Sí, Greta “Zumber” lo volvió a hacer. En esta ocasión durante el festival de rock de Glastonbury, celebrado a finales de junio pasado, donde también compareció -por videoconferencia- el impresentable Volodimir Zelenski.

Allí, en medio de una multitud que coreaba enfervorizada el eslogan “¡Justicia climática!” (sic), la insufrible adolescente sueca archipublicitada por ONGs y demás instituciones globalistas soltó su enésimo sermón-reprimenda al personal, advirtiendo de paso que “nos estamos acercando al precipicio” (sic).

Ciertamente, lo de utilizar a niños como una suerte de “portavoces inocentes” es una vieja a la par que efectiva estrategia de marketing publicitario -apelando al emotivismo- a la hora de conseguir determinados objetivos, también en lo que se refiere a defender causas en apariencia nobles o altruistas que, sin embargo, esconden fines crematisticos inconfesables.

En este caso concreto, detrás de la niña nórdica con problemas cognitivos se encuentra el ‘New Green Deal’, uno de los proyectos estrella de la Agenda 2030, por el cual se pretende lavar la cara al hoy ya desatado turbocapitalismo con el fin de que los grandes fondos de inversión continuen (bajo una fachada ‘ecofriendly’) siendo los dueños del cotarro.

Así las cosas, Greta Thunberg supone para la lucha por preservar el medio ambiente lo mismo que Malala para la lucha por los derechos de las niñas en el mundo islámico: la creación/apropiación por parte del Sistema de determinados iconos púberes a fin de movilizar por la vía del buenismo a una ciudadanía cada vez más borrega en la dirección que siempre interesa al Gran Capital.

COMPARTE: