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El fermento independentista con  o  sin  155

Después de que el Gobierno anduviera durante tanto tiempo deshojando la margarita para dilucidar si eran galgos o podencos los que venían a saquear un trozo de la centenaria España de la que forman parte, el hecho se ha consumado, descafeinado, sí, como el propio artículo, por el tembleque que les ha entrado a los poderes públicos estatales su aplicación un poquito más potente, como la dignidad de España se merece. Presumen de tratar el tema con guante de seda. “Hay que ser tan generosos en la victoria que nadie note la derrota”. Al que sí hay que perseguir es al autónomo que se olvidó de pagar un mes a Hacienda. Al que da un golpe de estado, no, siempre que el delito lo cometan políticos nacionalistas. A los nacionalistas no se les persigue nunca: se les premia o se les indulta.

Sí, tienen el “honor” de ser los únicos gobernantes que permiten destrozar su nación, sacar un artículo diciendo “no seais malos, que nosotros vamos a ser generosos”. Y tanto, ahí tienen al señor Puigdemont tomando vinos con su troupe como si con él no fuera el problema. Nos dejó estupefactos, hasta que lo comprendimos al oír al inefable (porque como Zapatero nos deja sin habla), señor ministro de Cultura, en funciones de Portavoz del Gobierno, Méndez de Vigo afirmar que estarían encantados de que se presente en las listas de las próximas elecciones. En Castilla decimos:”poner la zorra a cuidar las gallinas”; quien ha llevado a esta región española a esta sin razón, ruina y ruptura de amistades y aún familias, quieren estos sabios dirigentes que el soberbio revolucionario se vuelva en 55 días un pacífico gorrioncillo? No parece posible. Seguirá actuando como un buitre contra España alimentándose de lo que le consienten aquéllos que ante la Constitución juraron, o al menos prometieron, defenderla. El pueblo que sale a la calle gritando “No nos engañan, Cataluña es España” piden también con la misma fuerza: “Puigdemont a prisión”, es decir, 38 millones de españoles le gritan, no sólo a los dos millones y medio que se declaran independentistas, sino al Gobierno, que se quiten los tapones del oído y escuchen a la gente, porque en 55 días no se les va a olvidar su paso de tortuga para resolver el problema de la humillación a España.

En 1641, 1873, 1931 y 1934, se proclamó, sucesivamente la república en Cataluña. Pau Claris, en 1641; Francesc Macià, en 1931, ambos reivindicaron la independencia. Un Estado propio que en el caso del primero gravitaría —por la amenaza militar hispánica— hacia la órbita política francesa; y en el del segundo sería reconducido —por razones similares— hacia una República española. Baldomer Lostau, en 1873 y Lluís Companys, en 1934, con diferencias sustanciales  entre ambos, reivindicarían la adaptación del régimen foral catalán de 1714 a una modernidad republicana. Excepto Lostau cuya proclama la lanzó en nombre de la Diputación de Barcelona, los otros tres lo hicieron en calidad de presidentes de la Generalitat.

Es decir, en cuatro ocasiones hemos sufrido el mismo tantarantán catalanista, el último, en 1934, en el que, gobernando su querida y añorada II República, Lluis Companys conminó al capitán general de Cataluña, general Domingo Batet a que se pusiera a las órdenes de la Generalidad. Sin embargo, éste se puso en contacto con el presidente del Gobierno Lerroux, el cual le ordenó que declarase el estado de guerra. Tras diferentes disturbios con el resultado de tres muertes, el ejército comandado por Batet toma la plaza de San Jaime. El general parlamentó con Enrique Pérez Farrás, a la cabeza de los Mozos de Escuadra, (es decir, el Trapero de la época), para que abandonaran las armas. Aquel no se rindió y los mozos comenzaron a disparar contra las tropas, produciendo varias muertes y heridos. Entonces, los cañones del ejército dispararon contra el palacio de la Generalidad y tras cinco horas, los insurrectos comandados por el coronel Frederic Escofet se rindieron y fueron hechos prisioneros.[1]

En una emisora de radio y televisión, un gran y patriota locutor se desgarraba, como los manifestantes, al menos en Madrid, pidiendo por qué en cambio a los cabecillas de esta su última rebelión, ni siquiera se les enjuicia y al señor Puigdemont, el honorable cap, se le empuja para que vuelva a presentarse a las próximas elecciones ¿Esto es serio? Se preguntaba el locutor y añadía, si esto sucede es porque ya no queda ningún general Batet en España. Sí, creo firmemente que sí hay generales dispuestos a defender a España, pero lo que no tenemos es un jefe como Lerroux que les mande actuar como corresponde y no podemos olvidar aquello de su obligación a la obediencia debida.

Así estamos. En su afán por repartir culpas de manera equidistante, los analistas afirman que la declaración de independencia del Parlament es la reacción del secesionismo catalán a la inacción del Gobierno de Mariano Rajoy. Dicho de otro modo. Aseguran que los dos son culpables, uno por arrasar un camino que no debe y el otro por no frenarle antes en legítima defensa, porque el 155 llega tarde (viendo el desastre económico que ha causado) y porque se teme que el ya famoso artículo solo se aplique muy parcialmente.

¿Cómo han podido evolucionar las cosas para que en la actualidad el PP, heredero de UCD, se haya vuelto irrelevante y el PSOE esté en vías de lo mismo, mientras los radicalismos antiespañoles han conseguido fanatizar a grandes masas e imponer una dictadura en la práctica?  La respuesta, grosso modo, puede encontrarse en la política seguida desde la UCD, tanto por el PSOE como por el PP, concediendo los gobiernos españoles a los separatistas la hiperlegitimación por la que han venido alentando, justificando y financiando los separatismos. Hecho probablemente único en el mundo. Y no se han contentado con ello: sus partidos (PP y PSOE) en las diversas regiones se han puesto a la cola de los separatistas, con más o menos reticencias, aplicando ambos, similares políticas antiespañolas. Es más las personas que en dichas regiones protestaban contra aquellos desmanes fueron marginadas y desprestigiadas desde el poder. Los gobiernos han permitido a los separatistas infringir las leyes (con lo cual las infringían ellos mismos), les han regalado la enseñanza, medios de masas, les han permitido hacer una ilegal política exterior paralela a la oficial y contraria a ella, y han obligado a todos los ciudadanos a pagarla; y los resultados están a la vista. En palabras de Pío Moa: El cúmulo de fechorías perpetrado por estos gobiernos contra la ley, contra la democracia y sobre todo contra España, llenaría muchas páginas.[2]

Entre esas fechorías se encuentra el hecho de que los delitos de rebelión y sedición que contempla el Código Penal no han sido nunca esgrimidos por la Fiscalía, que ha delegado en el Gobierno una forma de castigo dentro de un Código Constitucional, que consagra la impunidad de cualquier delito siempre que se cometa entre políticos. Los ciudadanos no existimos. La Ley, tampoco. Aquí impera una casta política que se entiende entre ella y manipulando los medios de comunicación nos convence de que combate lo que permite y persigue lo que protege. Cuanto más se acerca uno al golpe de Estado catalán ve más aterradoramente claro que el Gobierno siempre estuvo en el golpe, que sigue estándolo, y que si las elecciones le salen relativamente bien, con una mayoría exigua que deje al PSC en condiciones de formar una alianza de Gobierno, el golpe seguirá.

 

Porque el golpe no es sólo que medio Parlamento haya proclamado la República, aunque por menos fueron treinta años a la cárcel los del 23F,[3] y por mucho menos, los condenados por “el caso Blanquerna” en el que la sentencia estima el recurso de casación interpuesto por el Ministerio Fiscal y algunos de los motivos planteados por la Generalitat de Cataluña y por su delegado del Gobierno, Josep María Boch, por el cual anula parcialmente el fallo de la Audiencia Provincial de Madrid que impuso a los 14 condenados penas que oscilaban entre los seis y ocho meses de prisión por el delito de desórdenes públicos y de multa por el delito de daños con la atenuante de reparación del mismo. En consecuencia, la Sala de lo Penal eleva las condenas por encima de los dos años lo que implica que ahora los afectados no podrán pedir la suspensión de la ejecución de la pena y tendrán que ingresar de manera efectiva en prisión. El Tribunal considera obligada la imposición de la agravante «dado el propósito común de los asaltantes, intolerantes con un acto de celebración del día de Catalunya, conmemoración existente en todas las comunidades autónomas españolas». «El motivo impulsor del delito o delitos cometidos fue la intolerancia hacia la ideología catalanista de los convocantes del acto, hasta el punto de llegar a impedirlos», dice la sentencia. ¿Y los actos que ellos han cometido en Barcelona?

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Corroborando lo de la bula de la “casta política”, Echenique que llama racistas y homófobos al millón largo de personas que defienden la Constitución en Barcelona olvidando que los organizadores de la misma son Sociedad Civil Catalana, el PP, PSC y Ciudadanos y que dos de los encargados de pronunciar los discursos fueron Josep Borrell (PSOE) y Francisco Frutos del PCE, a los que no parece que se les pueda aplicar esos insultos, no recibirá ni la más mínima reconvención.

Jiménez Losantos habla de “parar un golpe de Estado sin pararlo, para lo cual Rajoy ha tenido que darlo sin que parezca que lo da. Tenemos dos golpes por el precio de uno, diceY aún habrá gente -viles reaccionarios, casposos nacionalistas españoles- que se quejará de cómo nos tratan los amos. Nos han ahorrado nada menos que la violencia de una intervención militar para restaurar la Ley, a cambio de que la Ley sólo se aplique a los militares que pretendan que se cumpla. Otra vez dos por el precio de uno. Seguiremos siendo europeos si no insistimos en ser españoles, libres e iguales ante la ley, que eso seguirá siendo delito. Pero pronto nos dirán que el golpe de Estado en Cataluña nunca existió, y muchos lo creerán. Hasta el próximo golpe o hasta que perdamos la cuenta”[4].

Yo siento volver a la idea de pacto. No entre caballeros, claro. El pacto, como ya les funcionó en la batalla de Ayacucho mediante el abrazo de Maquinguayo, entre los HH. Masones de ambos bandos para representar la comedia de realizar un combate entre los defensores del virreinato (más hombres, como en este caso) y los independentistas apoyados por la Gran Logia de Inglaterra a través de la Lautaro sin apenas bajas y daños. La representación era necesaria porque una  capitulación sin batalla se habría juzgado indudablemente como traición. ¿Y ahora? Ahora también es necesaria la representación. Hay que macerar al pueblo español hasta que llegue al límite de su aguante para, en el borde del estallido, plantear el cambio constitucional por una federalista sin tener en cuenta el desastre que produjo durante su implantación en la I República.

Vean si no. Creen haber resuelto el problema catalán, pero he aquí que la extrema izquierda articulada en torno a Diego Cañamero y Juan Manuel Sánchez Gordillo y encauzada por la Asamblea Nacional Andaluza, impulsa la declaración de independencia de Andalucía el próximo día 4 de diciembre.  La Asamblea Nacional Andaluza ya lo ha anunciado y su presidente, Pedro Ignacio Altamirano, ha declarado que se hermanaban con la causa separatista catalana y que Andalucía seguiría sus pasos independentistas. El nombre de la nueva entidad política será «República Federal Andaluza» e incluirá todos los considerados Países Andaluces, a imagen y semejanza de los Países Catalanes del separatismo catalán, formado, además de por las ocho actuales provincias andaluzas, por Murcia, el Algarve portugués y el Rif marroquí, al menos en parte, y probablemente Ceuta, Melilla y Gibraltar.

La posición de Altamirano, escritor apoyado por Esquerra Republicana, Diego Cañamero y Juan Manuel Sánchez Gordillo, la explica él hoy mismo en su periódico La Hora de Málaga: «La actual España se encuentra por tanto al borde del precipicio que marca la línea que separa democracia y dictadura… lo que nos jugamos es permitir que el actual Gobierno que preside el Sr. Mariano Rajoy traspasa o no, esa línea y vuelve a llevar a España a la lista de los países con dictadura». Es decir, eso de la tranquilidad que promete Rajoy, no aparece por ninguna parte.

Tenemos también, como espada de Damocles el caso navarro. Hace poco han querido despojarla de su histórica bandera. Las razones las explica Javier Esparza en una entrevista en El Mundo: “Barkos quiere anexionar Navarra al País Vasco termine siendo anexionada por el País Vasco y, después, pedir la independencia. Ése es su objetivo político que conduce diligentemente EH Bildu y lo representa el nacionalismo vasco, que quieren lo mismo; quieren una Euskal Herria independiente de España. Coinciden en el proyecto político, quieren su país, y quieren la ruptura, y quieren una ficción… Todo, un cuento chino, porque Euskal Herria es un cuento chino y es mentira. Su objetivo supremo es la nación vasca con Navarra dentro.”

Además, el lehendakari, Iñigo Urkullu, ha reclamado este lunes día 2, el siguiente  al 1-O catalán,  el reconocimiento como nación del País Vasco, y ha defendido un proceso de «diálogo» que culmine con la celebración de «un referéndum legal y pactado».

Al tiempo, el Valle de Arán mimetiza quejas, agravios y resquemor respecto al Gobierno autonómico de Barcelona. Esgrimen, como Cataluña, lengua propia, el occitano, instituciones centenarias e identidad diferenciada. Pero desde la Generalitat reciben lo que los partidos aranistas interpretan como desdén. La situación lleva décadas así, pero con el referéndum del 1-O ha dado un giro inesperado. Ante una eventual independencia de Cataluña, los araneses se plantean qué pasaría con ellos. «Si hay independencia, nos vamos con Huesca. O mejor con un estatus propio con España. Y si no puede ser, pues como Andorra», razona un vecino en Vielha.

Estamos a punto de un nuevo cantonalismo. Del nacionalismo gallego ha surgido una corriente independentista muy fuerte y los regionalistas de León reclaman una vez más romper con Castilla: «Es un matrimonio sin amor”, dicen, pero más bien son hijos egoístas, déspotas y desconsiderados.

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[1] Pese a los combates, se considera que consiguió dominar la situación con el mínimo de destrucción y violencia.

[2] “Una estrategia contra el separatismo”: La Gaceta: https://gaceta.es/opinion/una-estrategia-separatismo-20171005-1012/

[3] Federico Jiménez Losantos: http://www.libertaddigital.com/opinion/federico-jimenez-losantos/dos-golpes-por-el-precio-de-uno-83547/

[4] Ibidem

 

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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