Por DIEGO FUSARO
Y finalmente, tras un largo silencio, hasta el Vaticano parece haber despertado de repente. Y ha comenzado a expresar, más vale tarde que nunca, su firme oposición al liberticida decreto Zan [el nombre del político Alessandro Zan, ha bautizado un proyecto de ley homosexualista], llegando a afirmar que viola el Concordato. Lo que sí es sorprendente es la falta de oportunidad de la Iglesia de Roma, que hasta ahora ha preferido guardar silencio. O, más bien, «obedecer», según un verbo nada inocente utilizado varias veces de forma impropia -si se tiene en cuenta el papel- por el Papa Francisco. Inmediatamente se produjo, como era de esperar, el levantamiento de escudos por parte de la izquierda del arco iris, es decir, de los abanderados del neoliberalismo progresista que rompe, tal y como exige el capital, toda barrera ética, política, moral y, por supuesto, religiosa capaz de frenar la extensión omnidireccional de la forma mercancía y el fanatismo económico asociado.
Especialmente aprobada por la mayoría, al parecer, fue la voz del músico globalista Fedez, coronado desde hace tiempo como el nuevo campeón de la izquierda ZTL [nueva denominación de la izquierda “caviar”, por medio de las siglas que se refieren a Zonas Libres de Tráfico] que ha abandonado la gloriosa hoz y el martillo por el arco iris de la individualización consumista de masas. Los izquierdistas fucsias, como sabemos, ahora sólo están atentos al tercer sexo y son enemigos jurados del cuarto estado. Fedez dijo su opinión, no muy original por cierto, sobre el «Vaticano que no paga impuestos«: hubiera sido interesante oírle decir cosas similares sobre las multinacionales del comercio electrónico, pero desgraciadamente en ese frente, salvo error, su voz no se escuchó.
Permítanme la premisa de que considero los Pactos de Letrán la primera cesión perversa de soberanía por parte de nuestro Estado (y digo cesión a sabiendas y no limitación). Tanto Giovanni Gentile como Antonio Gramsci lo dijeron mucho mejor que yo. Dicho esto, es una obra maestra de la psicología orwelliana del doble pensar ver que los mismos que aceptan continuamente la intromisión de la Unión Europea en la vida nacional se quejan ahora de la intromisión del Vaticano en el tema de la ley Zan.
Dicho esto, no sería necesario, de hecho, molestar a la fe y a la auctoritas religiosa para deconstruir con el dócil poder de la razón, como hemos intentado hacer varias veces, el absurdo constructo liberal en el que se basa la ley Zan: oculta tras el barniz de la lucha contra la discriminación -sólo lucha y ya plenamente prevista por la Constitución- se encuentra la voluntad de imponer por decreto el nuevo orden erótico del pansexualismo genderista, y hacer una criminalización de los disidentes.
El nuevo orden mundial produce a su imagen y semejanza un nuevo orden erótico. En resumen, el proyecto de ley Zan no es una cuestión de defensa sacrosanta de los derechos contra la discriminación, sino de la imposición violenta de una forma de pensar sobre la que no hay posibilidad de disentir, y que se castiga con sanciones draconianas. Ahora bien, el hecho de que incluso la Iglesia de Bergoglio haya despertado de su letárgico silencio no puede sino ser agradable. Sólo nos preguntamos por qué la postura ha llegado tan tarde y, sobre todo, si la Iglesia de Roma será capaz de mantener la posición o, como en 2013, volverá a elegir el camino de su propio suicidio, de su propia disolución en el relativismo nihilista de la civilización del consumo. Aquí estará su nobilitate.
Diego Fusaro (Turín 1983) enseña historia de la filosofía en el IASSP de Milán (Istituto Alti Studi Strategici e Politici) y es el fundador de la asociación Interesse Nazionale (www.interessenazionale.net). Entre sus libros más exitosos, «¡Bentornato Marx!» (Bompiani 2009), «Il futuro è nostro» (Bompiani 2009), «Pensare altrimenti» (Einaudi 2017).
Este artículo se publicó originalmente en italiano en https://www.affaritaliani.it/blog/lampi-del-pensiero/il-vaticano-s-e-svegliato-il-ddl-zan-impone-con-violenza-un-modo-di-pensare-746533.html?refresh_ce Traducido para Tradición Viva por Carlos X. Blanco.
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