Susan Yoshihara informa que un panel oficial de la ONU ha publicado un informe final y parte de sus propuestas incluyen un impuesto mundial que sería una fuente independiente de ingresos para organismos y funcionarios de la ONU. Pocas propuestas de las Naciones Unidas son tan peligrosas como ésta.
Desde su fundación, la ONU ha estado financiada por contribuciones voluntarias de los Estados Miembros, lo cual garantiza al menos un mínimo de control por parte de ellos. Las naciones donantes tienen la libertad de retirar sus subvenciones, como lo hizo Estados Unidos durante varios años a raíz del escándalo del Petróleo por Alimentos. La retención de sus importantes contribuciones causó verdaderos problemas a la burocracia de la ONU.
Los organismos y funcionarios de la ONU ciertamente quieren mantener las contribuciones voluntarias de los Estados Miembros, pero desde hace mucho tiempo están sedientos de tener su propio dinero y rendir cuentas a nadie más que a ellos mismos.
El peligro: Libertad en la radicalidad.
El peligro es que si la Secretaría de la ONU y los organismos tienen su propia fuente independiente de ingresos, quedarán completamente libres para ser todo lo radicales que desean. La desconexión entre la Asamblea General y los organismos y la burocracia existe desde hace mucho tiempo. La Asamblea General decide un asunto y la burocracia lo ignora y hace lo que quiere.
La Asamblea General, por ejemplo, ha definido «género» dos veces: en la Plataforma de Acción de Beijing y en el Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional, y las delegaciones tradicionales consideran aceptables ambas definiciones. No obstante, los funcionarios siguen definiendo esa palabra como constructo social y han aceptado la noción de «transgenerismo» que la Asamblea General ha rechazado sistemáticamente.
El hecho de contar con una fuente independiente de ingresos provenientes de grandes instituciones financieras así como de gente común y corriente solo ampliará esta brecha entre los Estados Miembros, que tienden a ser conservadores, y la burocracia, que tiende a ser radical.
El panel que hizo la recomendación dice que es para ayuda humanitaria. Tenga presente que ella se ha vuelto extraordinariamente elástica. El Secretario General, por ejemplo, ha sostenido que la mujer en situación de conflicto tiene derecho al aborto incluso si este es ilegal en su país.
Hay muy poca duda de que una fuente de ingresos independiente, un impuesto mundial, implicará una rápida expansión no de la ayuda humanitaria, sino de la defensa de asuntos radicales, especialmente en el área de la agenda homosexual.
La Asamblea General rechaza sistemática y contundentemente la inclusión de la «orientación sexual e identidad de género» en documentos de la ONU y por ende como parte de nuevas normas internacionales. La burocracia, conducida por el Secretario General, no obstante, está llevando a cabo una campaña local para imponer esta agenda en la ONU y en el mundo. Lo último que necesitamos es que ellos tengan su propio dinero, del cual rendirán cuentas a nadie más que a ellos mismos, para llevar a cabo una agenda antivida y antifamilia de esta clase.
Lo impactante es que ningún Estado Miembro de la ONU es tan poderoso como cualquiera de las agencias de la Organización. Ni siquiera Estados Unidos, por ejemplo, puede dirigir a su voluntad el Fondo de Población con sus mil millones de dólares. Aunque Estados Unidos básicamente designa al director de Unicef, tiene poco poder para combatir el radicalismo cada vez más mayor de ese organismo.
Una fuente independiente de ingresos será un desastre para las familias en todo el mundo. Se advierte a los gobiernos: un impuesto mundial agotará el poco poder que tienen. Este tema será debatido en la próxima Cumbre Humanitaria Mundial en Estambul el próximo mes de mayo. Las propuestas deberían detenerse allí mismo.