Suena a conspiranoia, desde luego, pero estamos a las puertas de implementarse a nivel global un proyecto totalitario de tipo neurotecnológico (inteligencia artificial mediante) perpetrado por compañías dirigidas por transhumanistas sin escrúpulos (caso de las que controlan los logaritmos del Google). 

Dicho proyecto -basado en el poder de las nuevas tecnologías convergentes- tendrá como objetivo el control neural de las personas, al punto de implantar en su cerebro pensamientos, fantasías, deseos y recuerdos ajenos a ellos. 

Sí, hablamos de un totalitarismo tecnológico de masas en medio de un marco cultural distópico -donde se producirá un resquebrajamiento de la soberanía de los países paralelo a una sumisión a las transnacionales- cuya meta de medio plazo no será otra que gobernar sobre los gobiernos. 

Pensemos que hoy el poderío de las grandes empresas de Silicon Valley es tal que incluso las élites financieras se muestran asustadas de que aquéllas puedan consolidar sus propias monedas digitales y, así, asestar un golpe de muerte al sistema financiero internacional. Para lograr semejante dominio absoluto contarán con un aliado fundamental: nosotros mismos en cuanto que auténticos adictos a la droga tecnologíca, pues inconscientemente trabajamos a diario (y gratis, para más inri) en su indisimulado proyecto de desestabilización política y disolución de los Estados Nacionales en beneficio de las diferentes agendas mundialistas. 

No en vano llevan lustros desplegando una cuidadosa operación de guerra psicológica que ha logrado manipular la percepción de las masas, movilizándolas hacia la pulverización de sus propios derechos. 

Y es que a medida que Facebook, Twitter, Instagram, Tik-Tok, YouTube, WhatsApp, Tinder, Tumblr, Telegram, Snapchat, etc., crecen, disminuye también la libertad de pensamiento, de la cual dependen el resto de libertades. 
Ricardo Herreras 

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