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Historia

Reivindicación de la figura de el limo. Sr. Don Zacarías de Vizcarra y Arana

Don Zacarías de Vizcarra y Arana

 

Don Zacarías nace en Abadiano (Vizcaya) en el día 4 de noviembre de 1879. Casualidad: día de San Carlos Bo- rromeo. Su padre fue Vicente Vizcarra “albéitar” de pro­fesión (veterinario).

El padre de Don Zacarías había sido voluntario de Don Carlos VII y se había ocupado de poner las herraduras y cuidar del estado de salud del corcel del Rey. Zacarías fue el primer hijo de Vicente.

Don Zacarías destaca por su talento desde su más tier­na infancia. Cuando los jesuítas abren su seminario de Comillas, organizan por toda España, una selección de muchachos para alumnos. Lo que hoy se denomina un “casting”. Pasaron por la prueba 500 adolescentes y fueron seleccionados 12. Entre ellos nuestro hombre. En 1892 se inauguró en Seminario de Comillas y Zacarías comenzó los estudios.

Los concluyó en 1906. El Seminario había sido elevado a la categoría de Universidad Pontificia en 1904. Don Zacarías recibió el presbiterado el 31 de marzo de 1906.

En 1908 ya figura como profesor del Seminario conciliar de Vitoria.

En 1910 destaca publicando una Cartilla de Acción Católica dedicada a las juntas de las Provincias Vascongadas que habían organizado las manifestaciones en oposición a las leyes anticlericales de Canalejas y Romanones. El trabajo fue reproducido por el Siglo Futu­ro en sucesivas entregas.

En 1911 publica un breve catecismo en vascuence titulado Cristínavaren Jaquinbide Labustua.

En 1912, parte de Vitoria a Biarritz, para tomar el barco que le conduciría a la Argen­tina. Aquí se une a la familia de un banquero apellidado Lamarca, que había fundado un colegio en Buenos Aires. Don Zacarías ocupó una cátedra del mismo.

Es designado capellán de la familia Pereira Iraola. Y se une al grupo que había erigi­do la Basílica del Sagrado Corazón de Buenos Aires.

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En 1923 es profesor de los Cursos de Cultura Católica en Buenos Aires.

En 1928 aparece la revista Criterio de la que es inspirador. En ella escribió su memo­rable artículo en el que emplea por primera vez la palabra Hispanidad. Veamos como lo re­cuerda, años más tarde.
Entre 1928 y 1930, se ocupó, por encargo del presidente Hipólito Yrigoyen, de elimi­nar de los textos escolares y del mismo Himno Nacional argentino, las expresiones ofensivas para España, que se venían arrastrando desde los tiempos de la independencia.«Por las razones que luego indicaré no me satisfacía el nombre de Día de la Raza, que iba adquiriendo cada vez mayor difusión. Era necesario encontrar otro nombre que pu­diera reemplazarlo con ventaja. Y no hallé otro mejor que el de ‘Hispanidad’, prescindiendo de su anticuada significación gramatical y remozándola con dos acepciones nuevas, que describía yo así en una revista de Buenos Aires que no tengo a mano ahora en Madrid, pero que encuentro citada en la mencionada revista Hispanidad de Madrid, en el número de 1 de febrero de 1936: «Estoy convencido -decía en ella- de que no existe palabra que pueda sus­tituir a Hispanidad … para denominar con un solo vocablo a todos los pueblos de origen hispano y a las cualidades que los distinguen de los demás. Encuentro perfecta analogía en­tre la palabra Hispanidad’ y otras dos voces que usamos corrientemente: ‘Humanidad’ y ‘Cristiandad’. Llamamos ‘Humanidad’ al conjunto de todos los hombres, y ‘humanidad’ (con minúscula) a la suma de las cualidades propias del hombre. Así decimos, por ejemplo, que toda la Humanidad mira con horror a los que obran sin humanidad. Asimismo, llamamos ‘Cristiandad’ al conjunto de todos los pueblos cristianos y damos también el nombre de ‘cristiandad’ (con minúscula) a la suma de las cualidades que debe reunir un cristiano. Esto supuesto, nada más fácil que definir las dos acepciones análogas de la palabra ‘Hispanidad’: significa, en primer, lugar, el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico diseminados por Europa, América, África y Oceanía; expresa, en segundo lugar, el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica.» Estas dos acepciones nuevas de la palabra «Hispanidad» nos podían per­mitir reemplazar ventajosamente el vocablo «raza» que, como escribía yo en la mima revista, me parecía «poco feliz y algo impropio»; pero no figuraban todavía en los diccionarios. Por eso, en un escrito que publiqué en Buenos Aires en 1926 bajo el titulo ‘La Hispanidad y su verbo”, y obtuvo amplia difusión en los ambientes hispanistas, elevaba a la Real Academia de la Lengua esta modesta súplica: ‘Si tuviéramos personalidad para ello, pediríamos a la Real Academia que adoptara estas dos acepciones de la palabra ‘Hispanidad’ que no figuran en su Diccionario’.» (Zacarías de Vizcarra, «Origen del nombre, concepto v fiesta de la Hispa­nidad “.

Desde Buenos Aires, sigue interesado en los problemas de España. Así, en 1932 pu­blica en Acción Española un artículo titulado “El Apóstol Santiago y el Mundo Hispánico”.

En 1934 Don Zacarías, participa en la organización del XXXII Congreso Eucarístico de Buenos Aires. Al mismo asiste el Cardenal Gomá, que, coincidiendo con el 12 de octubre de aquel año, pronuncia una “Apología de la Hispanidad”.

Puede leer:  Celebración en Roma del 450º aniversario de la batalla de Lepanto

En 1937 abandona Argentina y regresa a Europa pasando unos meses en Polonia.

En 1939, publica, en la Editorial Tradicionalista de San Sebastián, Vasconia Españolisi- ma. Datos para comprobar que Vasconia es la reliquia preciosa de lo más español de España obra que tuvo una segunda edición en 1971 y una tercera en 2012.

En España se encarga de la reorganización de la Acción Católica Española.

En 1941 funda la revista Ecdesia.

En 1944 escribe en Ecclesia un artículo titulado “Un gran Peligro para el Bien Co­mún”. Constituye una denuncia de cómo la Revolución se estaba infiltrando en el Régimen de la Victoria.

En 1946 formó parte del Patronato de Honor del XIX Congreso de Pax Romana en el que intervino proponiendo prudentes estrategias para cercenar la expansión del comunis­mo.

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A este respecto, en la declaración del Partido Comunista Español que. en 1956, se inclinaba por la reconciliación, se dijo:

«¿o ideología de la democracia cristiana es opuesta a la ideología del comunismo. Pero en los artículos publicados por Monseñor Zacarías de Vízcarra en «Ecclesia» y en algunas ac­titudes de jerarquías o católicos destacados hay un tono concillante, civil al hablar del Partido Comunista, que contrasta con los llamamientos a nuestro exterminio físico hechos por otros católicos en otros períodos. En dichos artículos no se plantea la lucha en el terreno de la gue­rra civil, sino en el terreno ideológico.

Y es que Vízcarra ya había visto que la Victoria de 1939 sería estéril, si se reducía es­trictamente a lo militar. Había que convencer en lo doctrinal. Y para ello teníamos la verdad de la Tradición a la que, desgraciadamente, se le estaba combatiendo desde las mismas es­tructuras del Régimen.

Electo el 2 de abril de 1947 como obispo auxiliar de Toledo y obispo de la sede vir­tual de Ereso. tomando posesión el 22 de junio de 1947.

Desde entonces su actuación se centró en la dirección de la Acción Católica. Sin na­da importante que reseñar salvo los artículos que publicaba en la revista Ecclesia. Hay que tener en cuenta la edad: en 1950 cumplió los 71 años.

Falleció en Madrid el 18 de septiembre de 1963. A los pocos días se celebró su se­pelio en su pueblo natal, Abadiano.

Al entierro en Abadiano no asistió ningún representante de la Diputación Provincial. El mismo día del entierro había llegado al puerto de Guecho Don Juan de Borbón, en uno de sus periplos marítimos. El presidente de la Diputación acudió a presentarle sus respetos. En el boletín “¡Volveré!” publiqué una reseña del entierro, quejándome de que la Dipu­tación no honrase, como se merecía, a un ilustre vizcaíno y diera preferencia a presentar sus respetos a “un ilustre navegante”. Debió de hacer efecto mi protesta. A los pocos días de llegar el boletín a Vizcaya, Don Ildefonso, hermano del extinto, recibió una nota de pésame de la Diputación, por el fallecimiento de tan ¡lustre vizcaíno.

Don Zacarías, entregado a su labor sacerdotal, permaneció ajeno a la lucha política. Sin embargo, siguió muy de cerca la vida del Carlismo, mantuvo conversaciones con Don Manuel Fal Conde, interesado por las dificultades por las que atravesaba la organización carlista en aquellos años.

La figura de Don Zacarías de Vizcarra y Arana, nos muestra cómo los carlistas esta­mos llamados a dar testimonio de una Verdad que está por encima del mismo Carlismo. El Concilio Vaticano n admite la autonomía de lo temporal. Pues en ese orden temporal de­fendemos unos principios de recta razón que hoy son conculcados por las ideologías de moda. Defendemos una Verdad, bien sea de orden meramente natural, frente a los sueños de la Revolución.

Esa Verdad, que a nivel de España se concreta en el Carlismo, a nivel universal es la Hispanidad. “Hacer Hispanidad es hacer humanidad”, dijo Ramiro de Maeztu. Y con la ban­dera de la Hispanidad somos una esperanza para los hombres de hoy. Los hechos demues­tran que han fracasado los intentos de organizar el mundo en base a los principios de la Revolución.

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Frente a tales mentiras levantamos la bandera de la Hispanidad. Porque fuimos los hispanos los primeros en llevar a las instituciones políticas la verdad de que todos los hom­bres somos hermanos, porque todos somos hijos de Dios.

 

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