El día 28 de febrero se celebra el día de la comunidad andaluza homenajeando con fruición al que dicen padre de la patria andaluza, Blas Infante Pérez de Vargas, nacido en 1885 en Casares (Málaga). De 1896 a 1900, es alumno interno en el Colegio de los Escolapios de Archidona. Pero a sus 15 años, el chiquillo ha de interrumpir sus estudios y trabajar como auxiliar en el Juzgado de su pueblo. El desastre de Cuba aprieta a la industria catalana y el Gobierno centralista crea colonias interiores como Andalucía y emprende su política de proteccionismo para Cataluña que, según Vicens Vives, contaba con una manufactura no competitiva con la extranjera. Hasta 1904, no puede proseguir sus estudios al haber fallecido su padre.
Blas estudia en Granada en dos durísimos e intensivos cursos toda la carrera de Derecho y algo de Filosofía. Allí se encuentra con el tercer ingrediente de su futuro andalucismo: la cultura de Al-Andalus. Con 24 años es notario. Ha alcanzado un pedestal desde el que podría haber renegado de toda su obsesión por una Andalucía empobrecida. Se preocupa por la historia, la política, la economía, la lengua árabe, sicología, teología, medicina, derecho, cultura popular, cante… Todo, con un exclusivo fin: transformar la situación de Andalucía desde sus raíces y entrando en ellas con un sentido universalista y concretísimo.
En 1925 consta su participación en el acto de inauguración y consagración del Templo de la Logia Redención n° 16 de Ayamonte, con la reseña de su discurso pronunciado por el “querido hermano Blas Infante” el 9 de agosto de 1925:
“Invitado por el Gran Maestre usó seguidamente de la palabra el hermano Blas Infante ¡Delicada y bella oración la suya…!. Durante unos minutos la emoción de la belleza estética ganó todas las almas, y al conjuro de la voz augusta del orador vibraron los corazones. Este Templo—dice — habla bien alto de vuestra religiosidad. Conservadla y acrecentadla y, hasta si es posible, ayudad a la necesaria purificación de ese concepto, harto desprestigiado.
Religiosidad equivale a volver a ligar, a renacer, y el mundo está necesitado de nuevo alumbramiento. Cada hombre debe, cultivando su propio jardín, nacer cada día, porque, del hombre así purificado, surgirá la sociedad redimida y libre. Las ideas son fecundas en cuanto se traducen en obras, y no hay realización total de los principios en tanto no pasan a la categoría de actos. La reforma individual precede siempre a la reforma colectiva; constituye su base, la célula indispensable sobre la cual se estructura, por yuxtaposición de otras análogas, el cuerpo y la organización social.
Glorifico a Dios –dice– en la inteligencia del hombre. Ellas es el eco de la suprema voluntad, y mientras más cribada y purificada la inteligencia, mayormente se aproxima el hombre a Dios. Un sentido religioso de la vida, incluso un sentido místico, incorporará a las costumbres sociales los indispensables atributos de la felicidad, y el gobierno será entonces rectorado de los pueblos, y la paz, amor, y la riqueza, aportación colectiva en la que cada uno tenga su derecho ajustado a su necesidad.
Saludo vuestra obra, que me parece de íntima depuración, y espero que de ella saldrá diariamente el recién nacido de una conciencia que, jamás satisfecha con sus progresos, por el sacrificio y el estudio se renueva”[1].
Es difícil sintetizar en un listado bibliográfico la prolífica obra de Blas Infante en pro de la Autonomía andaluza, ya que su contribución a esta lucha no sólo queda reflejada en diferentes publicaciones, sino también en numerosos escritos y documentos. Podemos destacar:Instaurada la República el 14 de Abril de 1931, la Masonería no tuvo acoso alguno a la hora de promulgar sus ideas y celebrar sus actos, aunque entre 1933 y 1934, el número de miembros pertenecientes a las logias onubenses decayó considerablemente, en especial por la gran escisión que padecería el Partido Republicano Radical, al que pertenecían la mayoría de los masones instalados en Huelva. De regreso en Sevilla, Infante perteneció -al menos desde abril de 1932- a la Logia Fe y Democracia n° 22, dependiente de la Gran Logia Española, en cuyo cuadro figuraban algunos de los principales directivos de la izquierda sevillana de aquellos años, como Pedro Vallina (CNT), Carlos Cuerda (Partido Social Revolucionario), Justo Feria (Partido Republicano Democrático Federal), etc.
‘Ideal Andaluz’ (1915): Considerada su obra más importante, en ella explica su visión de la historia, la identidad y los problemas de Andalucía, aportando propuestas para su fortalecimiento.
“Manifiesto andalucista” (1919): Primera edición por el Centro Andaluz de Córdoba.
‘Motamid, último rey de Sevilla’ (1920): Drama teatral que cuenta los últimos días del rey poeta que gobernó el reino taifa de Sevilla durante gran parte del siglo XI. Motamid es para Infante el prototipo de príncipe andaluz por su cultura y fortaleza.
‘La Dictadura Pedagógica’ (1921): Ensayo en el que plantea una personal utopía sobre un sistema que busque en la democracia y la libertad un nuevo camino para el engrandecimiento de los pueblos y la humanidad.
“Reelección fundamental” (1921): Editado por Avante, una de sus obras más desconocidas.
‘Fundamentos de Andalucía’ (1929): Inconclusa, no fue editada en vida de Blas Infante. Aporta una revisión de los motivos ideológicos que sustenta las claves de su pensamiento. Se compone de dos ensayos principales: ‘Crítica al principio de las nacionalidades’ y ‘Determinación del principio de las culturas’, en los que niega la existencia natural de la nación y defiende la fundamentación de las mismas en aspectos culturales.
‘La verdad sobre el complot de Tablada[2] y el Estado Libre de Andalucía’ (1931): Memoria de los acontecimientos ocurridos en 1931 cuando Blas Infante fue acusado de promover una sublevación campesina para proclamar el “Estado libre de Andalucía”. En esta obra quedan reflejados los planteamientos sociopolíticos del movimiento Liberalista en Andalucía con un radicalismo pleno de claridad y honradez, páginas jamás citadas, libro tan vendido como maldito, pero que refleja el auténtico Infante.
Le atraen también las doctrinas de los fisiócratas[3], tan afines a la masonería, que le llevan a un cierto comunismo, pero termina opinando que lo que sería excelente solución en una región de propiedad poco concentrada, “no surtiría aquí sus beneficiosos efectos sino hasta pasados algunos años, por lo que reconoce que el cultivo de la tierra debe cargarse con algo de impuesto único”, de modo que termina desdiciéndose de muchas de sus reivindicaciones revolucionarias que más podían afectar a la sociedad andaluza.
Queda un aspecto importante bastante desconocido para el común de los españoles y aún negado por sus descendientes. Me refiero a la apostasía[4] que realizó el 15 de septiembre de 1924, ante dos testigos quienes le regalaron una chilaba y una daga, que conservó como recuerdo durante toda su vida.
Los testigos del acto por el que Ahmad Infante se reconocía musulmán fueron dos andalusíes nacidos en Marruecos, y descendientes de moriscos: Omar Dukali (sucesor del último Rey moro de Sevilla) y otro de la kabila de Beni-Al-Ahmar. El lugar, la tumba de Al-Mutamid (último dirigente musulmán de Sevilla antes de su liberación), en Agmhat (población cercana a Marrakech), en cuya mezquita hace la Shahada (“testimonio”, por el cual un musulmán se reconoce como tal en una comunidad de creyentes), adoptando el nombre de Ahmad («el que pone en acto lo que estaba en potencia», según el parecer de Ibn Arabí).
Blas Infante, pergeña una doctrina, como indican los textos que recoge Moa en “Una historia chocante”, que en nada desmerece de la de Arana o Prat. Aspiraba a:
“Vivir en andaluz, percibir en andaluz, ser en andaluz y escribir en andaluz”
No llegó a escribir mucho en ese idioma, pero descubrió que “el lenguaje andaluz tiene sonidos los cuales no pueden ser expresados en letras castellanas. Al alifato[5], mejor que al español, hay necesidad de acudir para poder encontrar una más exacta representación gráfica de aquellos sonidos”. Estas peculiaridades, “influjos clásicos de una gran cultura pretérita”, obligaban a estudiar la conveniencia de “reconstruir (sic) un alfabeto andaluz” para separarlo del español, aunque entre tanto fuera preciso “valernos de los signos alfabéticos de Castilla”. En su obra ‘El ideal andaluz’ propone un Estado andaluz independiente hermanado con Marruecos. Incluso en una de sus delirantes citas sostenía que el “idioma andaluz” (sic) debía escribirse con caracteres árabes y no latinos.
A juicio de Infante, la historia de la región había sido muy mal contada, debido a intereses bastardos que intentaban disimular su realidad nacional, “siendo como había sido nación en tres ocasiones: la protohistórica Tartessos, la Bética del imperio romano y la Al Ándalus musulmana”. Después habían llegado la miseria y la opresión españolas. De aquellos tres momentos, el más interesante para él era el tercero, por más reciente:” en la “comprensión” del período andalusí debía descansar la recuperación de la “conciencia andaluza”.
De modo parecido a Arana, diseñó para su “nación” un escudo y una bandera, verde y blanca, colores de los omeyas y los almohades respectivamente. Ante las burlas y quejas, Infante exclamó: “¡Qué gobierno, qué país! ¡Llegan a sentir alarma ante el flamear de una bandera de inocentes colores, blanca y verde! Le hemos quitado el negro como el duelo después de las batallas y el rojo como el carmín de nuestros sables[6], y todavía se inquietan”.
Su fervor por Al Ándalus le llevó, además de a peregrinar a Marruecos en pos de la tumba del rey de la taifa sevillana Al Motamid, a escribir dramas en honor de él y de Almanzor[7], enalteciendo las glorias musulmanas, es decir, las razzias que asolaron la parte de la península ibérica que quedó fuera de su dominio.
De acuerdo con esas ideas, y remitiéndose al principio de autodeterminación, escribía en un manifiesto el 1 de enero de 1919:
“Sentimos llegar la hora suprema en que habrá de consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España. Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la Libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los Pueblos extranjeros. Avergoncémonos de haberlo sufrido y condenémoslo al desprecio. Ya no vale resguardar sus miserables intereses con el escudo de la solidaridad o la unidad que dicen nacional”
(Manifiesto andalucista de Córdoba), de un patriota, como se ve.
Los escritos de Blas Infante son, además de un disparate histórico, una traición para los andaluces. España persiguió su identidad perdida, cristiana y occidental, durante ocho siglos. Nunca pueblo alguno mostró tenacidad semejante. Desde Covadonga hasta la toma de Granada, siempre la misma dinámica: batalla, avance y repoblación, batalla, avance y repoblación. Así durante ochocientos años. Decenas de generaciones de españoles participaron en la común empresa de la Reconquista. Por eso la reivindicación para Andalucía de la identidad islámica de la vieja Al Ándalus es la negación de España. Una y otra nunca fueron compatibles. Se excluían mutuamente. La vieja España hispano goda acabó por recuperar hasta el último palmo de tierra. Este esfuerzo de tantas generaciones no fue entendido por Infante. Sus auténticos propósitos eran entregar y someter los andaluces a Marruecos. Textos como éste lo evidencian:
“El pueblo andaluz fue arrojado de su Patria (…) por los reyes españoles y unos moran todavía en hermanos, pero extraños países y otros, los que quedaron y los que volvieron, los jornaleros moriscos que habitan el antiguo solar, son apartados inexorablemente de la tierra que enseñorean aún los conquistadores. Y es preciso unir a unos y otros. Los tiempos cada día serán más propicios. En este aspecto, hay un andalucismo como hay un sionismo. Nosotros tenemos, también, que reconstruir una Sión”.
En lo que hay que tener cuidado y estar prevenido es la forma en que actúa el andalucismo, siguiendo la actitud engañosa y ocultista de Blas Infante, tal como recoge la web de la Liga Morisca de Al-Andalus. Recomiendan practicar el “Taqiyya”. El principio así llamado es la dispensa que tiene el musulmán para mentir y engañar al Infiel acerca de las creencias, métodos y objetivos del Islam.
Unan esta actitud artera con la propia de la masonería a la que perteneció según consta con un grado 18, y resulta un ser taimado, poco de fiar, cuyo objetivo, como consta en el párrafo del Manifiesto andalucista de Córdoba, era construir su patria andaluza, sin importarle, como a los demás nacionalistas, vascos o catalanes, destruir con ello España. En definitiva, amparándose en su amor a Andalucía, trata de disimular su defensa del federalismo, la consigna masónica que introdujeron en la II República y que ahora repiten sin cesar, como si fuera un mantra benéfico trocear a España.
“Nada de lo anterior parece importar a los cargos públicos del PP. Desde muy de mañana depositaron clavelitos verdes y blancos en los monolitos levantados en honor de Blas Infante hasta en la aldea más mísera de Andalucía. Los democristianos de Zoilo, los liberales de Teófila, los progres de Celia Villalobos, los hijos de papá con seguro político, organizaron su festejo andalucista en honor a una antigualla a la que ninguno de ellos ha leído nunca. Nuestros populares, tan beligerantes con la memoria de Sabino Arana, se sienten sin embargo emocionadísimos al recordar a quien fue cien veces peor. Los magníficos cipayos del andalucismo orquestaron su acción a espalda de la inmensa mayoría de los andaluces, escasamente sensibles a la incomparable capacidad de aggiornamento de nuestra clase política, que saltó del ‘Cara al sol’ al ‘Andaluces levantaos’, y del azul mahón al verde califal.
Ni como ideólogo, ni como político, ni como historiador, ni siquiera como rapsoda de los reyezuelos nazaríes, considero que haya nada interesante ni que valga la pena recordar del botarate al que llaman ‘Padre’ de una patria que no es la que reconocemos como única. Naturalmente que yo soy falible, no como los que convierten en dogma de fe las excrecencias ideológicas de alguien tan gris, tan mediocre y tan abyecto como Blas Infante”[8]. ¿Cómo es posible que los andaluces le consideren “andaluz universal” cuando esta tierra ha dado hijos de la proyección mundial de Lorca, Séneca, Velázquez, Trajano, Cabeza de Vaca, Cánovas, Góngora, Bécquer, Picasso, Falla o los Machado? Éstos sí hicieron grande a Andalucía y por ninguno se movilizan las instituciones.
El pueblo no conoce la verdadera biografía de Blas Infante, los políticos se dejan llevar por la inercia y el folclorismo, y mientras, las izquierdas siempre tan antiespañolas, (como el radical Sánchez Gordillo que aboga directamente por la secesión) y los hermanos de fraternidad de Infante, cada vez más numerosos, siguen agitando las aguas de Andalucía a través de modernos apóstatas que reivindican la mezquita de Córdoba y demás edificios religiosos. ¿Los querrán para hacer con ellos lo mismo que sus admirados miembros de Isis han hecho, perdón, deshecho, con el museo de Mosul, es decir, destruir la cultura milenaria de su propio país?
Por cierto, no les he leído nada denunciando esta barbarie ¿podemos pensar que es signo de su aquiescencia?
[1](A.H.N.S., Información Reglamentaria de la Gran Logia Simbólica Regional del Mediodía de España, número extraordinario correspondiente al mes de agosto del año 1925, Tipografía Minerva, 1925, págs. 15-16). Según la Fuente: Leandro Álvarez Rey, Aproximación a un mito: masonería y política en la Sevilla del siglo XX, Sevilla, 1996, pp. 274 y 334-335.
[2] Se denomina Complot de Tablada a un episodio revolucionario, polémico, complejo y escasamente aclarado que tuvo lugar en Sevilla durante la última semana de junio de 1931. Estuvo protagonizado por Ramón Franco (conocido aviador y hermano de Francisco Franco), su amigo y compañero en el Vuelo del «Plus Ultra» Pablo Rada, el aviador militar capitán Antonio Rexach, el médico y líder anarquista Pedro Vallina y el andalucista Blas Infante (estos dos últimos masones), todos ellos candidatos del Partido Republicano Revolucionario a las elecciones constituyentes de 1931. Participaron igualmente militares de la Base Aérea de Tablada, como el capitán Juan Galán Arrabal, los sargentos Emilio Macero Pérez y Francisco Palacios Martos o los cabos Diego Ponce Ruiz y Juan Santana Cano, entre otros.
Se desarrollaban los mítines del PRR en diversos pueblos de la provincia de Sevilla. En uno de ellos, en Lora del Río, se desplomó el día 24 el escenario, por lo que resultaron heridos, entre otros el comandante Galán y Franco, por lo que se rumoreó que la causa había sido un atentado. El personal militar de la base, que en los días anteriores había protagonizado una revuelta por el rancho, reaccionó con inquietud. El día 26 se produjo en Tablada una concentración de aviones procedentes especialmente del Protectorado español de Marruecos.
El 27 de junio Miguel Maura, ministro de Gobernación, envió a Sevilla al general José Sanjurjo, a la sazón director general de la Guardia Civil, quien detuvo a los oficiales responsables de la base y a algunos otros, e intervino 600 bombas aparentemente preparadas para ser usadas por los conjurados. Declaró Maura que el motivo de enviar a Sanjurjo fue la campaña revolucionaria desarrollada por el PRR. Por su parte, Blas Infante negó que tuvieran la intención de realizar actos de fuerza, y mantuvo en cambio que la intervención del Ministerio de Gobernación estaba destinada a boicotear su campaña electoral. Los acontecimientos fueron juzgados en consejo de guerra en noviembre de 1933. Los implicados fueron condenados a diversas penas, excepto Ramón Franco, por su condición de aforado.
[3] Fisiocracia según esta teoría el poder de una nación radica en la tierra, porque la riqueza proviene de la naturaleza.
[4] La apostasía de Blas Infante, sus formas de actuar, se pueden ver en la web de la YamaAIslámica de ASl-Andalus (Liga Morisca)
[5] Alifato, sinónimo de alfabeto
[6] Atención al eufemismo!
[7] Almanzor (Al Mansur, el Victorioso) (Algeciras- 939-Medinaceli, 9 de agosto de 1002) hizo suya la idea de guerra santa, en vez de un despliegue estratégico para acrecentar sus dominio y recuperar territorios cristianos. Llegó hasta Barcelona y Santiago de Compostela. Buscaba la humillación y sumisión de los reyes, religiosos y condes cristianos. Por ello, pese a las incontables razzias que capitaneó, puede decirse que no conquistó ningún territorio importante. Solamente ocupó, por razones de táctica militar, aquellas fortalezas que los castellanos abandonaron al Sur del Duero. Las incursiones tenían como objeto destruir las cosechas del enemigo e impedir su asentamiento sobre el terreno. Esto obligaba a vivir en una penuria continua a los habitantes de una región, los graneros no se podían llenar. También servían para facilitar asedios futuros, pues varias correrías continuadas impiden abastecer las fortalezas o ciudades y, en caso de un asedio, las reservas de alimentos se agotaban pronto, con lo que la plaza debía rendirse por hambre. Otro de los principales objetivos de las incursiones era la obtención de botín: además de cosechas, ganado, riquezas, pero sobre todo, esclavos de ambos sexos (gentes sorprendidas antes de que se pudieran poner a salvo, cautivos militares, etc). A la muerte de Almanzor, las gentes de Córdobas lamentaban “que hubiera muerto quien nos surtía de esclavos”.
[8] Armando Robles: “Blas Infante el absurdo mito andaluz”. Alerta Digital 27 de febrero de 2015