La boina es uno de los símbolos más llamativos e identificables del carlismo, cualquier “faccioso” que se precie debe tener una en su armario. ¿Pero cuándo empezó a ser usada esta prenda por los carlistas? ¿por qué se hizo esta elección? El origen de esta prenda es bastante incierto y discutido. Aunque hay fuentes que podrían demostrar su uso por parte de los vascos desde el siglo XVI, la realidad es que su uso empezó a popularizarse a partir de la Primera Guerra Carlista (1833-1840). El general guipuzcoano Tomás de Zumalacárregui, gran estratega y artífice del Ejército del Norte, fue el que promovió su adopción por parte de los carlistas. El “tio Tomás” convirtió unas partidas reducidas y dispersas de voluntarios en un verdadero ejército, capaz de hacer frente al ejército liberal y a sus aliados ingleses, franceses y portugueses.
Una de las claves de su éxito residía en un aspecto aparentemente poco trascendental: el equipo de sus tropas. En aquella época, el equipo militar casi no había cambiado desde que Napoleón dominaba Europa. Éste era bastante incómodo, poco adequado para la guerra rápida que se desarrollaba en un escenario montañoso como en el vasco-navarro. Las tropas gubernamentales iban generalmente equipadas con un inestable chacó o morrión como prenda de cabeza, una gran cartuchera que prendía de una correa en bandolera (que al correr golpeaba los riñones del sufrido soldado) y una incómoda mochila de piel de vaca. En cambio, los carlistas usaban un equipo más exiguo y económico, aunque también más adequado para el tipo de guerra que se estaba desarrollando: una boina como cubrecabezas, una canana o cartuchera ventral de cuero con una tapa para proteger los cartuchos de papel y un saco-morral de lona.
Pero centrémonos en la boina. Hubo diversas razones que la hicieron imponerse como prenda oficial para los legitimistas: antes que nada, les servía para diferenciarse del enemigo, ya que muchas veces se usaban uniformes capturados o de un corte similar a los de éste. Además, la boina cubría las cabezas de los voluntarios del frío, del agua y del sol. Era una prenda barata que podía ser tejida por el mismo soldado. Algunos la mantenían rígida mediante un aro de sauce colocado en su interior. También podía colocársele un refuerzo metálico o rellenarla de tela o de trapos para protegerse de los sablazos de la caballería. El diámetro de estas boinas era muy superior al de las actuales (podían superar los 40 cm), cómo se puede observar en gravados de la época. Algunas –al menos las de los oficiales- llevaban en el centro una chapa de oro o de plata de pulgada y media de diámetro con el anagrama de Carlos V . También podían llevar una borla formada por flecos que salían de la chapa en forma de sol.
Contrariamente a lo que se suele creer, las boinas carlistas no habituaban a ser rojas. La infantería solía llevarlas de color azul claro. Las rojas se reservaban habitualmente para los oficiales y los gastadores, aunque posteriormente se abandonó esta distinción, ya que los jefes ofrecían un blanco excelente a los tiradores liberales. Además de estos colores, se utilizaron muchos más, por ejemplo el blanco, el verde, el azul oscuro, etc.
Hasta ahora nos hemos ceñido exclusivamente al escenario del norte, pero hablemos también del Ejército del Centro (territorio que comprendía las regiones aragonesa, valenciana y murciana) y el de Cataluña. En el caso del centro, hasta 1836 no fueron utilizadas las boinas, año en que fueron introducidas por Llagostera, Forcadell, Arévalo y Cabrera. Sin embargo, hubo muchas unidades, como los Miñones de Cabrera (llevaban sombrero de copa), que nunca adoptaron esta prenda. Otra unidad que tampoco utilizó la boina fue la partida de Palillos que operaba en la Mancha. Al igual que esta última, había muchos grupos de guerrilleros cuya vestimenta no se diferenciaba en nada a la de un labrador. Sus integrantes vestían el traje de la región con un sombrero alto de color negro. En cuanto a Cataluña, no hemos encontrado mucha información sobre los uniformes de este periodo, aunque cabe suponer que la prenda más popular fuese la barretina, cubrecabezas con gran raigambre en el Principado.
Esperamos que este artículo les haya parecido interesante y les haya servido para conocer un poco mejor la historia de uno de los símbolos más significativos y tradicionales para los carlistas. Por último recordar que si quieren adquirir este cubrecabezas pueden hacerlo en el bazar carlista.
JAVIER M.C.S | BENICARLÓ