Ante el 400 aniversario de la muerte, del mejor literato de España y la literatura universal, Miguel de Cervantes nos evoca, a la mayoría que hemos caminado con él por los campos manchegos, por tierras aragonesas o por la noble ciudad condal, valores y objetivos reflejados en aquella obra maestra que fue “El Quijote”.
Aquel hidalgo castellano, recordemos, se hecho al campo con su caballo y su armadura, con el empeño de “desfacer entuertos” e impartir justicia a los malhechores.
Pues bien, ese motivo, debe de ser el motor de nuestra acción diaria, para nosotros, caballeros católicos y españoles.
Nuestra labor, a mi juicio comienza por enfrentarnos ante el crimen más abominable: el aborto, frente a esto debemos de envestir con la lanza y con la fiereza que se enfrentó el Quijote contra los molinos de viento, sabiendo que acabaremos mal parados, pero él no dudo en sobreponer valentía, gallardía frente a los gigantes, que al parecer hoy, solo vemos unos pocos.
Sin embargo, la figura de aquel hombre enclenque y frágil (como la fe y España actualmente) no se detiene ahí en su propósito de dar justicia, si no que se extiende o se extendería contra el separatismo, los ataques a la fe o los desahucios que hoy existen por doquier.
Por eso apartemos, en honor a Cervantes y su Quijote, las quejas, la inacción resignada y retomemos los valores eternos que en ese libro sin par encierran. ¡Tomemos armadura, lanza, escudo, caballo y aun estando cierta la derrota, premiemos de nuevo la valentía, los ideales caballerescos que en aquel tiempo como hoy eran acusados de anticuados, para cumplir 400 años después con el Bien y la Verdad, para cumplir con Dios, la Patria y la Justicia!