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Opinión

La desunión del carlismo

El Carlismo perdió la Primera Guerra Carlista -que pudo haber ganado por tener la razón de su parte, contar con un fuerte respaldo popular y un respetable ejército–, por sus divisiones internas.

Perdió la segunda Guerra Carlista, la llamada Campaña Montemolinista, por sus divisiones internas, que sembraron de desconfianzas, recelos y rencillas el campo carlista.

La Tercera Guerra es menos claro que tuviera el mismo final por la misma causa. Pero, sin embargo, no hay duda de que fueron las divisiones las que impidieron al Carlismo articular políticamente durante la Restauración toda la fuerza y apoyo social de que disfrutaba.

También fueron sus divisiones las que contribuyeron a malograr la victoria conseguida en los campos de batalla en la Cruzada de 1936. No puede desconocerse  la marginación, o incluso persecución,  a la que el Carlismo fue sometido tras el triunfo del Alzamiento Nacional.  Es cierto que, concluida la Guerra Civil.  el Carlismo no pudo sobreponerse a la influencia de otras ideas, presentes en el bando nacional, que distaban de las que llevaron a los requetés a dar su vida en los frentes. Es cierto que el Carlismo sufrió cierres de periódicos, clausura de sedes, destierro de algunos de sus más destacados dirigentes…

Pero si hubiera que señalar una única causa que malogró el fruto de la victoria, no sería todo eso: fueron sus propias divisiones internas. El Carlismo de posguerra se convirtió en un guirigay de grupúsculos y capillitas: javieristas, juanistas, carloctavistas, franquistas y luego juancarlistas, partidarios de la Regencia…

Desde esta perspectiva, quizás Franco no se equivocó tanto dando un puñetazo en la mesa con el Decreto de Unificación, por lo menos para ganar la guerra. En otras consideraciones no entro, ¡Dios me libre!

El Todos juntos en unión de la estrofa del Oriamendi, se trasformó en los años cuarenta, cincuenta, y hasta sesenta, en un aquí no hay quien viva, que esterilizó toda posibilidad de influencia y peso determinantes en la vida nacional.

Hoy, casi cien años después, el Carlismo sigue o vuelve por sus fueros.  Ya no son tendencias o grandes ramas de fidelidad dinástica, ahora son grupitos, microcapillas, barras de amigos, que encuentran poderosas razones para afirmar su propia identidad, bien sea aduciendo sesudos motivos doctrinales, legitimidades de salón, fobias y filias personales o procedencias geográficas.

El resultado es un espectáculo de desunión y un griterío que solo genera confusión y desconcierto en cualquiera que observa su devenir desde fuera.

¿Cómo puede pretender representar a la nación quien no es capaz de encontrar nexos con su vecino más próximo? ¿Cómo osar hacer propuestas para la vida nacional, que integre a los españoles en un ilusionante modelo de convivencia, los que no son capaces de encontrar armonía con los afines que beben de sus mismas fuentes?

No seré yo quien diga que los que así actúan no son carlistas. Con ello estaría contribuyendo a esa misma división que considero indispensable superar. Si, son todos o casi todos carlistas, y por eso arrastran ese gen maldito del individualismo ibérico y la falta de unidad que hizo tantas veces estéril nuestra historia. Son carlistas porque aman -cada uno a su manera- lo que todos amamos.

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Pero carlistas todos, no conseguiremos nunca nada si cada uno nos consideramos tribunales de pureza y pedigree, detentadores de la verdad absoluta y únicos representantes de un Carlismo que, si es verdad que encarna la Tradición española, tiene que tener mucha más apertura de mente, generosidad y grandeza de miras de lo que hoy vemos a nuestro alrededor.

He leído el comunicado de la Junta de la CTC al respecto. Con pena y con esperanza. Porque aún no lo logramos, pero porque no hay otro camino.

Sumar y no restar. Atraer y no rechazar. Unir y no dividir. Aceptar la diferencia constructiva. Ayudar y no poner palos…

El día que el Carlismo entienda que “Omne regnum divisum contra se, desolabitur” , habrá hecho mucho más por su triunfo que denunciando la maldad de sus enemigos.

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1 Comment

  1. Juana de Beira

    02/02/2022 at 16:16

    No hay Carlismo sin Dinastía. Que Dinastía propone CTC?. Si no sabe o no dice que Dinastía tiene la Legitimidad de Origen, sin la de Origen no se puede tener la Legitimidad de Ejercicio; entonces CTC podrá ser Tradicionalista, pero en realidad no es Carlista. El Tronovacantismo es una maniobra, intencionada o no, que solamente sirve para apuntalar o justificar la usurpación.

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