Tras el amago de cerrar las Cortes, el pasado Pleno del Congreso nos sirvió para comprobar una vez más que Pedro Sánchez sigue ocupado en mostrar la imagen y el relato que más le convienen, por eso la verdad es una víctima más. Pensemos una cosa, la gravedad de esta enfermedad, la posibilidad de su contagio o la cantidad de enfermos y la cifra escalofriante de fallecidos, que aún no ha acabado, fueron frívolamente descartados y minimizados por unos inquilinos de la Moncloa que basaron su respuesta en su sólo interés. Quisieron adaptar los hechos a su calendario y se equivocaron terrible y dramáticamente. Hay un hecho objetivo que está por encima de cualquier discusión: el Gobierno no tomó a tiempo las medidas adecuadas. En eso estamos todos de acuerdo.
Si por el que manda, el responsable, se ordena abrir y los acontecimientos demuestran que se debió cerrar, la orden fue equivocada. Otra cosa serán las excusas que se ponen por parte de Sánchez o los exabruptos apestosos de Lastra, la portavoz socialista en tiempos de pandemia.
Se intentan justificar con que “… nadie lo vio venir”, que se hizo lo que aconsejaban los expertos o la OMS, que hubo un crecimiento exponencial precisamente el lunes 9 de marzo, o el 8… Bueno, paños calientes hay muchos, opiniones también hay muchas, pero lo que no es admisible es mentir y menos sistemáticamente. Porque no, no es cierto que el manido informe de la Universidad de Oxford le dé buena nota al Gobierno español –como Pedro Sánchez afirmó en el Pleno del Jueves 9 de abril- en la toma de decisiones ante esta crisis, es mentira.
No es cierto que la actuación gubernamental fuera más rápida en España que en el resto de países, es mentira. Tampoco es verdad lo que afirmó la ministra Laya de que Turquía incautó material sanitario comprado por España procedente de China, porque ni se quedó con ello, ni había avión chino, ni el producto era sino turco. Y se puede seguir y no parar. No es una cuestión de lealtad, la lealtad no es una mordaza, ni aceptar sin rechistar hechos erróneos como si fueran acertados. Luchamos contra la extensión de una grave enfermedad y hemos de hacer lo necesario, todos, para salvar vidas con extrema urgencia, pero nadie debe callar si ello puede abundar en la contumacia del error, que puede ser fatal.
Sánchez, el presidente de los discursos interminables y mediocres –de telenovela- que atentan contra nuestra inteligencia, ha anunciado la creación de una comisión para elaborar las medidas progresivas de vuelta a la normalidad, con Iván Redondo a la cabeza, el experto en marketing y estrategia política. ¿Por qué este señor, qué se busca cuidar con ello, más conveniencia? Los hechos hablan por sí mismos. El Gobierno debe afrontar esta crisis sin otro propósito que el de proteger las vidas y las familias, también su economía y empleo. Ninguna otra cosa debe interesarnos, ni nos interesa. Para tener grandeza hay que ser grande y el sacrificio debe empezar por el que quiere mandar. Nadie puede exigir a los demás lo que no es capaz de dar.
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