El presente artículo pretende explicar cómo ha permeado la matanza de estudiantes fraguadas desde el estado mexicano; 1968 vestía de negro al país, desde entonces se conmemora el 2 de octubre este genocidio, que ha quedado en la impunidad, pero desde entonces y hasta hoy, ha servido para que grupos de poder manipulen a estudiantes que cada año cándidamente inundan las calles de la ciudad de México rememorando este hecho y de paso, engordándole el caldo a grupos de poder.
“Al borde del sendero un día se sentaron”, era una generación que se negaba a reproducir estereotipos, a ser espejo, reflejo solo, “ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita son las desesperantes posturas que tomamos para aguardar…” qué aguardaban, que la clase política, adulta y senil de la época, no silenciara aquellas voces que habían aprendido a gritar rebeldía, con su puedo y con mi quiero hicieron esquina con Machado y Benedetti.
Sin embargo, la conciencia existencial del tiempo destructor en su presente, vivió el miedo, miedo a ver derrumbarse sus ídolos, falacias y mitos a garrote vueltos verdad, así que decidieron colocar sendas etiquetas en la gente joven, para seguir ensanchando la desigualdad social, dejando la muerte como alternativa o solución para que el pasado no sea la esperanza de reconstrucción del futuro.
Fue entonces que las libertades fueron acalladas, el cielo se volvió grisáceo y el suelo, grana, sus rostros tristes, la violencia y envidia convirtieron a comprometidos estudiantes en espontáneos delincuentes, Díaz Ordaz cortaba de tajo los vientos de libertad de aquella generación toda vez que sus padres, los adultos de México tenían miedo a los jóvenes, a su voz, su protesta.
Los patios y aulas de ciudad universitaria fueron convertidas en cuarteles, y la ignominia e ignorancia suplieron la catedra, las fosas comunes fueron los nuevos campus donde el conocimiento quedó sepultado en la clandestinidad. Los soldados desde su torpeza fijaban sus fusiles en el pecho de los aterrados párvulos, “Qué es Gnoseología preguntaba el militar, mientras apuntaba con su fusil al pecho estudiantil y ¿tú me lo preguntas? Gnoseología es la que asesinaste tú, contestaba silente el cuerpo inerte.
Era octubre y sus lunas se ruborizaban, era el segundo día, que nadie olvidaría; era el 68 y el alarido que apoyaba al atleta apagaba el grito de dolor. Cincuenta años después, sirven de pretexto para conferencistas, escritores, analistas, reporteros, paristas, activistas e incluso, presidentes electos; pero la verdad sigue sepultada en alguna de las fosas comunes, o sigue en el asfalto de la plaza o en la impunidad y contubernio oficial.
Sin embargo, más allá de buscar culpables o verdades a modo, deberíamos, la gente joven, los adultos y seniles, honrarlos en las aulas, los congresos e investigaciones, la ciencia, la tecnología, parafraseando a Jerome Bruner, “Ser como niño pequeño, no sólo discutir el sentido en sus intercambios con los demás, sino, llevar los problemas planteados por esas ambigüedades a la intimidad de sus propios monólogos”
Es decir, a la usanza de Machado “saber lo que piensan y sienten los personajes cuando están solos consigo mismos”.
Así, dejaríamos de hacer pintas afectando la economía de las ciudades y universidades, mostrando nuestra más primitiva expresión rupestre y comenzaríamos a realizar propuestas que eleven la calidad de vida de la sociedad en la que están inmersos y que confía en que en dentro de las universidades se viene tejiendo hoy día una generación de exitosos y visionarios mexicanos que no perdonan ni olvidan, pero que en el día a día, los muertos del 68 son el mejor pretexto para hacer de México un mejor país.
Por Miguel Ángel BALDERAS, Periodista.
Este artículos se publicó en la revista Reino de Valencia.