En las plácidas aguas de los canales de la ciudad belga de Gante se reflejan hace siglos las fachadas típicas de algunos edificios de la Edad Media y del Renacimiento. Edificios que dan una singular impresión de equilibrio arquitectónico, por el contraste armónico entre su masa imponente, grave y sólida, y la decoración rica, variada, como caprichosa de sus fachadas.
¿Para qué sirvieron primitivamente esos edificios tan recogidos y casi diríamos tan pensativos? ¿Residencias patricias? ¿Centros de estudios? No. Estaban ocupados por entidades de cuño corporativo como la sede de la Corporación de los Barqueros Libres, la casa de los Medidores de Granos, el pequeño edificio de la Aduana donde los mercaderes medievales venían a declarar sus mercancías, el Granero o la Corporación de los Albañiles.
Por lo tanto, casas de trabajo y de negocios. En esas casas la historia nos dice que se desarrolló una actividad de las más intensas y productivas.
Pero la producción económica todavía no estaba rodeada por las influencias materialistas de hoy, y por eso se hacía en un ambiente de calma, de pensamiento y de fino gusto, y no en la atmósfera febril, agitada, irreflexiva y proletarizante que tantas veces la marca en nuestros días. ¿Quién imaginaría para edificios burgueses tanta nobleza, y para corporaciones de trabajo manual tan buen gusto?
Más que un problema de arte, éste es un problema de mentalidad. Según la concepción espiritualista, el mejor modo de actuar humano se hace con la mente, y por esto la producción económica da lo mejor de sí misma, como calidad e incluso como cantidad, cuando es hecha en la calma sin ocio y en el recogimiento meditativo.
Según la concepción materialista, vale más la cantidad que la calidad, la actuación del cuerpo que la del alma, la agitación que la reflexión, y la super excitación nerviosa que el pensamiento auténtico. Y de ahí procede la atmósfera agitada de algunas bolsas financieras o de ciertas arterias comerciales modernas.
La gran excitación de los ambientes corresponde a la de los hombres, como el efecto a su causa. Todos conocemos ese tipo de hombre de negocios que masca chicle, mordisquea la punta de sus puros, quizá se muerde las uñas, golpea con los pies en el suelo, es hipertenso, cardíaco, neurótico…
Cómo es diferente ese tipo humano, de los burgueses plácidos, estables, dignos, prósperos, y de mirada inteligente, que el pincel de Rembrandt nos presenta en el admirable cuadro llamado “Los síndicos del gremio de los pañeros”.
Fueron hombres como éstos que, con medios de comunicación todavía inciertos y lentos, extendieron en todas las direcciones la red de sus actividades y lanzaron las bases del comercio moderno. Su obra, sin embargo, fue realizada en la tranquilidad y casi diríamos en el recogimiento. Ellos todavía reflejan la atmósfera peculiar de los antiguos edificios que comentábamos.
Lección fecunda para nuestro pobre mundo, cada vez más devastado por las neurosis…
Este artículo fue publicado originalmente en https://plineando.blogspot.com/
COMPARTE:
EMBÁRCATE EN LA LUCHA CONTRARREVOLUCIONARIA: Si quieres defender la cristiandad y la hispanidad, envíanos tus artículos comentando la actualidad de tu país hispano, o colaboraciones sobre la fe católica y la cultura, así como reseñas de libros, artículos de opinión… Ya superamos las 12.000.000 de páginas vistas anualmente en todo el mundo, únete a nuestro equipo de voluntarios y difunde la verdad compartiendo en redes sociales, o remitiendo tus colaboraciones a redaccion@tradicionviva.es . Puedes seguirnos en Telegram: t.me/tradicionviva / Facebook: @editorial.tradicionalista / Twitter: @Tradicion_Viva / Youtube: youtube.com/c/tradicionvivaTv / Suscríbete a nuestro boletín digital gratuito, pulsa aquí.
TE NECESITAMOS: Somos un espacio de análisis lejos de los dogmas de la corrección política; puedes colaborar haciendo una DONACIÓN (pulsando aquí)