Las ciencias, desde los tiempos remotos de los griegos y los fenicios, siempre han servido como antorcha iluminadora del camino del hombre, es decir, para que este prospere. Y yo ahora me pregunto, ¿Son hoy en día las ciencias verdaderamente claras, o responden a las presiones de los poderes mediáticos? 

Primero de todo debemos de saber qué se entiende por ciencia: esto no es más, ni tampoco menos, que cualquier rama propia del saber humano; por lo que desde la filosofía hasta llegar a la medicina, se abren un gran abanico de saberes modernos, a cada cual más útil y diverso en función de la circunstancia concreta en el que se emplee. 

Volviendo ahora a la pregunta inicial, por desgracia las ciencias han dejado de ser hoy en día plenamente objetivas, para volverse más bien verdades parciales. Dos y dos seguirán siendo cuatro –aunque más de un filósofo estaría en desacuerdo con mi afirmación– mas sin embargo, cualquier estudio o análisis más complejo muy probablemente esté tergiversado para moldear a la opinión pública, ya sea por parte de un juntaletras con algún tipo de carnet político, ya sea por parte de una organización gubernamental, o ya por parte de algún avilantado con ciertas dotes creativas. Todos ellos, personalidades tan dispares, son en parte lo mismo, altos traidores. Son traidores a la verdad, y por ende, a todos nosotros, quienes taciturnos y somnolientos tragamos con casi todo desafuero que encontramos en la prensa, en la calle o en los medios digitales sin apenas cuestionárnoslos. 

La ciencia moderna ha dejado de ser ciencia para ser más bien una tragicomedia gay-trinaresca en la que solo se premia el alimentar y azuzar las pasiones. Y todo gracias a un pueblo imberbe que no sabe ya si es de noche o de día, si hace frío o calor, sin depender de terceros. Y esto hace que me pregunte por último, ¿Han de ser objetivas las ciencias? La respuesta es no, nada debe de estar tañado a lo políticamente correcto ni a la tibieza de la objetividad, la ciencia es el motor de la vida, y la vida es velocidad, movimiento, brutalidad, caos… Las ciencias deben de estar ahí, como lo está la filosofía, para buscar la verdad de lo que nos rodea, y no para crear la confusión y el caínismo entre hermanos. Porque entre mentiras y falsos testimonios estamos los españolitos de a pie, bien de la España que bosteza, o bien de la España que a vivir empieza. 

Juan José Fernández Doctor

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