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¡No me toques los “güevos”!

Empecemos por reconocer que la expresión es un tanto grosera, pero pese  a su procacidad, su osadía, su impertinencia… no deja de ser especialmente precisa, justificada, útil, rigurosa, e incluso obligatoria ante las frecuentes situaciones en las que nos sentimos abusados, vejados, tratados de forma irrespetuosa, indigna, en suma, maltratados.

Así se expresó el ciudadano norteamericano John Tyner cuando fue cacheado en el aeropuerto de San Diego, momento en el que se negó a que le palparan, diciendo: “Si me tocas los güevos [“junk” en la jerga anglonorteamericana] haré que te arresten”. John Tyner se negó a pasar por el escáner de un aeropuerto. Grabó el altercado con una cámara oculta y lo acabó colgando en Youtube.

John Tyner, es un programador informático que se ha acabado convirtiendo en un héroe para todos aquellos ciudadanos que consideran que la ingerencia del gobierno en sus vidas ha alcanzado un nivel excesivo.

Todo empezó cuando Tyner se negó a pasar por el escáner láser que “desnuda” a los pasajeros antes de subir a los aviones, y que en los EEUU suscitó una campaña nacional de boicot. El informático solicitó la alternativa, un cacheo manual, pero tampoco le pareció un mecanismo aceptable cuando le dijeron que le palparían la entrepierna.

“Si me tocas el paquete, te hago arrestar”, le dijo al policía, que inmediatamente hizo llamar a un supervisor al considerarlo una falta de respeto. A partir de ese momento la conversación se tornó acalorada y fue subiendo de tono. Después de explicarle la supervisora en qué consistía el cacheo, Tyner continuaba sin aceptar el cacheo: “No entiendo como un acoso sexual puede ser una condición para que yo pueda volar en avión”.

“Esto no es acoso sexual”, respondió la supervisora. “Lo sería si usted no fuera del gobierno. Sólo me gustaría que mi mujer, y quizás mi doctor me tocaran ahí”, replicó Tyner, que acabó abandonando el aeropuerto sin subirse al avión que debía llevarle Dakota del Sur…

En las mismas fechas que se produjo el altercado de Tyner en el aeropuerto de San Diego, California, estaba en plena ebullición el movimiento ciudadano (ahora se denomina “derecha alternativa”) que recibió en los EEUU el nombre de Tea Party, contra la actitud cada día más intervencionista del gobierno, que tanto en los EEUU como en muchos más lugares del mundo han llegado a tal extremo que se puede afirmar sin exagerar que “están fuera de control”.

Aunque la prensa mundial atribuyó el enfrentamiento verbal de Tyner con la policía del aeropuerto de San Diego, al descontento más que justificado de los pasajeros por inspecciones de seguridad que cada vez son más invasivas, hay algo mucho más profundo en juego: el conflicto entre el ciudadano y el Estado.

Con la situación explosiva que estaba atravesando por entonces Estados Unidos, manifestada en la revolución del Tea Party, que ha desembocado en el reciente triunfo de Donal Tramp en las elecciones presidenciales, y la consiguiente derrota de los demócratas en las urnas, una frase como aquella vuelve a tomar fuerza, a ser rescatada de las hemerotecas, y no puede pasar desapercibida.

 No es porque los cacheos en los aeropuertos solo sirvan para crear una falsa sensación de seguridad, o porque el gobierno esté dejando de realizar la tarea que le corresponde –dejación de responsabilidades que acaba permitiendo que terroristas de verdad se cuelen en los aviones, e incluso, para recochineo, dejando escapar a los que ya ha apresado –, lo que ha provocado que la frase haya hecho fortuna y conseguido fama es lo bien que sintetiza el conflicto entre individualismo y colectivismo.

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Mientras que a los terroristas no se les somete a un “interrogatorio intenso”, el ciudadano medio americano o europeo, que respeta la ley sí es sometido a un “chequeo intenso”. O, como el supervisor de la TSA [Transportation Security Administration] le explicó a Tyner: “Al comprar su billete, usted ha renunciado a un montón de derechos”.

En el país del marketing, una frase como “Don´t touch my junk” (¡No me toques los “güevos”!) no podía ser desaprovechada, y de hecho ya forma parte de la cultura norteamericana. No es tan elegante como la famosa frase de Patrick Henry en 1775 al proclamar la independencia americana: “¡Dadme la libertad o dadme la muerte!”, pero “la época de Twitter tiene una cadencia diferente a la época del mosquetón”, como decía un artículo del Washington Post, que acababa con “Esta vez te has pasado, Gran Hermano. El gigante dormido despierta. Quítame los zapatos y el cinturón, hazme perder el tiempo y pon a prueba mi paciencia. Pero no me toques los cojones”.

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Con lo rica, gráfica, metafórica, escatológica que es la lengua española, ha tenido que ser un “anglohablante” el que haya puesto de moda la expresión perfecta, las palabras precisas para nombrar lo que nuestros gobiernos deberían haber escuchado de nuestros labios hace mucho tiempo. A lo largo de nuestra historia nos hemos dejado avasallar por todo tipo de gobiernos colectivistas, aceptando como borregos que el individuo puede ser sacrificado por el interés general, por el “bien común”. Nunca hemos tenido lo que hace falta tener para plantar cara a nuestros gobiernos.

John Tyner nos dio una lección con su actitud rebelde, y nos recordó de paso que cada uno de nosotros somos responsables de nuestra situación de postración ante quienes nos malgobiernan, y que hasta que entendamos lo que la ya famosa frase significa, no conseguiremos salir de nuestra situación de crisis política, económica y personal.

Pero, todavía hay una moraleja aún más profunda en la actitud de John Tyner: La idea de que ya apenas poseemos derechos, de que hemos renunciado a ellos para de ese modo tener el “privilegio” de poder realizar nuestras actividades cotidianas normales. Tyner hace de “Pepito Grillo” y nos recuerda que la servidumbre voluntaria es solamente responsabilidad nuestra y que la rebelión del Tea Party contra el enorme poder del gobierno, es cada día más necesaria.

¿Debemos permitir que el Gobierno de Mariano Rajoy nos aumente los impuestos, a pesar de haber prometido lo contrario en la campaña electoral de hace un año, a la vez que nos sigue endeudando e hipotecando, y poniendo en riesgo nuestro futuro y el de nuestros descendientes? ¡No, no me toques los “güevos”!

¿Debemos permitir que el Gobierno de Mariano Rajoy, y los gobiernos de las 17 “comunidades autónomas” promulguen nuevas normas contra “el cambio climático”, y sobre las emisiones de gases de efecto invernadero que provienen de tu coche, de tu cortador de césped, de tu casa? ¡No me toques los güevos!

¿Debemos permitir más injerencias, más intromisiones en nuestras vidas cotidianas, hasta el extremos de que los gobiernos nos digan lo que podemos comer y lo que no, lo que debemos beber y lo que no, o cómo debe la gente educar a sus hijos…? ¡No me toques los güevos!

Y así un largo etc.

 E insisto: Todo esto sólo depende de nuestra docilidad, de nuestra cobardía, de nuestra sumisión. Depende de que nos dejemos intimidar por la autoridad del gobierno.

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El movimiento del Tea Party y los resultados electorales de Donal Trump han sido una demostración clara de que el americano medio es capaz de defenderse cuando le acosa demasiado. ¿Seremos capaces los europeos, los españoles de “echarle güevos” y sacudirnos el yugo del intervencionismo estatal, de los partidos del consenso socialdemócrata?

No me toques los güevos…

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Carlos Aurelio Caldito Aunión (Badajoz, 1957), un histórico 'discrepante' (utilícese ésta o cualquiera de sus formas equivalentes, tales como 'discordante', 'divergente' o 'disconforme', por ejemplo) de la sociedad pacense

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