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España: la herida abierta.

Sentimos cualquier roce. Un mínimo contacto nos intensifica el dolor y no digamos un golpe. Con la sensibilidad a flor de piel, que hasta el aire nos escuece. Es la herida hiriente. No te hablo de heridas del cuerpo; te hablo de las del alma. Así ha sido estos días el sentir de España; como si nos reabrieran viejas heridas de antaño ya cicatrizadas. Heridas, unas vividas por los mayores o transmitidas a los que con menos abriles cuentan. Y aunque la historia es una, el cuento cambia según sea el narrador.

Los que sólo vivimos los últimos años del franquismo ahora entendemos mejor qué fue lo que sucedió en –hay que decir- el siglo pasado, década de los 30, pues los bandos son los mismos. Uno de los bandos, el bando que triunfó, representaba el orden y la tradición; en definitiva: “Dios, patria y ley”. ¿Y qué tienen de malo estos conceptos? ¿Es que ahora -como pretenden algunos- nos debemos avergonzar de lo bueno y no de lo malo? ¿Por qué de forma siempre peyorativa se le impone la etiqueta de “facha” a la persona que los siga? ¿Es que se busca que nos avergoncemos de ellos? Los conceptos en sí son buenos, nobles y están bien; de hecho, parecen necesarios para formar correctamente una sociedad y evolucionar en el buen camino. Cosa distinta son las personas que con apariencia de bien los implanten erróneamente, desvirtuándolos; y estas actuaciones reprobables y dañinas se han dado a lo largo de la historia en todos los ámbitos: social, político y religioso. El fallo, con frecuencia, no está en los conceptos en sí, sino en las personas que los implementan, en el corazón humano.

El otro bando representaba -y representa también ahora- una libertad desaforada convertida en libertinaje; sin reglas, sin límites, sin mas dios que el propio ego, el placer, ansias y las apetencias personales. Y quizás cabría preguntarse ¿y por qué no? ¿no disponemos de libertad para elegir? Indudablemente, la respuesta es: “sí”. El ser humano dispone de libre albedrío. Podemos tener libertad para elegir, pero siempre dentro de un marco y unas reglas que permitan la convivencia social; sin embargo, “también somos responsables de nuestras acciones”, tanto ahora como para la eternidad. ¿Es posible que por ello y para mantener el orden fuera en parte necesaria una dictadura –que en principio a nadie agradaba-? ¿Quizás porque uno de los bandos no quería respetar ninguna regla ni principio?

¿No va una madre corriendo a proteger a su hijo cuando ve que se acerca al borde de un precipicio o cuando el niño juega con fuego o con gas? ¿Por qué lo hace? Porque ella sabe el riesgo y las consecuencias nefastas que se pueden derivar de esto. Por su parte, el niño emplea mal y peligrosamente su libre albedrío, y ello le puede acarrear un daño que puede ser, arrastre el resto de su existencia. Por tanto, ¡gracias a que está esa madre pendiente!

Algo así ocurre con los jóvenes hoy en día. Uno los ve como eligen, y eligen mal; muchos eligen sin más límite que sus propias apetencias, los “no-valores”, lo bajo, lo sucio, un hablar, un comportamiento y un vestir transgresor y deformado; eligen los vicios, eligen introducirse de lleno en el mundo del sexo desenfrenado añadiendo a su cesta de la compra todas las perversiones y combinaciones posibles; hasta tatuarse símbolos satánicos –como si se trata de un juego inofensivo-; y en medio de esto, uno desearía advertirles del peligro y piensa: ¿Dónde están sus madres? Esas madres son hoy en día, además de su madre y padre biológicos, sus profesores, la televisión, el entorno y también los políticos.

Algunas de éstas madres o supuestos instructores que debieran velar por el correcto desarrollo de los suyos, de sus hijos, se descarrilaron previamente. Y hay quien encauza y utiliza en su propio beneficio esta rebeldía propia de la juventud; es el caso que estamos viendo en España en estos días; políticos como el Presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, Pablo Iglesias (del partido PODEMOS) y otros de ideología liberal extrema transformada en libertinaje, canalizan esta corriente en su provecho; no para formar, sino para deformar; no para construir, sino para destruir y llevarnos a todos al abismo social, político y económico; en definitiva, al CAOS.

Y como hijos “mal paridos” de España, sus intereses carecen de nobleza alguna. Les mueven los bajos instintos, el ego y el ansia de poder. Éstos, junto al dinero, son sus únicos dioses. Son de los que siembran para el mal, y ya llevan años plantando lo que ahora intentan cosechar. No repararán en hacer lo que sea menester para alcanzar sus objetivos: mentir, engañar, tergiversar o manipular, tal y como hicieron con el fallido referéndum ilegal. Tampoco desperdician nada que les pueda ser de provecho; bien sean ancianos que en la Guerra Civil (1.936-1.939) estaban en el bando republicano y vieron ahora una oportunidad de venganza contra el Estado español en esta fraudulenta votación, o bien, niños en los colegios a los que hasta sus profesores aleccionan para que se manifiesten en favor de la anarquía y la república; o incluso, discapacitados a los que les prometen el oro y el moro para granjearse su voto y apoyo.

Por eso, pueblo de Cataluña, ahora dividido, ¡reflexiona!, busca las sendas del bien, de la fraternidad, de la unidad, del amor. Ser español es motivo de orgullo; es de agradecer a Dios. No reniegues de tu madre patria, porque al hacerlo, no la menosprecias a ella; te menosprecias y te defines a ti mismo como hijo ingrato y huérfano. Recuerda, pueblo catalán que el mal siempre entra por una pequeña ranura, y si se le permite, él la ensancha; se afianza y se establece. Y esto es precisamente lo que ocurre incluso con las ideas más descabelladas; se lanzan, se propagan y luego, aquello que parecía ridículo, ofensivo y sin visos de prosperar, al cabo de un tiempo, se materializa y cobra fuerza hasta procurar imponerse.

Llegamos a este punto de convulsión social en el que el mal está en auge, no por casualidad, sino “por dejar hacer hasta la saciedad”. Bien es cierto que el demonio hizo esmeradamente bien su trabajo, amparándose en conceptos que incluso cristianamente parecen nobles y son aceptados, pero que escondían una intencionalidad pervertida y engañosa: “igualdad” e “libertad”. En nombre de la “igualdad” consiguieron introducir hasta las entrañas de nuestras instituciones y centros educativos la ideología de género y en nombre de la “libertad” (que realmente era libertinaje) introdujeron todo tipo de vicios y deformidades en nuestro pueblo; en nombre de la “libertad” pretenden ahora resquebrajar la unidad de España.

¿Es que la unidad de España es un tema exclusivamente político? ¡No! La unidad de España es un tema social, político y económico que se ha forjado a través de la historia, de nuestras tradiciones y creencias. La unidad de España es algo tan importante y necesario que nos afecta a todos los españoles, incluyendo a los Canarios, los cuales tendríamos históricamente hasta más motivos que los catalanes para propugnar una independencia, pero esta idea no debe servir para procurar una ruptura, ni el rechazo o desarraigo de nuestra nación ni para crear conflicto, sino para enorgullecernos de que estas tierras antaño estuvieron habitadas por nobles guanches. Sin embargo, cuando se cruza la línea y el debate político trasciende a una acción ilegal, no autorizada ni permitida, que además, instiga a la sedición y hay consecuencias, entonces, los principales responsables deben rendir cuentas civil y/o penalmente ante los Tribunales de Justicia. (…Ir a leer “Profecías sobre España”).

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Gracias a Dios, somos españoles y la Península Ibérica ya no es Al-Andalus como así pretenden -que vuelva a ser- los hijos del Islam, los cuales deben estar afilándose los dientes al ver la trifulca que se está generando en la nación, pues es más fácil invadir –tácita o expresamente- un país fragmentado. Sabemos que ya en Francia hay barrios de mayoría musulmana donde las mujeres no se atreven a entrar, porque las insultan y acosan. ¿Queremos esto para nosotros? Pues parece que así debe ser, cuando también en nombre de la “igualdad” y la “libertad” se abre la puerta a todo tipo de religiones en un país que es “de tradición católica”. Y esta idea de apertura al Islam y las filosofías y religiones de la nueva era ha calado incluso entre nuestros jóvenes porque los mal-formadores se encargaron de ello. Ésta es otra forma de destruir nuestras creencias, potenciando otras; y este desatino, se impulsa incluso hasta desde nuestras propias instituciones.

Si deseamos evitar estas consecuencias, debemos prevenir; y esta prevención está adherida a una formación –como hijos de Dios- en los buenos valores, en el bien, en la verdad, en la justicia y en la paz. Esta educación no se puede desvincular de las creencias, de los Mandamientos –porque ahí están los fundamentos y reglas de comportamiento de todo ser humano (creyente o no creyente)-; por eso, ha sido un error del Estado autodefinirse como aconfesional, en base a otro concepto mal empleado: “el respeto a otras creencias”. Por supuesto que hay que respetar otras creencias, pero simultáneamente debíamos defender lo nuestro. Pretendemos cuidar los respetos humanos pero no nos ha importado faltarle el respeto a Dios.

Conviene también saber que toda acción produce un efecto (individual y colectivamente) y tiene una consecuencia que trasciende, pues nuestras acciones definen en el día a día nuestro Libro de la Vida. Por tanto, ¡qué importante es que escribamos un buen libro para que no tengamos que arrepentirnos eternamente!

Sepamos que el Cielo no nos ha dejado en esta hora oscura; nos habla Dios a través de los profetas –de los auténticos-, como ha hecho a lo largo de la historia. Son estas Palabras Sagradas las que trato de recopilar en el blog que realizo www.profeciascambiodeera.blogspot.com , en el cual procuro aportar también un granito de arena, rogando a Dios para que ese granito esté dentro de Su Voluntad y bajo la inspiración del Espíritu.

Los españoles bajo el auspicio del Rey de España, Felipe VI, y del Gobierno, podemos y debemos reconducir con nuestra entrega, disposición y voluntad a la nación por los buenos senderos. Urge que oremos y actuemos ahora que se despliega y revela lo contenido en el “Libro del Apocalipsis” porque el día llega a su ocaso y viene la noche donde ya nadie puede trabajar (Juan 9:4).

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