Solo los tiranos se apasionan por la política. Sacrifican la moral, la ética, su vida familiar por la conquista del poder. El gobernante justo asume el poder como servicio al hombre concreto, al que respeta su autonomía. El tirano lo ansia como instrumento de control: todo lo avasalla, todo lo usurpa, y en vez de respetar los derechos de la sociedad, la violenta hasta hacerla a su semejanza.
Paul Johnson, en su monumental Modern Times, identificó brillantemente el origen del odio criminal que devoró a Europa en el siglo XX: la pasión por la política. Aquella que llevó a Hitler y a Stalin a dedicarse a ella desde la juventud, poniendo en olvido cualquier otro interés. Ni el amor, ni el honor, ni las delicias de la vida doméstica tuvieron cabida en ellos, y de allí su osadía criminal.
España vive actualmente el reverdecer de los tiranos. Pero sin la gloria y el valor de César. Y es que la nuestras no es una tiranía gloriosa, sino de alcantarilla. Nuestros tiranos de hogaño son lechuguinos impotentes, arrabaleros mondongueros, petimetres del arroyo y gallinas sardineros. Fueron amamantados en la Universidad Pública por eruditos a la violeta, por gente que ocupó la catedra no por méritos propios (ninguno aprobó ninguna oposición) sino por servicios políticos. Allí les enseñaron a ser solo políticos y no personas. Por eso, no tienen escrúpulos en cosificar a las víctimas de violaciones, de asesinatos, del terrorismo y de genocidios ideológicos. Son psicópatas sin sentimientos, sin sentido le lealtad y sin valor personal.
Y como muestra bien vale Pablo Iglesias y cofradía, pues recién descubrimos que algunos testigos le identificaron como el guionista del asalto a la Capilla Complutense. Fue el capo que fichó para su mafia a algunos alumnos a los que embrolló para que actividades delictivas, buscando él el refugio de la cobardía. Así, una vez se ha hecho pública la imputación de Rita Maestre, solo se ha atrevió a defender la acción de la joven bárbara sin tener el valor de reconocer su propia responsabilidad directiva como inductor. Del mismo modo que la Sra. Rita no tuvo el valor de reconocer su implicación, negándola al principio y solo reconocida tras las evidencias gráficas.
Lo más cobarde del capo de la coleta, de este aprendiz de maestro ciruela, sin embargo, fue su constante táctica de tirar la piedra y esconder la mano, su actuar de Capitán Araña, metiendo a sus alumnos en un lío monumental del que él supo permanecer al margen. Puso cobardemente la diana y otros dispararon. Y para colmo no dudó en utilizar a mujeres para la acción violenta y, además, como un viejo verde prematuro, imponerles el desnudo por exigencias del guion. Las partícipes en el acto dijeron en su momento que “bajaron [a la capilla] vírgenes y subieron [de la capilla] putas”, lo que en román paladino es como decir que Iglesias las emputeció, convirtiéndolas, por eso amor a lo colectivo y a aquello de gratis para todos en mujeres públicas en su sentido más literal. Lo que por demás cuadra con el perfil de estos ideólogos de género que solo esconden machistas patriarcales que conciben el cuerpo de la mujer como instrumento de su satisfacción personal. Y es que si Pablo Iglesias, Monedero y Errejón hubieran querido organizar seriamente un “acto subversivo corporal”, como definieron el asalto a la capilla, nada más subversivo que haber mostrado sus cuerpos revolucionarios sin pantalón ni calzoncillo, algo por lo que suspira el colectivo gay que les apoya, y que les quisieran tener de vedettes en sus próximas caravanas del orgullo. Sin embargo, solo lograron convertir a estas vírgenes en mujeres públicas, ignorando si a día de hoy Rita Maestre olvidó su juventud de autoproclamada matrona con motivo de su nuevo cargo de concejal.
Lo que sí que no estaba en el guion, al parecer, es el berrido de “Menos rosarios y más bolas chinas”. Esto fue un furor improvisado de las vestales profanadoras, que reivindicaban así un estimulante sexual ante el escaso ardor afectivo de sus guerreros, que siempre se ponen en retaguardia. Quizá si Errejón hubiera cumplido sus deberes parejales, no hubiéramos asistido a tan desesperada reivindicación por parte de Rita Maestre del placer sexual artificial, tan denostado por ella como ecologista furibunda.
En cualquier caso esta improvisación les quitó tiempo para proclamar el lema sesentayochista de sus machos alfas podemistas: “Los cobardes al poder”.
La pena de todo esto es que el Madrid chispero y chulapo ya está diciendo que averiguó el antídoto para curar la ideología de género que como peste se ha extendido en nuestra sociedad: organizar un crowdfunding para la compra masiva de viagra para los machos de estas vestales del arroyo. La fórmula aritmética, según estos castizos, es sencilla: a más cama satisfecha, menos reivindicación de género.