“UNA LUZ DE ESPERANZA”
Como es bien sabido, hace unos días la Corte Suprema de los Estados Unidos, derogó la sentencia del caso Roe v. Wade (1973) el cual, a través de engaños, mentiras, fraudes, así como del apoyo financiero de personas de dudosa reputación; lograra la despenalización del aborto en la Unión Americana causando, en menos de 50 años, la muerte de más de 63 millones de bebes en gestación. Gracias a las oraciones, los sacrificios y las décadas de esfuerzos incansables de innumerables americanos, de organizaciones provida así como a la designación, de tres jueces afines a la causa, por parte del expresidente Donald Trump, conocido por ser el único presidente de los Estados Unidos que ha asistido a la Marcha por la Vida, se logró revertir una de las desviaciones más atroces de la constitución americana.
Esta victoria, que hay que celebrar, es apenas una batalla ganada en la larga lucha contra el aborto que, si bien ya no se considera un “derecho constitucional” tampoco está prohibido, puesto que cada uno de los estados miembros de la federación, tiene ahora la competencia para regular, de manera independiente, sobre el aborto. Se prevé que, en los estados gobernados por los republicanos éste se limitará, con la esperanza de que en algunos estados se elimine totalmente, situación que ya están preparando un par de estados; mientras que, en los gobernados por los demócratas, seguramente se liberalizará aún más la ley, permitiendo el aborto hasta unos minutos antes de nacer, cosa que ya sucede en Nueva York.
Y mientras las personas que defienden la vida celebraban, alrededor del mundo, la histórica decisión que salvará innumerables vidas, en los círculos progresistas no sólo hubo llanto y crujir de dientes, sino que mostraron su cólera a través de manifestaciones (más o menos violentas), amenazas a los jueces (quienes ya habían sido intimidados con anterioridad, algunos hasta a las puertas de su propia casa) así como ataques a iglesias y a centros de embarazo. Todo esto, ante el silencio cómplice de las figuras gubernamentales más importantes.
Se sumaron a la indignación y a la llamada a luchar incansablemente por restaurar las protecciones de Roe v. Wade, como ley federal, los “devotísimos católicos” Biden y Pelossi, quienes se atreven a llamar al crimen del aborto un derecho fundamental que además protege la salud de la mujer, mientras omiten el hecho de que el aborto tiene un sólo objetivo; matar al bebe en gestación. Sumándose a ellos, Trudeau afirmó que ningún gobierno debería decirle a una mujer lo que puede y no puede hacer con su cuerpo cuando en Canadá los mandatos de vacunación han sido tan tiránicos que han hecho prácticamente imposible sin la vacunación covid, no sólo entrar o salir del país, sino el acceso a la mayoría de los lugares públicos, incluyendo el transporte público. Pedro Sánchez, Emmanuel Macron, los siempre presentes Gates y Soros, así como la ONU, entre otros; también expresaron públicamente su gran contrariedad ante este éxito provida, dejando muy claro, tanto su cinismo como el desprecio que tienen por la vida humana, al llamar derecho humano básico al asesinato del bebé en el vientre materno.
Y si bien la noticia es una luz en medio de la oscuridad, también deja al descubierto la perversidad de nuestros sistemas legales, volubles cual pluma al viento cambiando de palabra y de pensamiento constantemente pues al estar basados en la filosofía liberal, la libertad y la voluntad del hombre se antepone, a los designios de Dios. Además, las legalizaciones ilegítimas rompen brutalmente la cohesión y la confianza entre la sociedad. ¿Cómo podemos dialogar y llegar a un acuerdo si unos llaman derecho a lo que en realidad es un crimen? Nuestra sociedad, que presume de ser inclusiva, tolerante y compasiva como nunca; discrimina injusta y violentamente al decidir quién nace y quién no.
Hemos pasado en cuestión de décadas del “aborto legal, seguro y raro” a exigir el aborto sin límite ni restricción alguna llegando prácticamente al infanticidio. La legalización de un mal intrínseco, aún bajo supuestos o circunstancias que parecen justificarlo o hacerlo menos grave es, un gran error y una gravísima injusticia que abre la puerta a una serie de iniquidades cada vez más difíciles de contener. El aborto, mata a un ser humano inocente en el vientre materno, independientemente de que el feto tenga apenas un par de semanas o nueve meses, aunque éste último produzca más desagrado y remordimientos.
A fin de promover el respeto a la vida, varios líderes políticos y religiosos en los Estados Unidos, han solicitado al estado ayudas económicas para las madres solteras. Aunque la intención es buena, hay que recordar que el estado, siempre que toma el papel de padre que no le corresponde, acaba convirtiéndose en un mal padrastro. Además, querer acabar con el aborto a base de ayudas económicas para la madre es querer tapar el sol con un dedo. Seguramente salvara algunas vidas, pero la revolución del “amor y la paz,” esa que promovió el llamado amor libre, seguirá, de manera implacable sesgando muchas más. Nuestra sociedad, mientras exige el control total de su cuerpo, promueve en realidad el descontrol total de las pasiones y los instintos más bajos; demandando, además, el derecho a eliminar violentamente la consecuencia de dicho acto, con total impunidad.
La mayoría de los abortos en nuestra sociedad no son productos del incesto o la violación (aunque dichas circunstancias no lo justifican) sino que se producen “porque se olvidó o falló” el método anticonceptivo, además de los casos donde el aborto tiene una función eugenésica (que nuestra sociedad llena de contradicciones aplaude mientras se rasga las vestiduras ante los crímenes del nazismo). Los embarazos no deseados abundan en una sociedad donde la pornografía está al alcance de los dedos, donde el sexo casual “es lo normal” y donde hasta periódicos antaño decentes, como el ABC, promueven a través de artículos perversos, los matrimonios “abiertos” a la promiscuidad.
Mientras se siga promoviendo en nuestra sociedad el libertinaje sexual íntimamente ligado a la mentalidad anticonceptiva que desliga el acto sexual de la procreación, seguiremos teniendo abortos que; mataran a los hijos, dejaran a sus madres destrozadas y envilecerá a los padres que no supieron defender a sus hijos ni proteger a sus mujeres. Nuestra sociedad necesita, parafraseando a Dietrich von Hildebrand; recuperar la virtud de esa pureza que percibe y respeta el carácter del sexo: su profundidad, seriedad, e intimidad; dentro del marco del amor conyugal que abierto a la vida, hace posible, la entrega total y recíproca de uno mismo.
La derogación del aborto como derecho constitucional tuvo lugar un viernes, precisamente el viernes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, Quien nos recuerda que, sólo Dios da la victoria, pero a cada uno de nosotros nos corresponde luchar porque Cristo reine en nuestros corazones, en nuestras familias y también en nuestras sociedades y naciones. “Cor Iesu, adveniat Regnum tuum. Adveniat per Mariam”.
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