De la gloria hispana.
Produce envidia ver como otros países con menos motivos de gloria que los españoles se afanan por conocer y difundir su pasado, y produce estupor la desidia de los españoles en recordar sus glorias, y en manipular su historia con el único motivo de denigrar injustamente a nuestros ancestros.
En el olvido permanece perece sepultado uno de los periodos históricos más gloriosos de la historia de la humanidad, el periodo conocido como el de los grandes descubrimientos, un momento histórico que revolucionó toda la historia, y revolucionó el concepto del mundo existente hasta el siglo XV.
La gloria de esa edad dorada corresponde casi en exclusividad a un pueblo, al español, a un Imperio, la monarquía católica, y a un puñado de hombres, los descubridores.
Si preguntamos a cualquier español medio sobre los grades conquistadores, sin duda alguna solo será capaz de decirnos dos nombres: Cortés y Pizarro. Pocos españoles serán capaces de ampliar esa lista con otros nombres como Cabeza de Vaca, Sebastián de Belalcázar, Diego de Almagro, Pedro Alvarado, Juan Ponce de León, Hernán de Soto, Francisco Vásquez de Coronado o Pedro de Valdivia, ninguno será capaz de recordar la figura de uno de los más portentosos descubridores: don Gonzalo Jiménez de Quesada, conquistador heroico, e intelectual destacado que ha sido mil veces olvidado por la historia y los historiadores.
En España estos olvidos son frecuentes, pues nos hemos acostumbrado a vivir de espaldas a nuestra historia, negando nuestras glorias, y lo que es más doloroso, olvidándonos de la historia, y el presente de decenas de naciones hermanas. Propongo al lector que haga una pequeña prueba: consulte cualquier diario portugués de ámbito nacional, y podrá comprobar como encontrará un nutrido grupo de noticias que no se circunscriben a Portugal, sino que hacen mención a las naciones que un día fueron colonias portuguesas. Haga la misma prueba con cualquier periódico español, y comprobará como es posible que en una edición cualquiera no figura ni una sola noticia relacionada con las tierras que un día pertenecieron al Imperio Español.
No encontramos motivos para vivir de espaldas a nuestras tierras hermanas, máxime si consideramos que España jamás tuvo colonias, sino que cualquier tierra del Imperio entraba a formar parte de una realidad política global en igualdad de condiciones, y en la que los mismos derechos tenía un natural de Castilla, como un natural de Nueva Granada, o del Virreinato del Perú, o el natural de las Indias Orientales Españolas.
Para vencer esos imperdonables olvidos hoy traemos a nuestra publicación una breve semblanza de don Gonzalo Jiménez de Quesada explorador, conquistador e intelectual español responsable de la conquista de la Nueva Granada.
Sus primeros años.
Nacido en 1490, probablemente en Córdoba, ya que su padre ejerció en esa ciudad el cargo de Juez hasta su traslado a Granada tras la conquista del Reino nazarí por parte de los Reyes Católicos.
Gonzalo decidió seguir la carrera de su padre, por lo que estudió derecho en la Universidad de Salamanca, para poder ocupar puestos de responsabilidad en la administración del Imperio que Carlos I de España estaba construyendo para el mejor servicio de Dios, no obstante, como a tantos hombres de letras de ese siglo, que por gloría debería haber durado más de 100 años, nos encontramos a nuestro protagonista en 1522 en la Ciudad de Génova sirviendo como hombre de armas en los territorios italianos hasta 1530.
Tras su aventura italiana Jiménez de Quesada ocupó uno de los puestos de letrado en la Real Chancillería de Granada, lo que a la larga le permitiría cruzar el Océano para entrar en la historia.
La exploración y conquista de un inmenso territorio.
En el siglo XVI la presencia hispana en la zona Nueva Granada (correspondiente actualmente a Colombia y Venezuela) se concretaba en Cartagena y en la costera ciudad de Santa Marta (actual Colombia), pues las incursiones continentales se realizaban desde las islas del Caribe. Pedro Fernández de Lugo, gobernador de Santa Marta, era beneficiario de unas capitulaciones que con el título de adelantado le reconocían el derecho a conquistar las tierras no dominadas.
Con los precedentes de Hernán Cortes y Pizarro, Fernández de Lugo designa a Gonzalo Jiménez de Quesada para el cargo de justicia mayor y teniente general de la expedición encargada de remontar el rio Magdalena. La expedición salió el 5 de abril de 1536 y con un grupo de 670 hombres por tierra y otro grupo por el cauce del Magdalena, Jiménez de Quesada decidió llamar a las puertas de la historia.
El ingenio, la formación y la valentía de Quesada le permitieron triunfar donde otros fueron derrotados por la espesa selva, los peligrosos ríos, los despiadados mosquitos y los agresivos nativos.
Atravesando las cadenas de los Andes y con sus efectivos mermados por el cansancio, el hambre y las enfermedades, Quesada llego en 1537 a las llanuras de la meseta de Cundinamarca. En progresivas incursiones la expedición llegó a Valledupar, y exploró Chiriguaná, Tamalameque y Sompallón, y remontando el Rio Magdalena llegó a San Pablo y a la actual Barrancabermeja, continuó su paso por Guachetá, Lenguazaque, Cucunubá, Suesca, Nemocón, Tausa y Zipaquirá hasta arribar a Chocontá y Turmequé.
En su ruta Quesada recurrió en la mayoría de las ocasiones a su reputada inteligencia y a su capacidad de negociación, dado que la escasez de sus efectivos le vedaba poder recurrir a la fuerza como argumento de dominación. La cruz y la espada avanzaron juntas en unas extensas selvas que fueron poco a poco civilizadas bajo el signo de la cruz.
En estos grandes trabajos y esfuerzos estuvieron ocupados los hombres de Quesada hasta la fundación de la ciudad de Santa Fe de Bogotá el 5 de agosto de 1538, que con el tiempo llegaría a convertirse en la capital del reino de Nueva Granada, y después, tras la traición de los criollos a los indios españoles y a las legítimas autoridades, se convertiría en la capital de la actual Colombia.
En 1539 Quesada discutiría con la expedición de Sebastián de Belalcázar (procedente de tierras peruanas) y con la expedición del alemán (perteneciente al Imperio) Nicolás Federmann (procedente de Venezuela) sobre el verdadero depositario del honor de haber descubierto y pacificado la región, honor que el Consejo de Indias decidió no reconocer a ninguno.
Sin duda alguna Quesada mereció el título de Gobernador que el Consejo de Indias no le quiso otorgar, y merece ser reconocido por la historia como uno de los grandes conquistadores (por delante incluso de Cortés o Pizarro), pues las tierras exploradas fueron a la postre más provechosas para el imperio español, y el dominio territorial fue más amplio.
Los últimos años de la vida de Quesada fueron dedicados al fracasado descubrimiento de el Dorado, pues corrían entre los indígenas historias que contaban que en la Laguna de Guatavita los indígenas ofrecían sacrificios humanos a sus dioses tras la muerte de su líder y su nuevo rey cubierto su cuerpo desnudo con polvo dorado y un gran número de joyas de oro realizaba ofrendas en la sagrada laguna.
De la formación humanista de don Gonzalo.
Aunque la leyenda negra se empeñe en sostener lo contrario, la realidad es que las exploraciones americanas estuvieron dirigidas y capitaneadas por ilustres varones dotados de fe, valor y cualidades intelectuales.
Jiménez de Quesada destacó sin duda alguna en el terreno intelectual con la redacción del conocido como “El Antijovio”, refutación del célebre libro de Paulo Jovio, obispo de Nochera, que cuestionaba la actuación de las tropas españolas en Italia durante el Saco de Roma en tiempos de Carlos I de España y V de Alemania. Quesada consciente de la falsa leyenda negra que se está tejiendo contra el Imperio Español argumenta contra la propaganda antiespañola denunciando las mentiras e incoherencias del obispo de Nochera.
El Antijovio, al igual que el resto de sus obras (Memorial y Ratos de Suesca) demuestran el alto nivel intelectual de Quesada que dominaba el latín, sabía algo de griego, hablaba con fluidez el italiano y quizá también el francés, había leído a Terencio y estaba al corriente de los principales debates culturales de su tiempo.
La redacción del Antijovio no solo es un interesante documento histórico para descubrir la realidad del Saco de Roma, y combatir las mentiras de la leyenda negra, sino que es una demostración de la intensa vida cultural de las tierras americanas, puesto que la refutación del libro del Obispo de Nochera (Paulo Jovio) demuestra que llegaban a tierras americanas los principales libros editados en Europa, y que existía una población americana que demandaba la existencia de un intenso mercado intelectual de obras e ideas.