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¿Y con Gibraltar, qué pasa?

El doctor Sánchez, desde su llegada a la ¿alta? política española viene dando sobrada muestra de tener como eje de su credo político ¡No el bien de España! Ni siquiera el de su partido, el viejo PSOE

Están estos días los tertulianos radiofónicos, columnistas de prensa y comentaristas de lo político en general, desatados ante la mina de discusiones, polémicas y parloteos vacuos que se les ofrece por delante. Apunto lo de vacuo porque a nada que uno se detenga a pensarlo concluye que ni el doctor Sánchez ni el plumilla Johnson tienen pinta de dedicarle ni un pestañeo a lo que estos profesionales del humo puedan opinar o divagar sobre la futura formación de gobierno en España o los efectos que el –por fin- Brexit pueda suponer para el Reino Unido o la Unión Europea.

El doctor Sánchez, desde su llegada a la ¿alta? política española viene dando sobrada muestra de tener como eje de su credo político ¡No el bien de España! Ni siquiera el de su partido, el viejo PSOE; ese que fundara Pablo Iglesias y heredará, para malvenderlo, Largo Caballero; el eje director de la andadura de este narcisista sin complejos ha sido siempre el llegar a lo más alto; a costa de lo que sea; y en ello está. De modo que es una pérdida de tiempo tratar de analizar, desde los parámetros clásicos, el a dónde, cómo y cuándo de sus designios o los de su alter ego, el toscano Iván Redondo, dicho lo de toscano por su innegable machiavelofilia. Solo las circunstancias impedirán que alcance sus objetivos, aunque sean un desastre para la nación española, y esas circunstancias se prestarán al análisis de los politólogos una vez pasada la crisis, como por otra parte sucede con los economistas. La vita é cosi, que dirían en Florencia.



Por su parte, el bufonesco Boris Johnson, mediocre periodista y mediocre alcalde de Londres, lleva años medrando en la política británica gracias a sus salidas de tono y también, no hay  que olvidarlo, a que sus antecesores –mediocres también ellos- se lo han puesto muy fácil. Su haber más destacado ha sido apoyarse en Dominic Cunmings, el sosias o alter ego de Redondo. Chiflado para unos, genio para otros pero que, en cualquier caso, ha conducido la campaña del Brexit y la de las elecciones generales de forma magistral, ganando las dos y la última con aplastante mayoría para el señor Johnson. Irlanda del Norte y Escocia serán los problemas internos a resolver por esta curiosa pareja pero, en principio, no deben preocuparnos a nosotros, españoles.

La conjunción desastrosa, en mi opinión, de estos dos arquetípicos políticos –sí, desgraciadamente ambos responden a un modelo que parece ser mayoritario hoy en día, y si no gusta quédense con Donald Trump- puede tener una incidencia directa en algo que nos viene afectando desde hace ya bastante tiempo, demasiado, 315 años exactamente. Gibraltar se llama el asunto de marras, y no se habla de ello.



Con la salida oficial del Reino Unido de la Unión Europea comenzarán las negociaciones de detalle para lo que deben ser las futuras relaciones entre uno y otra y ahí también entrará la cuestión gibraltareña. Y nada se oye, ni se lee, en relación con este tema y a mí me parece que no es menos importante que la atención médica de los jubilados británicos en España o la situación contractual de los españoles trabajando o viviendo en la Gran Bretaña, que también lo son. Gibraltar es siempre importante y, por supuesto, también lo es el Campo de Gibraltar, la zona económica que vive y es interdependiente con el Peñón. Una zona sobre la cual debería haber ya unos planes de contingencia económica que impidan, palíen o hagan insignificante el desastre que se avecina cuando el territorio llanito deje de ser territorio europeo, con todo lo que ello significa.

Puede leer:  La progresía.

No se habla nada de Gibraltar y el desastre puede ser tan terrible y repentino como cuando el ministro Castiella cerró la verja. No existe un grupo de trabajo o similar que debería tener planes ya en desarrollo y los únicos que parecen pensar en futuro son los clanes del contrabando de hachís y emigrantes. Y el Brexit ya está ahí, y nosotros sin gobierno.

 

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