“LAS COSAS HAY QUE DECIRLAS CLARAMENTE: LA CALIDAD DE UNA CIVILIZACIÓN SE MIDE POR EL RESPETO QUE LE PROFESA AL MÁS DÉBIL DE SUS MIEMBROS. NO HAY OTRO CRITERIO PARA JUZGARLA.”
JÉRÔME LEJEUNE.
Sorprende que una persona como Arcadi Espada, Premio Ciudad de Barcelona (1997), Premio Francisco Cerecedo (2000) y Premio Espasa de Ensayo (2002), se haya manifestado de la forma en que lo ha hecho en el programa de Risto Mejide en TV4, a no ser que lo haya hecho para llamar la atención o porque las neuronas se le han hecho agua. ¡Vaya usted a saber! Lo que es muy cierto es que no hace honor a su último libro, ese que titula “Un buen tío”, por la falta de empatía y humanidad que demuestran.
Naturalmente que esas declaraciones han originado mucho revuelo en la opinión pública y levantado ampollas de indignación por esa incapacidad que demostró para ponerse en la piel del otro. Esta actitud siempre da lugar a problemas y conflictos con los demás, malentendidos, problemas de comunicación y actitudes negativas (incluyendo el desprecio o el odio) hacia grupos de personas que son diferentes o que no pertenecen a su grupo (por ejemplo, personas con creencias, tradiciones, culturas, ideología o estilos de vida diferentes al tuyo). Naturalmente que cuando la falta de consideración va dirigida a personas con minusvalía, la falta de humanidad es tanto mayor cuanto menor es la talla del individuo que así se comporta.
La polémica estaba servida desde el año 2013 aunque ahora ha vuelto a la luz pública. En aquel entonces, Espada publicó una columna de opinión en el diario El Mundo titulada “Un crimen contra la humanidad”, donde, a propósito del aborto, el columnista llegó a insinuar que no se debería dejar nacer a niños con alguna enfermedad o discapacidad. Nada nuevo en este mundo sin moral ni ideales, porque ya lo había realizado con profusión la Alemania nazi con sus experimentos eugenésicos. Recordaremos que el Papa Benedicto XVI perdió a un primo síndrome de Down al cual, junto a otros compañeros de similares patologías, hicieron “desaparecer” en una clínica donde se encontraba ingresado para lo que la familia suponía un tratamiento curativo.
“Si alguien deja nacer a alguien enfermo, pudiéndolo haber evitado, ese alguien deberá someterse a la posibilidad, no solo de que el enfermo lo denuncie por su crimen, sino de que sea la propia sociedad, que habrá de sufragar el coste de los tratamientos, la que lo haga”, escribió Espada y por ello, ha pedido «más humanidad» y «respeto de los derechos.»
Se ve que para este individuo lo de humanidad y sus derechos son principios deletéreos y fluctuantes en función de quien sea el receptor y cuando éste no cumple con las expectativas de pureza de la raza que le es propia, este ser, cual nuevo hitlerito, decide que no tienen derecho a la vida. Pero aún peor, si cabe, porque Hitler lo hacía en función de la descabellada idea de la pureza de la raza aria, éste lo hace por razones crematísticas, porque la sociedad tiene que pagar su tratamiento. Es repugnante que un señor que no se conoce haya protestado nunca porque un presidente de gobierno con estar cinco minutos en el cargo tenga derecho a una pensión vitalicia de 80.000€ más otras considerables gabelas, o no se haya cuestionado el monto que los cargos autonómicos, diputados, senadores con sus sueldos y añadidos supone para el contribuyente, se rasgue las vestiduras por lo que cuesta la atención a estas personas.
Y siguiendo con este relativismo moral que parece practicar, es de suponer que le pareciera bien las muertes por dejación (eufemismo para no decir asesinato) de los bebés Charlie Gard y Alfie Evans cuyos pobrecitos cuerpos nacieron con problemas. La argumentación de los hospitales ingleses venía a ser la misma de Espada: el gasto que suponía su atención era excesivo y no valía la pena luchar por ellos. El juramento hipocrático debió perderse por el camino como la moral y el sentimiento humanitario.
Su empecinamiento en este tema le llevó a decir: “Yo no les obligaré a abortar ni pediré a nadie que lo haga” dijo Espada, para a continuación añadir no obstante que “si el servicio público de salud detecta a una persona con una anomalía grave que va a impedir que lleve una vida normal (…)”, esa persona (el médico) debía “cuidarse” de él, (un eufemismo para no decir asesinar), puesto que esa persona supondrá “un coste para la sociedad que podía haberse evitado”.
En este último párrafo aparece otro punto a tener en cuenta. Es el médico quien decide si esa persona vive o no. ¿Y los padres y familiares, no tienen nada que decir, no tienen libertad para quedarse con su hijo a pesar de su minusvalía?
Pero claro, según su relativismo, tampoco resulta tan extraño. Si son partidarios del aborto; del aborto de miles de bebés sanos, con cuyos restos se ha traficado por medio de empresas como Planned Parenthood, ¿cómo no van a ser partidarios de suprimir a niños “defectuosos”?
Por supuesto que siguiendo la línea del nazismo, aparece la “necesidad” de facilitar la muerte a aquellas personas “defectuosas” que por edad o enfermedades ya no resulten rentables y supongan “un coste para la sociedad que podía haberse evitado”, según la argumentación de Espada. Un coste mucho mayor que en los casos anteriores, porque estas personas además tienen derecho a percibir una pensión y originan gastos de médicos, medicinas y otras prestaciones sociales.
El supremacismo de Heribert Barrera lleva impregnando a parte de la sociedad catalana y quizá Arcadi Espada se haya dejado influir, o quizá es por las teorías relativistas del NOM que impregnan a casi toda Europa, pero con ellas ha soliviantado a mucha parte de la sociedad española y aun del extranjero.
Al respecto, la Fundación[1] Jérôme Lejeune[2] en España ha publicado una reflexión ética sobre el valor de cada persona:
- La existencia de una patología o enfermedad en el ser humano no le niega su realidad personal. Es decir, las personas lo son por el mero hecho de serlo, no porque vivan en determinadas condiciones de idoneidad ni mucho menos porque otras personas les reconozcan su ser personal. Y, precisamente por esta realidad personal, cada ser humano es sujeto de derechos fundamentales que no pueden ser vulnerados por otros. Todo ser humano tiene derecho a vivir, independientemente de las condiciones en que se produzca esta vida. Por tanto, negar a una persona el derecho a la vida es siempre una vulneración de derechos. Los padres que reconocen en sus hijos su derecho a vivir no hacen sino reconocerles su ser persona. Obligar a un padre a violentar los derechos de su hijo, como obligándole a quitarle la vida mediante el aborto provocado, sí que sería una grave inmoralidad, además de contrario a toda justicia y ordenamiento jurídico.
- El síndrome de Down no es una enfermedad, es una condición genética que se expresa a través de unas condiciones concretas, entre las que destaca la discapacidad intelectual. Pero afirmar que las personas con síndrome de Down son enfermas es un error a todas luces.
- La sociedad española ha aprendido el valor de la justicia y de la dignidad de cada persona, reconociendo los derechos fundamentales de todos mediante la Constitución de 1978 y la ratificación de numerosos tratados internacionales, entre ellos la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Esto nos ha permitido reconocer la grandeza de cada uno, más allá de las condiciones en que se desarrolle su vida y su devenir. Por ello, no nos sorprendemos ante el hecho de que muchos padres acojan en sus familias hijos con discapacidad o enfermedad de cualquier tipo. Es más, sabemos, por propia experiencia, que la presencia de estas personas en las familias es, en la gran mayoría de las ocasiones, oportunidad de crecimiento y superación para todos sus miembros. La belleza de la vida se manifiesta siempre que se le deja manifestarse y, de forma especialmente intensa, en la realidad de la discapacidad y la asunción del reto que representa.
- Es obligación del servicio público de salud en España respetar el derecho de toda persona a la asistencia sanitaria. El diagnóstico médico está llamado a ser la herramienta que permita el ejercicio de este derecho, y no la privación del mismo. Los españoles nos sentimos orgullosos de haber construido entre todos un servicio público de salud que respeta las normas de la justicia, la equidad y la proporcionalidad. Lamentamos que haya ciudadanos que no compartan la función de este servicio público.
Por eso, independientemente de lo estúpidas que puedan parecernos las declaraciones de individuos como Arcadi Espada, nos preocupa el aumento de esa falta de empatía, consideración y en definitiva, de esa preocupación por nuestros semejantes, porque quizá, como ha concluido algún filósofo, la explicación del estado actual de las diversas regiones del planeta por la indiferencia con respecto al OTRO, es el reflejo de la pobreza de nuestro Espíritu.Espada demuestra con su perversa actitud lo cierto que es la aseveración de psicólogos y filósofos al afirmar que la falta de humanidad genera un tremendo aumento de falta de humanidad.
Con razón el profesor Lejeune afirma que la calidad de una civilización se mide por el respeto que le profesa al más débil de sus miembros. Ante comportamientos como los de Espada está claro que la nuestra, nuestra civilización, está bajo mínimos.
[1] Fue creada en 1995 en París por los colaboradores, amigos y familiares del profesor Lejeune, con la intención de continuar con la investigación médica sobre las enfermedades de la inteligencia y enfermedades genéticas. Además preserva el cuidado, dignidad y respeto de las personas afectadas por la trisomía 21 o por otras anomalías genéticas desde su concepción
[2] El Dr. Jérôme Lejeune, considerado el padre de la genética moderna, identificó en 1958 la trisomía del par cromosómico 21 que define el Síndrome de Down, lo que abrió la vía a la citogenética. Sus trabajos le llevaron a reflexionar sobre las grandes cuestiones de la vida humana y sobre el papel que la medicina y la investigación deben tomar en defensa de los más débiles. Fue impulsor y promotor de la Academia Pontifica para la Vida junto a San Juan Pablo II, su causa de beatificación está actualmente en desarrollo en el Vaticano.