Constantino A.

Para concluir con esta serie de artículos dedicados a exponer los fundamentos del globalismo y del mundialismo, se van a tratar los aspectos clave a partir del concepto que se explicó en al artículo anterior acerca de los dos modelos de globalismo.

George Soros, padre del mundialismo popperiano, el que hace unos días animó a los EEUU a responder militarmente a Rusia con lo que eso significaría de inicio de la III Guerra Mundial; contó hace años como fue precisamente él y su equipo el que atrajo a Deng Xiaoping al sistema global occidental, y que ahora teme y mucho el liderazgo de Xi Jinping, al cual considera muy nacionalista y expansionista; como de hecho lo es.

El mismo Soros, protagonista de las “Revoluciones de 1989” o “las revoluciones de Otoño” y de “las Revoluciones de Colores”, aquella que fueron conformando el Nuevo Orden en los países de la antigua órbita soviética y por supuesto la mal llamada “Primavera árabe” que reconfiguró el escenario geopolítico en el Magreb, no son sino acciones globalistas encaminadas a transformar el mundo en una determinada dirección.

Queda claro, no obstante, la pugna entre ese modelo occidental y anglosajón y el chino, junto a sus aliados como Rusia, ya que China basa su modelo global en dos pilares: ser una potencia militar regional, sobre todo en el Indo-Pacífico; y expandir su influencia mundial a través de la nueva ruta de la seda.

Pero ¿qué modelo de mundo nos plantea ese globalismo occidental? Pues a través de la conformación de un gobierno mundial, del que la ONU es un embrión desarrollado, bajo los designios de los grandes poderes que explicamos en la pirámide de poder del primer artículo, que a la postre son las grades fortunas del planeta; y apoyado en esa estructura ideológica de la Agenda 2030 y las que le sigan, así como el Foro de Davos, Capitalismo Inclusivo y demás construcciones globalistas.

Al final de todo el recorrido se pretende un mundo con una población educada en unos nuevos valores que sirvan para apuntalar todo ese sistema, con una absoluta pérdida de identidad étnica, cultural y religiosa; sustituida por una nueva artificialmente elaborada que para conseguirla no duda en aplicar medidas coercitivas, punitivas y discriminatorias contra aquellos que se resistan a aceptar lo establecido.

Y en este “mundo feliz” de seres humanos teledirigidos no molestan para nada las fórmulas de control poblacional chinas, como el reconocimiento facial mediante cámaras en cualquier espacio, el sistema de puntos llamado crédito social, la manipulación, control informativo y educativo, las condiciones laborales de semi esclavitud, etc.

El modelo chino pretende lo mismo, pero desde su propio control, y no está de más recordar, por si alguno todavía lo desconoce, que China es al partido comunista, como el partido comunista es a China. Una nación y un gobierno que se sienten elegidos por sus “dioses” desde los albores de China cuando les trajeron a los emperadores dioses vivientes para gobernarles desde la hermética “Ciudad prohibida”; posteriormente la revolución comunista trajo a otro “dios” Mao Tse-Tung, que ya demostró lo mejor que sabía hacer, matar de hambre y de represión a una parte considerable de su población.

Como se ve, estas fórmulas globalistas que se ofrecen, con el objetivo de crear una pirámide de poder sometida a un gobierno mundial, se venden como progreso y evolución humana; mientras que la consciencia cultural nacional, el sentimiento religioso, la libertad, se muestran como reminiscencias del pasado en poblaciones poco evolucionadas.

El Nuevo Hombre propuesto, se debe considerar ciudadano del mundo y de la galaxia, y guiarse por un código de conducta y de valores que un grupo de “elegidos e iluminados” han decidido en las sombras para él. El sincretismo entre religiones es de igual modo impuesto, pues todas se encuentran en el mismo plano y al fin y a la postre deben servir para ayudar a imponer entre sus fieles el nuevo sistema establecido. Ese Nuevo Hombre también carecerá de identidad sexual, pues se le educa en poder elegir su sexo al margen de la naturaleza, y disfrutará de una libertad nunca imaginada, pues vivirá en un mundo que le proporcionará gratis lo más básico para vivir, y claro, para conseguir esto habrá que reducir la población mundial a través del aborto y políticas de planificación ayudadas por enfermedades mortales o incapacitantes.

Ese Nuevo Hombre, será tan libre y tan feliz, que manipulado por una información sesgada y educada su mente de forma unidireccional, no será nunca consciente de su verdadera situación. 

Como se puede apreciar, queridos lectores, un nuevo mundo creado en un laboratorio por parte de unos pocos que embriagados de su riqueza y poder se han llegado a convencer que son los nuevos dioses de la humanidad y al margen del verdadero Dios.

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