Siguiendo el camino trazado por el director general de la Organización Internacional del Trabajo, Guy Ryder, quien aseguró que un mercado laboral sin justicia social amenaza la paz mundial, varios líderes mundiales han hecho distintas propuestas o lanzado ideas sobre cómo puede ser el futuro de este mercado y cómo mejor puede contribuir a atajar la creciente desigualdad.
En su intervención ante la Conferencia Internacional del Trabajo, que reúne en Ginebra a unos 5700 representantes de Gobiernos, trabajadores y empleadores de 187 países, el presidente francés, Emmanuel Macron, habló durante 45 minutos de la necesidad de “un cambio fundamental” del mercado laboral para “abordar la creciente brecha entre los que tienen y los que no”.
Macron explicó en que la acumulación de riquezas en manos de unos pocos ha creado “una ley de la jungla” que ha abierto la puerta al nacionalismo, la xenofobia y la desilusión con la democracia”.
“Esta economía de mercado en la que vivimos es mucho menos social de lo que queríamos al final de la Segunda Guerra Mundial y está llevando a una mayor acumulación de riqueza y al corporativismo”, aseguró. “Es una crisis que parece menos grave porque las víctimas no tienen voz, están separadas, no unidas, y no ha surgido una guerra, pero la crisis está ahí”.
Una crisis profunda
Tras insistir en que el mundo afronta “una crisis profunda” comparable con la incertidumbre que generó la postguerra de las dos contiendas mundiales, el presidente francés advirtió que es en este tipo de situaciones en las que el autoritarismo aparece para ofrecer soluciones fáciles, tales como la construcción de muros y acabar con la cooperación entre países.
En este contexto, defendió la creación de un salario mínimo para la Unión Europea, con el objetivo de defender la solidaridad internacional y luchar contra la desigualdad. “De lo contrario, nos arriesgamos a ver a los trabajadores de más Estados de la Unión Europea salir de sus hogares en grandes cantidades para trabajar en otros lugares donde existe un salario mínimo garantizado, como Francia y Alemania”.
«No hicimos Europa para eso«, dijo Macron, señalando que el acuerdo económico funcionó bien para Francia, pero no para los países de donde provienen los trabajadores.
Antes de la intervención del presidente francés, la canciller alemana, Angela Merkel, aplaudió el espíritu de la Organización Internacional del Trabajo, de la que dijo ha hecho del mundo un lugar mejor desde que fue fundada tras la Primera Guerra Mundial, y de la que destacó se necesita más que nunca.
También afirmó que el papel de una economía era «servir al pueblo y no al revés» y expuso como ejemplo el caso del trabajo infantil. Se calcula que unos 152 millones de niños son explotados a nivel mundial y que 73 millones de ellos lo hacen en trabajos peligrosos.
“Esto es inaceptable y tenemos que abordarlo”, instó a los delegados presentes en la sala a quienes instó a apoyar el plan de la OIT para acabar con este flagelo en 2023. “En este mundo estrechamente integrado e interconectado, tenemos que hacer mucho más para convertir el crecimiento económico en un progreso social, en el que cada uno, también los niños, participe”.
Pobres a pesar de trabajar
La globalización también ha creado inequidades que han conducido a que 232 millones de trabajadores migrantes sean explotados en sectores tales como la construcción y el trabajo doméstico, comentó la canciller alemana. Además, destacó el hecho de que unos 700 millones de personas viven en la pobreza a pesar estar trabajando.
“El trabajo no es una mercancía”, dijo entonces Merkel, que leyó la declaración de la Organización Internacional del Trabajo escrita en 1944: “La pobreza en cualquier parte constituye un peligro para la prosperidad en todas partes. La guerra contra la pobreza requiere que se lleve a cabo con un vigor implacable dentro de cada nación y mediante un esfuerzo internacional continuo y concertado”.
Haciéndose eco de la necesidad de la cooperación entre los distintos Estados, el primer ministro ruso, Dmitry Medvedev, recordó el “triste final” de la Liga de las Naciones antes de la Segundad Guerra Mundial y señaló la “muy frágil” arquitectura internacional que existe en este momento.
Se necesita un entendimiento común sobre los desafíos que plantea el mundo moderno al mercado de trabajo, según dijo Medvedv en referencia a la tecnología de los automóviles sin conductor que pone en riesgo el trabajo de millones de conductores de taxis y camioneros.
Semana laboral de cuatro días
Y recordando la experiencia de Rusia con la revolución hace más de 100 años, el mandatario ruso observó que responder a las necesidades de los trabajadores y las demandas de la sociedad es crucial, ya que ignorarlos «lleva a lamentables ramificaciones».
Entre las medidas que Medvedev cree que se tomarán figuran la semana laboral de cuatro días, de la que dijo es muy probable que sea la base de un nuevo contrato social y laboral.
“Hace cien años, Henry Ford decidió reducir la semana laboral de 48 a 40 horas y recibió un impresionante aumento en la productividad laboral. Hay ejemplos más recientes. Una empresa de Nueva Zelanda ha introducido una semana laboral de cuatro días. El tercer día de descanso fue pagado de la misma manera que los otros dos. Como resultado, el aumento de la productividad en términos de una hora de tiempo de trabajo fue de alrededor del 20%. Además, el nivel de estrés de los empleados ha disminuido considerablemente”, explicó.
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