La mitología griega cuenta que el joven Narciso poseía una gran belleza y que rechazaba todas las ofertas de amor, incluso el de la ninfa Eco. Para castigar este desprecio, la diosa de la venganza, Némesis, condenó a Narciso a enamorarse de sí mismo. Este al verse reflejado en las aguas de un lago, se enamoró de sí mismo, fue incapaz de separarse de su imagen y acabó muriendo de inanición allí mismo.
Se han dicho muchos defectos de Sánchez, pero considero que el más característico, el que marca el leit motiv de su vida, es que es un narciso y el que explica sus repetidos fracasos. Como ocurre tantas veces, un defecto oculta otro del que derivan las consecuencias visibles en su conducta. Si a Narciso, su patológico enamoramiento le valió para carecer de libertad para moverse y buscar comida, al narciso Sánchez le sirvió para no percatarse de su carencia de talento para la actividad política. Y la gente lo nota por sus sucesivos fracasos. Que él trata de ocultar con mentiras. En política, se las llama hacer demagogia. El último fracaso: media España lo vió en la televisión, cuando salió a explicar antes sus seguidores –convertidos en pura clak- su “triunfo”, pero su rostro expresaba su fracaso. No hizo un pacto con un partido de izquierda como Ciudadanos, ni con otro de extrema izquierda como Podemos, porque prefería gobernar él solito con mayoría absoluta. Para ello convocó nuevas elecciones: ha cosechado dos fracasos, ni ha conseguido la mayoría absoluta, ni ha ganado un solo escaño. Y como propina, ha encumbrado a su odiado VOX y algo también al PP. Omito fracasos menos recientes y otros más antiguos.
Sánchez es un político frustrado, por su falta de talento. La mayoría de los españoles sabemos que quizás pueda desempeñar, con cierta dignidad, un puesto de dependiente en la sección de ropa de hombres –o quizás de mujeres- en El Corte Inglés, pero no en la política. No tiene cerebro de estadista. Por eso, en su día los barones del Psoe lo defenestraron. ¿A quién le toca defenestrarlo ahora, antes de que conduzca los españoles a mayores males?
El narcisismo, como patología mental, le lleva a Sánchez a una ceguera sobre su falta de valía en política. Entonces, ¿por qué le vota ‘la ciudadanía’? Porque la ciudadanía ha sido comprada y convertida en ‘clientelismo’ y ha sido engañada con facilonas promesas, y con el uso malicioso de los medios del Estado y de los medios de comunicación adictos. Por eso, solo cabe que actúe la inteligentzia, la aristocracia del Psoe, y la del país, para deponerlo. A ver si nos enteramos de una vez: el problema, es Sánchez.
Antonio Rodríguez Burgos