010/12/06/desafectos-derrotistas-quintacolumnistas-y-demas-ralea/