Los expertos en medicina dicen que apuntar a conductas de riesgo como fumar, comer y beber en exceso podría reducir drásticamente el número de muertes prematuras. Pero cuando se trata de los peligros bien documentados de la prostitución, una prestigiosa revista médica pide que se la legalice, permita e incluso acepte.
The Lancet pidió la despenalización mundial del «trabajo sexual» para hacer frente al predominio del VIH entre las prostitutas. Su «programa de acción» exige un mayor acceso a productos y servicios que incluyen «preservativos y lubricantes, abortos seguros… [y] servicios de anticoncepción» para las trabajadoras sexuales.
La serie de artículos de Lancet denuncia el abordaje de la prostitución centrado en el «rescate y rehabilitación» y los esfuerzos de los funcionarios públicos para hacer cumplir las leyes contra el comercio sexual. «El trabajo sexual es parte de la historia humana», dice el coautor Richard Horton, editor de The Lancet, quien defiende el hecho de «aceptar y admitir el trabajo sexual».
Un artículo sostiene que los derechos humanos de los trabajadores sexuales habitualmente se violan y que la solución no es desalentar el comercio sexual, sino adaptar el concepto de derechos humanos para proteger el oficio de vender una persona por sexo.
«Históricamente, los organismos de derechos humanos han sido reacios a abordar las violaciones de derechos humanos contra trabajadores sexuales debido a supuestas cuestiones de moralidad», escriben los autores. «Las organizaciones y organismos de derechos humanos tienen el deber de ir más allá de los debates sobre la moralidad del trabajo sexual».
La serie sobre VIH y sexo comercial, publicada por primera vez en línea el verano pasado, incluye una infografía que critica el concepto de que «el trabajo sexual no es un verdadero trabajo» mencionando a Brasil, uno de los pocos países que lo reconoce formalmente como oficio.
La idea de que la legalización y la reglamentación mejora las vidas de las prostitutas es objeto de intenso debate. «En los Países Bajos, desde la legislación, ha habido un aumento en el uso de niños en la prostitución», afirma la profesora de estudios sobre la mujer Donna M. Hughes. Según organizaciones sin fines de lucro neerlandesas, el tráfico humano sigue siendo un problema.
«La mayoría de nosotras no se mete en el comercio del cuerpo por opción sino que somos vendidas por mafias delictivas a prostíbulos», una mujer de India dijo a Inter Press Service. «La iniciativa de reglamentar nuestro negocio solo terminará dando inmunidad a los proxenetas y a los prostíbulos para comprar o vender mujeres pobres como nosotras a la vez que aumentará el tráfico de mujeres jóvenes y niños».
Según la definición formal de tráfico, solo una pequeña parte de las trabajadoras sexuales son traficadas, escriben los autores de la serie de Lancet. «El sexo (sea o no pagado) no provoca la infección por VIH», añaden, y sostienen que el sexo es meramente un factor de riesgo de VIH para las prostitutas «cuando no se usan preservativos».
Los especialistas en salud pública no son tímidos a la hora de promover el cambio de conducta respecto de otros factores de riesgo que ocasionan muerte prematura o enfermedades. En el mismo número de Lancet, un artículo expone argumentos a favor de la focalización en «factores de riesgo modificables» como el tabaco, el alcohol y el sodio, mientras la ONU negocia un objetivo de salud mundial para la nueva agenda de desarrollo.
La legalización de la prostitución no elimina los riesgos que conlleva. «Ningún otro lugar de trabajo debe cubrir la variedad de cuestiones de salud y seguridad que resultan de este intercambio sexual y económico», escribe la experta feminista australiana Mary Sullivan, quien menciona la enfermedad, el embarazo, la violencia y el acoso como realidades laborales de las prostitutas. «Esto no cambia porque se legalice la prostitución».