La verdadera fraternidad existe sólo en Jesucristo
Un Cristo ecuménico no puede ser el verdadero Cristo. Desde hace más de cincuenta años, el ecumenismo moderno y el diálogo interreligioso vienen presentando al mundo un Cristo disminuido, irreconocible y desfigurado.
El Verbo de Dios, el Hijo unigénito del Padre, la Sabiduría increada y eterna se encarnó, se hizo hombre; ante este hecho histórico, nadie puede quedar indiferente: «El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama» (Mt. 12, 30). Por el hecho de la Encarnación, Cristo se convirtió en el Sumo Sacerdote de la nueva y única alianza y en el Doctor que nos anuncia la verdad; se convirtió en el Rey de los corazones y de las sociedades y en «el primogénito entre muchos hermanos» (Romanos 8, 29). Por lo tanto, la verdadera fraternidad existe sólo en Jesucristo, y únicamente en Él: «Pues no se ha dado a los hombres otro nombre bajo el cielo, por el cual debamos salvarnos» (Act. 4, 12).
Es una verdad de fe que Cristo es Rey de todos los hombres, y que quiere reunirlos en su Iglesia, su única Esposa, su único Cuerpo Místico. El reino que Él establece es un reino de verdad y gracia, de santidad, justicia y caridad y, por consiguiente, pacífico. No puede haber verdadera paz fuera de nuestro Señor. Por lo tanto, es imposible encontrar la paz fuera del reino de Cristo y de la religión que Él fundó. Olvidar esta verdad es construir sobre arena, y Cristo mismo nos advierte que tal empresa está destinada a perecer (cf. Mt. 7, 26-27).
El Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado por el Papa Francisco y el gran Imán de Al-Azhar, es sólo una casa construida sobre arena. Es, además, una impiedad que desprecia el primer mandamiento de Dios, y que hace decir a la Sabiduría de Dios, encarnada en Jesucristo que murió por nosotros en la Cruz, que el «pluralismo y la diversidad de las religiones» es «una sabia voluntad divina «.
Tales afirmaciones se oponen al dogma que afirma que la religión católica es la única religión verdadera (cf. Syllabus, proposición 21). Se trata de un dogma, y lo que se le opone se llama herejía. Dios no puede contradecirse a sí mismo.
Siguiendo a San Pablo y a nuestro venerado fundador, Mons. Marcel Lefebvre, bajo la protección de Nuestra Señora, Reina de la Paz, continuaremos transmitiendo la fe católica que hemos recibido (1 Corintios 11, 23), trabajando con todas nuestras fuerzas por la salvación de las almas y de las naciones, mediante la predicación de la verdadera fe y de la verdadera religión.
«Id, enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt. 28, 19-20). «El que creyere y se bautizare, se salvará; el que no creyere, será condenado» (Mc. 16, 16).
24 de febrero de 2019
R. P. Davide Pagliarani, Superior General
Mons. Alfonso de Galarreta, Primer Asistente
R. P. Christian Bouchacourt, Segundo Asistente