El 22 de diciembre de 2017 se aceptó a trámite una proposición de ley que algunos llaman de Venganza Histórica, dictatorial, que restringe absolutamente la libertad de expresión a los miembros no afines ni consecuentes con la ideología de los más radicales grupos de la izquierda, en virtud de la cual, en uso y abuso de su poder, no es posible expresar ni el duelo por un difunto si éste pertenecía a “los no adictos”, ni tampoco entregar un humilde premio a una persona encausada por un delito de ”lesa patria”.
¿Es acaso un separatista que quiere romper la nación española?. No, no, a éstos se les trata con mimo y se mira a otro lado por no querer ver sus fechorías. El delito de “lesa patria” lo cometió Pedro Chaparro cuando en un acto de entrada libre, accedió, junto con otros, gritando. No crean que disparando ni tirando bombas, el asalto del que le acusan fue con la palabra, pero claro, gritar a pleno pulmón en Blanquerna, No nos engañan, Cataluña es España, parece que para los estamentos del poder es de mayor gravedad ese acto de defensa de la unidad de España que el proclamar la secesión de Cataluña en pleno Parlamento catalán.
A esos dictadores (así se llama a los que dictan y si encima son leyes injustas, con mayor motivo), les diré que el acto se celebró, el premio le fue entregado y la comida de hermandad, un éxito, porque fuimos acogidos con mucho cariño en otro sitio, ante el temor del Casino Militar que los radicales provocaran, según su norma, incidentes desagradables.
Y en esta situación de predominio de la imposición de sus ideas por parte de los radicales en vez de encontrar un punto de reflexión y encuentro con los que tienen ideas diferentes, encontramos a Piotr Arkadevich Stolypin, a quien algunos tildan de asesino y otros llaman el Bismarck de Rusia por las reformas que intentó llevar a cabo. Por esas mismas reformas, que posiblemente hubieran evitado las masacres que en Rusia causaron los comunistas, después de varios intentos, lograron asesinarle. Veamos por qué.
Piotr Stolypin (1862-1911) nació en el seno de una familia aristocrática en 1862, que era fiel a los zares desde el siglo XVI. Amigo de Gogol y Tolstoi, también estaba emparentado con Lermontov y en un ambiente de tanta cultura, el joven Stolypin hablará con fluidez el francés, inglés y el alemán. Cuando cumpla 19 años será enviado a la Universidad de San Petersburgo, donde estudiará en la facultad de Física y matemáticas. Uno de sus profesores fue Dimitri Mendeléyev, quien destacó la predilección del estudiante por las ciencias exactas y le predijo una brillante carrera científica.
Cuando se licencie ocupará el puesto de comisario de la nobleza en Kovno en 1889, donde permanecerá hasta 1902. En aquel lugar es donde el joven funcionario se hará un experto en temas de agricultura y administración local. Allí es donde llegará a la conclusión que la suerte de Rusia estaba unida a su inmenso campesinado, más de un 80 % de la población, y, que la solución pasaba por la eliminación de los comunales existentes y su distribución entre los campesinos, transformando a estos en pequeños propietarios. Es posible que sus teorías sean producto de su conocimiento de la historia rusa y más concretamente de la revolución decembrista, aquella que sucedió el 14 de diciembre de 1825 que causó 70 muertos y 500 arrestados; 121 de esos presos políticos fueron sentenciados al exilio en el primer juicio propagandístico de la historia de Rusia y muchos internados en Siberia. Para el Zar, Nicolás I, dicha revolución demostró la infiltración masónica en su ejército y su decisiva intervención en conspiraciones contra el poder legítimo[1].
No iba descaminado el zar. Tras un siglo XIX tumultuoso, las cosas se complicaron en el XX. A principios del siglo, unos 15 masones rusos de la órbita de Kerenski que habían emigrado a Francia se unieron a logias en París, donde entraron en contacto con la tradición universalista francesa, mucho más radical que la de tradición escocesa. Principalmente la logia Kosmos y la logia Monte Sinaí. A su regreso a Rusia, en 1908 fundaron las logias La Estrella Polar en San Petersburgo y la logia Regeneración en Moscú. Poco más tarde, abrirían logias en idioma ruso en Berlín y en París.
En 1902 Stolypin fue nombrado gobernador de la provincia de Grodno donde pronto propuso un programa de reformas económicas y sociales que incluían mejoramientos de los terrenos, créditos para la agricultura y seguros sociales. Se trataba de transformaciones cruciales ya que la economía del Imperio ruso se basaba esencialmente en la agricultura.
En 1903 fue nombrado gobernador de la provincia Sarátov. Al frente de la región, el gobernador más joven del país (tenía 41 años) se enfrentó a numerosas sublevaciones provocadas por la desigualdad en la posesión de tierras que propiciaba la acción de los anarquistas alentados por la masonería. En sus revueltas, los campesinos se apoderaban de las propiedades de los grandes terratenientes y quemaban sus haciendas. Con un pequeño convoy de cosacos Piotr Stolypin recorría las aldeas para convencer a los campesinos de que calmasen los ánimos. Un día, mientras ejercía esta actividad, estuvo a punto de morir: durante una conversación con unos agricultores rebeldes se le acercó un hombre con un hacha en la mano. Stolypin se quitó el abrigo y le pidió que lo sostuviera. El hombre se quedó perplejo con la prenda en las manos mientras el gobernador continuó la charla. Este fue el primer atentado de los once que sufrió durante su vida. Dos años después vendrá la oportunidad que convertirá al joven gobernador en una persona de fama pública.
Desde principios de siglo el movimiento revolucionario había arreciado seriamente. En el 1901 se fundaba el partido socialista revolucionario, heredero de la tradición nihilista y populista, que desarrolló desde su fundación una vasta campaña de atentados; en el 1902, un joven estudiante daba muerte al ministro del Interior Sipiaguin; a finales del 1904 caía van Plehve, el famoso y cruel sucesor de Sipiaguin, en 1905 era ejecutado el gran duque Sergio, gobernador de Moscú.
Los socialdemócratas, que desde el 1903 se habían constituido en partido, desarrollan una inmensa obra de capacitación y proselitismo en los medios obreros, introduciendo clandestinamente en el país, miles de periódicos, folletos, libros y lodo tipo de propaganda.
La revolución frustrada de 1905 puso a prueba al régimen zarista y la necesidad imperiosa de realizar reformas. Stolypin fue el único gobernador que pacificó su provincia sin hacer uso de la fuerza militar, demostrando una gran energía y temeridad, pero cumpliendo con la palabra dada a los campesinos. Su firmeza y energía ante los revolucionarios, pero sensible a realizar reformas a favor del campesinado le convirtió en el hombre idóneo para el nuevo período de la historia rusa que se avecinaba. Pasó a ser el nuevo ministro del interior y su actividad dio una nueva oportunidad a la monarquía de Nicolás II, mientras los revolucionarios eseristas y populistas azuzados por la masonería, le colocaban como su principal enemigo.
En 1906 Piotr Stolypin era nombrado presidente del gobierno. Bajo su corto mandato realizó sesenta mil detenciones de terroristas y revolucionarios, desarticulando las principales organizaciones antisistema. Stolypin llevó a cabo importantes reformas agrarias, aunque no soportó ningún tipo de desacuerdo sobre sus decisiones. También introdujo un proceso penal más rápido para juzgar a los opositores del zar Nicolás II. No dudó en usar la violencia extrema para reprimirla. Fueron colgados tantos revolucionarios que el nudo de la horca terminó siendo conocido como “la corbata de Stolypin”» (Paul Robinson).
Pero de manera paralela, la fuerte represión que llevó a cabo fue acompañada por una serie de enérgicas reformas. Sus puntos principales fueron:
- Eliminación de los comunales
- Derecho a la propiedad particular de la tierra de los campesinos
- Igualdad civil de todos los rusos
- Fin a la discriminación de los judíos
- Escolaridad primaria y universitaria obligatoria
Esta serie de medidas contó con el apoyo de los octubristas de Alexander Guchkov que pretendían la instauración de un fuerte poder institucional a costa del personal del propio Zar. También el elemento nacionalista ruso apoyo su política. Esencialmente su política entrega de tierras en propiedad a los campesinos favorecía una rusificación de las provincias occidentales del imperio, a costa de los terratenientes polacos, alemanes y lituanos.
Sin embargo, este reforzamiento de las instituciones del Estado a costa del autocratismo del Zar, no fue bien visto por los nostálgicos del viejo orden, que vieron en el presidente del gobierno un peligroso reformista. Su origen provinciano le enajenaba los apoyos de la Corte capitalina y sus invectivas a favor de las reformas posicionaba en su contra a la clase dirigente del régimen. Stolypin sólo contaba con un apoyo parlamentario reducido de una minoritaria clase media que quería un Estado parecido al alemán manteniendo al Zar Nicolás II a pesar de su cambiante voluntad.
Además su agresividad verbal contra los grupos revolucionarios lo convertían en el principal objetivo de estos, que veían en él a la única persona que podía hacer viable el desarrollo modernizador con una Rusia zarista. Si los campesinos explotados que trabajaban de manera comunal, pasaban a ser pequeños propietarios agrarios y sus hijos eran instruidos por una red de escuelas públicas, la revolución no tendría lugar. La masa campesina defendería el orden zarista a muerte y la minoritaria clase obrera no hubiese podido ser utilizada por los cuadros marxistas a favor de una revolución años después. Esto no les interesaba a esos grupos cuyo fin principal es cambiar el mundo para hacerlo a su modo, manera e ideología.
Los masones habían intentado asesinarlo otras diez veces más. Fueron terroristas masónicos los que atentaron en 1906 en su propia casa contra el ministro ruso que había acabado con la revolución de 1905. Y aunque fallecieron 26 personas en este atentado y dos de sus cinco hijos resultaron heridos, Stolypin se salvó.
Sin embargo, la masonería «rusa» bajo influencia de la GOF (Gran Oriente Francia) se dispuso a tomar el poder para «democratizar» el imperio ruso y, considerando que las reformas de Stolypin les perjudicaban en sus planes, era necesario acabar con él. De modo que sería herido mortalmente en otro atentado en la ópera de Lieve cuando en 1911 se disponía con el Zar Nicolás II a ver La leyenda del Zar Sultán, de Rimsky Korsakov, en presencia del Zar Nicolás II. El pistolero estaba vinculado a los socialistas revolucionarios, pero no es de extrañar que como en tantos otros magnicidios, es posible que el tal socialista revolucionario asesino, sea un “mandado” de la Masonería. Aún el estadista tuvo tiempo para levantarse pedir por el Zar y hacer la señal de la cruz, en el sentido ortodoxo. Poco después moría, entre los sollozos de un Nicolás II que veía que ante la desaparición del estadista el régimen quedaba tocado de muerte. Su muerte produjo el abandono de la política de reformas y el pase a la oposición de los sectores reformistas de clase media que habían confiado en 1905 en el aperturismo del Zar.
Cuando seis años más tarde, la revolución estalle por segunda vez, no existirá un hombre capaz de evitar que el inmenso país de la tercera Roma fuese engullido por la revolución. La Masonería se había encargado de acondicionar la Nación.
¿No recuerdan estas manipulaciones y hechos incomprensibles para el común de la gente las tensiones y manejos sucedidos en tantas naciones y que años después se ha comprobado eran debidas a las acciones de la fraternal secta? Se comprendería así el boicot comentado al principio del artículo, la Ley de Venganza Histórica y las estudiadas tensiones que siguiendo la orden (?) de Zapatero turban y preocupan a la sociedad española.
[1] Cuando muere el zar Alejandro I sin dejar descendencia, hubo un vacío de poder antes de la asunción de Nicolás I, momento en el que se intentó un levantamiento armado que fue aplastado en pocas horas por las fuerzas imperiales que no dudaron en abrir fuego contra los poco más de 3 mil revoltosos que se agruparon en la Plaza del Senado en San Petersburgo (luego llamada “Plaza decembrista”). De acuerdo con James H. Billington, que ha estudiado como nadie la historia de la conspiración en Rusia, la masonería provocó las conspiraciones de rusos occidentalizadores como Alexandr Herzen cabeza de la organización “decembrista”y su primer ideólogo. Los “decembristas” eran intelectuales de la aristocracia de San Petersburgo y Moscú y algunos oficiales del ejército, que intentaron el 14 de diciembre de 1825, de ahí el nombre, forzar cambios en el imperio zarista, para lograr mayores libertades individuales, instaurar una especie de monarquía parlamentaria al estilo europeo y abolir la servidumbre.