Frente a la trilogía de la Revolución Francesa, todavía hoy el consenso general no duda en calificar de izquierdista perfecto a quien se afirme favorable a una libertad, igualdad y fraternidad absolutas. De alguien que es, en definitiva, un anarquista, en el sentido etimológico y radical de la palabra, del griego an arche, sin gobierno, con o sin connotación de violencia o terrorismo. Los izquierdistas moderados califican como utópico, “lamentablemente utópico” dicen, el sueño de su correligionario radical. Nadie negará, sin embargo, la plena autenticidad izquierdista de esa utopía.
En función de este marco de izquierdismo absoluto, es fácil discernir qué, dentro de la escala izquierdista, un programa o un método, puede ser calificado como más o menos izquierdista. Es decir, será tanto más izquierdista, o menos, cuanto más se aproxime o se distancie del anarquismo total. Así, por ejemplo, un socialista es tanto más izquierdista cuanto más efectiva y general sea la igualdad que reivindica. Y será íntegramente izquierdista el que reivindique la igualdad total.
Una afirmación análoga debe hacerse en relación a otro “valor” de la trilogía de 1789, el liberalismo político. Este será tanto más izquierdista cuanto más reclame la libertad total. Está en la esencia del anarquismo total la afirmación de que toda y cualquier desigualdad es injusta. Es cierto que, de acuerdo al consenso general, el izquierdismo tiene su punto omega y su escala de “valores” bien definidos. El totalitarismo económico destruye fácilmente la libertad política. Y recíprocamente. Pero esta contradicción existe sólo en las etapas intermediarias que todavía no son el anarquismo total, aunque predispongan a él. Pues, tanto se puede llegar a este último por una libertad absoluta, como, y principalmente, por una igualdad absoluta.
La libertad absoluta propicia una ofensiva general de los que son o tienen menos, contra los que son o tienen más. Y a su vez, la igualdad completa implica en la negación de toda autoridad y, por lo tanto, de toda ley. Esas dos vías tan diferentes no son paralelas y se encontrarán en el infinito. Por más contradictorias que sean en la práctica del moderado de hoy, convergen en el punto final an árquico, en el cual se encuentran y se completan.
En la foto Stalin, déspota temido e incontestable de todas las Rusias. Cabello desgreñado, bigote vulgar, rostro grosero y brutal, gesto impetuoso y violento, traje carente de cualquier elevación o distinción. Poderoso dictador, rebajado, en su presentación y persona, al nivel del último servidor, constituyendo el símbolo de un orden de cosas satánico, que por adoración de la igualdad tiene por instinto rebajar y degradar todo.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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