Básicamente:

EL PROGRE. – Como “vanguardia moral” del globalismo (ese proceso turbocapitalista en lo económico e hiperprogresista en lo antropológico implementado a nivel planetario por élites demoníacas), los progres creen que Rusia (esa nación habitada por hombres y mujeres no suficientemente “fluidos” que para más inri estiman los valores tradicionales) representa la reacción y el atraso absolutos, el último gran obstáculo para que la (trans)humanidad alcance las máximas cotas de felicidad prometidas por todos los organismos supranacionales habidos y por haber.

EL ANTIFA. – Como “guardia de la porra del globalismo”, los antifas (retrospectivos ellos, naturalmente) están convencidos de que Putin es el nuevo Hitler y la Rusia actual un Estado fascista (que el fascismo como tal lleve derrotado desde 1945, eso es lo de menos) que vulnera de manera sistemática las prebendas (perdón, los derechos: en qué estaría pensando…) del “pobre” lobby gayer.

EL DERECHUZO. – Como buen patriotero (lo de hacer el servicio militar en su propio país ya para otro día), piensa que Putin es un bolchevique emboscado (¿no cayó la URSS en 1991? Bah, da igual), Stalin redivivo, y por ello piensa que la OTAN (a la sazón, el brazo armado de ese globalismo que, depredando recursos naturales, concentrando la propiedad en poquísimas manos, precarizando el trabajo, favoreciendo la inmigración masiva o fomentando extravagantes microideologías, destruye las Patrias que dice defender) debe actuar con firmeza.

EL TRAGACIONISTA. – Como buen creyente en el “relato oficial” de turno (ya sea sobre la SGM o el “kobis”), lo de investigar más allá de lo que le digan los medios sistémicos le produce una pereza insuperable, de manera que, si así se lo indican las autoridades y expertos de la “lademocraciaquenoshemosdado” y el “jardín” de la UE, no tendrá problema en ducharse con agua caliente una vez por semana o prescindir de la calefacción este invierno a fin de fastidiar al “maluto” de Putin.

EL IGNORANOICO. – Como buen ignaro, proclama a los cuatro vientos que en Ucrania existe una democracia consolidada a la par que culpa exclusivamente a Putin del golpe del Maidán, de los miles de muertos en el Donbass en estos años, de la invasión a Ucrania propiamente dicha (ignorando que la responsabilidad de un conflicto corresponde no sólo a quien pega el primer tiro, sino también a quien hace éste inevitable), del sabotaje al Nord Stream, del referéndum “catalanio”, de la inflación galopante, de los precios del gas, del cambio climático y hasta de la muerte de Chanquete.

EL ENTERAO.-– como buen “cuñao”, los muy “sesudos análisis” de un Antonio Maestre o un Herman Tertsch (depende de la hemiplejia partitocrática por la que esté abducido) le parecen siempre fetén (máxime si, como es el caso, izquierda y derecha coinciden), y por eso considera que Rusia es un país aislado sin ningún apoyo en la “comunidad internacional”, al borde del colapso económico por las sanciones y con un ejército de tercera división al que casi no le quedan ni misiles ni tanques cuya población, harta de Putin, lo va a echar del Kremlin estas Navidades.

EL DESPISTADO. – Como buen obtuso, aún no se ha percatado de que estamos en 2022, tampoco de que el eje político actual no es fascismo/comunismo, ni siquiera izquierda/derecha sino globalismo/soberanía, de ahí que apoye de manera entusiasta a los “nacionalistas” ucranianos contra Putin creyendo que son “los suyos” cuando, actuando como lo están haciendo, son precisamente todo lo contrario.

No están todos los que son, pero sí son todos los que están.

Ricardo Herreras

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