El 9 de agosto de 1945 el masónico presidente TRUMAN – antiguo tendero elevado a la presidencia usaica – daba orden de aniquilar, tras Hiroshima, a la cuna del catolicismo en el Japón, más de 4,40% de su población lo era, cifra muy alta si tenemos presente que en dicho país el catolicismo supone un escaso 0,40% de fieles. 

Siempre se ha tenido presente que el factor religioso fue decisivo a la hora elegir arrasar esta ciudad.  

Truman igualmente fue el cómplice “ideal” que permitió los crímenes de los soviéticos en la Europa devastada por la Guerra, testigo mudo de las masacras de católicos en Austria, en Silesia, en Croacia, Eslovenia, Eslovaquia…, sin olvidar que fueron usaicos los que obligaron a británicos y franceses a entregar a Stalin – el compinche de Truman- a decenas de millares de prisioneros rusos blancos, ucranianos, y de demás países del este que habían luchado junto al Ejército Alemán, y que se habían rendido, sin combatir, sobre todo a los británicos, con esa condición. Sabiendo que el destino que les esperaba a esos pobres “réprobos” era la más cruel de las muertes y, en el mejor caso, la muerte lenta en los gulags siberianos. Así como la violación y muerte de las mujeres prisioneras. 

“Esta” también es Memoria Histórica de la buena, esto son los horribles crímenes de los “buenos”, de los vencedores, de los hoy olvidados a fuer de vencidos.  

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