Por Tomás Fisher | Analista de la información | Londres
No podría encontrarse un título mejor, para intentar comprender la realidad que se vive en la España actual, que el sugerido por Don José Miguel Orts Timoner, pues ciertamente parece que España está en una sala de urgencias a la espera de que un doctor ofrezca su diagnóstico preciso. Obviamente no es el autor de estas letras ese doctor necesario, tan solo un mero observador que, a veces desde la distancia, analiza los síntomas de esa enfermedad que padece la nación española. Y por cierto que esos síntomas son evidentes para cualquier observador escrupuloso. Y ya que hablamos de síntomas, enfermedad y diagnóstico, Hipócrates en su Pronóstico, escribió; “el pronóstico consiste en un preconocer más que en un predecir. Declara el pasado, diagnostica el presente, pronostica el futuro”.
Por lo que hagamos un análisis somero de esa realidad que se vive en España y de la que hablábamos al principio y formulémonos las siguientes preguntas; ¿podemos preconocer los síntomas? Y ¿podemos predecir, pronosticar, el futuro de España?. En nuestro análisis no vamos a partir de cero, no tenemos una página en blanco en la que, por no haber, no hay siquiera ni una breve anamnesis sino todo lo contrario, tenemos páginas y páginas enteras con información completa y, lo que es mejor, información detallada de esos síntomas y en consecuencia de la enfermedad que padece España. Así pues, responder a ambas preguntas no será complicado, en este sentido el hecho de predecir (la enfermedad) será el resultado irrefutable de haber preconocido las causas, lo que nos facilitará el diagnóstico de los efectos.
De nuevo Hipócrates nos señala una de las causas fundamentales de la enfermedad cuando explicaba que “las enfermedades no nos llegan de la nada. Se desarrollan a partir de pequeños pecados diarios contra la naturaleza. Cuando se hayan acumulado suficientes pecados, las enfermedades aparecerán de repente” ahora sustituyan “contra la naturaleza” por “contra España” y et voila! empezamos a entender que los problemas de España no surgen ex nihilo sino que hay una causa y unos agentes causantes, y que estos empezaron presentando pequeños síntomas a los que los españoles no les prestaron la atención que exigía el curso del mal para, al final, lo que se hubiera podido tratar por medios no invasivos acabará por requerir, de acuerdo a la gravedad, de una intervención quirúrgica que nadie quería, y nadie esperaba.
¿Creen que la situación por la que atraviesa España, el auge de los populismos, la liberalidad con la que determinados partidos políticos pretenden ejercer políticas suicidas, el odio (inconcebible en pleno siglo XXI) como efecto de un adoctrinamiento inagotable en las escuelas de Cataluña, los levantiscos movimientos en diferentes regiones de España, el desprecio sistemático a la Corona y a la carta magna, la burla a las leyes y a la justicia, las insólitas declaraciones (y manifestaciones callejeras) en favor del derecho a la vida de cualquiera que sea la especie animal, mientras se vulnera el derecho a la vida de pequeños seres humanos por nacer, el ansia con la que algunos se refocilan por abrir tumbas que deben permanecer cerradas si se quiere mirar hacia el futuro, el desprecio, cuando no la ofensa, por las tradiciones e historia propias y, resumiendo para no cansar al lector, el incremento de movimientos, ideologías y toda suerte de ideas peregrinas donde se cumple de manera incontestable lo que advirtiera Cicerón cuando dijo “Non consilium in vulgo, non ratio, no discrimen, non diligentia” .
Con todo se podrá argumentar que en España hay cosas buenas, muy buenas, ¡y por supuesto que sí!, pero los españoles no son conscientes de que en ese afán por “cargarse” lo que algunos consideran malo, acabarán por “cargarse” también todo lo que es bueno, y esto ocurre por cuanto que hemos confundido los bienes por los que vivimos por los bienes por los cuales vivimos. ¿Acaso ven en estas letras la exagerada descripción de un español herido?… ¡Caramba lo que son las cosas y lo que es la historia! Porque en febrero de 1873, siendo presidente de la primera República Don Estanislao Figueras y, nótense bien los síntomas de entonces, porque España estaba metida en una crisis económica como nunca se había conocido hasta ese momento, con un Rey en renuncia, con unos políticos maquinando en un todos contra todos y a la vez con todos y continuamente, y sufriendo la locura del federalismo con la alborotadora e insurrecta Cataluña, aquel hombre harto de aquella España “republicana” dio un golpe sobre la mesa y exclamó: “caballeros, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros” y aquel mismo día se largó a Francia.
Esta es la radiografía nacional de una enfermedad vieja, somos herederos de esa extraña anomalía de un gen recurrente para el que la medicina todavía no ha encontrado cura y es que, lamentablemente, es una enfermedad que puede tener fatales consecuencias, como bien nos advierte la historia, también como bien lo expresara Mariano José de Larra en “Fígaro en el cementerio” pensando en una España moribunda, acaso pueda decirse ahora lo mismo a modo de recordatorio, rodeados de malas bestias por un lado, de peores conciencias por el otro y de desmemoriados por todas partes. “Una nube sombría lo envolvió todo. Era la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseos. ¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza! ¡Silencio, silencio!” Confiemos en que estas palabras no encuentren eco en nuestra convulsa realidad.
Esta es la radiografía nacional, una enfermedad, sin embargo, que tampoco es nueva pues la venimos padeciendo desde que España es España, una enfermedad que la llevamos en nuestros genes y para la que posiblemente no hay cura, tan solo remiten los síntomas, pero siempre hay una recaída, y así será mientras no se extirpen, y para siempre, los agentes causantes.