Desde que entró en vigor la ley sobre la venta de tierras agrícolas hace exactamente un año, tres grandes empresas transnacionales estadounidenses han adquirido casi un tercio de las tierras agrícolas de Ucrania. Según la “Revisión nacional australiana” los estadounidenses ahora poseerían 17 millones de los 62 millones de hectáreas de Ucrania (área total del país); ¡Por lo tanto, el 28% de Ucrania sería estadounidense!

Los compradores son reconocidas firmas estadounidenses como son Cargill, Dupont y Monsanto. Lo que es menos conocido, sin embargo, es que detrás de estos conocidos escaparates aparecen fondos de inversión, estructuras financieras un tanto oscuras, características de la especulación de la “nueva era”. Estas corporaciones bastante oscuras pero inmensamente poderosas tienen un capital de dólares. Entre las que operan en Ucrania, se encuentran en particular Vanguard, Blackstone y Blackrock, cuyos capitales ascienden respectivamente a diez, seis y 0,9 billones de dólares.

Para dar la medida del estado de cosas, la revista australiana menciona el ejemplo de Italia, donde la tierra cultivable representa 16,7 millones de hectáreas. Por lo tanto, el poder de los títeres de Kiev ha dado lugar a que tres empresas estadounidenses posean ahora más tierras de cultivo en Ucrania que Italia, miembro del G7.

Como resultado, cuando hablamos del trigo ucraniano y su exportación, surge la pregunta ¿de qué estamos hablando exactamente? ¿Por qué omitimos sistemáticamente mencionar a los fondos de inversión estadounidenses, que sin embargo son actores muy importantes en el caso y, por qué no, los principales beneficiarios?

Pero, además de este cuestionamiento económico aparentemente plano, surge la pregunta de saber cómo y por qué Ucrania llegó a esto.

Cuando el país formaba parte de la Unión Soviética, la tierra pertenecía al estado a través de los koljoses. Tras la desaparición de la Unión Soviética, los campesinos, empleados de los koljoses, recibieron en alquiler las tierras estatales que cultivaban hasta entonces. Posteriormente, la situación de estas tierras se transformó para pasar, tras largos trámites administrativos, a la propiedad plena de quienes las cultivaban en el pasado, los antiguos koljóses. Luego siguió un breve período durante el cual se autorizaron transacciones, es decir, la compraventa de terrenos. Pero, finalmente, en 2001 se decretó una moratoria que puso fin a todas las transacciones. Este estado de cosas continuó más o menos durante los siguientes veinte años, hasta 2021.

De repente, como no podían vender ni comprar la tierra, muchos antiguos koljoses, que se habían convertido en terratenientes tras la desaparición de la Unión Soviética, se vieron ante la disyuntiva de seguir trabajando la tierra, como antes, o, lo que era nuevo para ellos, alquilarlo al precio de 150 dólares por hectárea por año a “operadores”, apareciendo de quién sabe dónde tras la desintegración de la Unión Soviética. Así, a la sombra de la moratoria, los “operadores” se han convertido en verdaderos latifundios y, lo que es peor, en empresas agrícolas monopólicas. De esta forma, si la tierra seguía perteneciendo, al menos formalmente, a las antiguas granjas colectivas, en la práctica estaba en manos de “operadores” privados, importantes engranajes,

Sin embargo, la cuestión de la propiedad de las tierras agrícolas en Ucrania quedó en suspenso, un problema político central importante, particularmente sensible en el país eslavo que es Ucrania. La calidad del Chernozem ucraniano, entre las mejores tierras cultivables del mundo, se sumó a este desafío tradicional, especialmente porque la producción agrícola ucraniana estaba cada vez más involucrada en el comercio internacional. De repente, el debate se enriqueció para saber si era necesario, además de la abolición de la moratoria en las transacciones de tierras agrícolas, abrir a los extranjeros la posibilidad de comprar tierras en Ucrania. Poco a poco, la idea fue tomando fuerza con la apertura cada vez más efectiva del país.

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Volodimir Zelensky, consciente de la cuestión, propuso someter la cuestión al país por referéndum. Durante las manifestaciones campesinas proclamaba alto y claro que “la tierra era de los ucranianos” mientras estigmatizaba a “los chinos y los árabes” que se disponían, según él, “a arrebatarnos nuestra tierra en carretas”.

El debate estaba en marcha y Zelensky, como hábil malabarista, supo jugar con el sentimiento popular para darle una orientación nacionalista, chovinista, incluso xenófoba.

A pesar de la fuerte oposición mayoritaria a la abolición de la moratoria en la venta de tierras agrícolas, la “justificación” fue presentada con insistencia. Tenía que hacerse, se decía, porque ha pasado mucho tiempo desde la adopción de esta medida sin que el parlamento ucraniano, la vrhovna Rada, haya puesto en marcha un mecanismo suficientemente transparente para organizar la compraventa de tierras según lo previsto en la ley de 2001.

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Al respecto, es importante mencionar que, al mismo tiempo, las encuestas de opinión indicaron que el 81% de las personas entrevistadas estaba en contra de la venta de tierras a extranjeros y que solo el 13% apoyaba el enfoque recomendado por el Gobierno. Además, dos tercios de los encuestados opinaron que una decisión tan importante debería estar sujeta a consulta por referéndum, mientras que más de la mitad (58 %) opinaron que las tierras agrícolas deberían seguir siendo propiedad estatal, como por ejemplo en Canadá e Israel (referencias importantes para la opinión pública ucraniana)

Finalmente, fue el informe del mes de abril de 2021 del Fondo Monetario Internacional, el acreedor más importante de Ucrania, el que llevó la decisión al poner la abolición de la moratoria como  condición sine qua non  para la atribución de un nuevo paquete de créditos a Ucrania. Y el gobierno de Ucrania decidió ponerse en contra de la mayoría de la opinión pública de su país. A partir de entonces los “operadores” tuvieron vía libre para traspasar los terrenos que tenían en gestión a los “inversores extranjeros”,  ultima ratio del sistema económico ucraniano. Antes debían adquirirlos, como la ley les autorizaba en adelante, a los “pequeños transportistas” ex koljosianos. La operación, clásica en su género, llevada a cabo sin contratiempos, como lo demuestra el retraso entre la adopción de la ley por parte de la Vrhovna Rada y su aplicación -es decir, la adquisición por parte de las empresas estadounidenses-, obviamente rindió grandes frutos a algunos matones cercanos a la Poder de Kiev.

Así, tras el establecimiento de una treintena de laboratorios biológicos estadounidenses en todo su territorio, Ucrania añadió, mediante la venta masiva de sus tierras agrícolas a empresas transnacionales bajo la supervisión de fondos de inversión estadounidenses, una dimensión adicional a su alineamiento atlántico. Si los laboratorios biológicos aún no han revelado sus secretos, en cambio, en lo que respecta a las tierras agrícolas, las cosas parecen más fáciles de dilucidar respondiendo a la pregunta: ¿el trigo que se exporta desde Ucrania es estadounidense?

PD : Apostamos a que los inspectores que examinarán el barco liberiano que transporta el primer cargamento de trigo ucraniano frente al puerto de Estambul hoy (3 de agosto por la mañana a partir de las 10:00 GMT) tendrán la oportunidad de responder a la pregunta. Teniendo en sus manos los bordereaux y la documentación reglamentaria, conocerán ipso facto al propietario de los cereales ucranianos.

 ALAIN JEJCIC, este artículo fue publicado originalmente en francés en  Librería Tropics

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