Por Ron Paul
Publicado en The Ron Paul Institute (en inglés)
En mi primera semana en la Cámara de Representantes (1976), emití uno de los dos votos contra una legislación que apropiaba fondos para un programa de vacunación contra la gripe porcina. Un brote de gripe porcina estaba dominando los titulares, así que la mayoría en DC estaban frenéticos por «hacer algo» ante el virus.
Desafortunadamente, la vacuna contra la gripe porcina, precipitadamente desarrollada y puesta aceleradamente en producción, no solo fue inefectiva, sino también peligrosa. Aproximadamente, 50 personas que recibieron la vacuna contrajeron, con posterioridad, el síndrome de Guillain-Barré, un tipo de parálisis potencialmente fatídica. De acuerdo con un experto de los Centros de Control de Enfermedades, la incidencia de Guillain-Barré fue cuatro veces superior entre aquellos que recibieron la vacuna que en la población general.
Esta triste historia puede repetirse pronto por sí misma. Ahora mismo, los gobiernos y las industrias privadas están trabajando en el desarrollo y distribución, lo más rápido posible, de una vacuna contra el coronavirus. El fundador de Microsoft, Bill Gates, quien es un gran fundador de estos esfuerzos, ha sugerido que todo el que reciba una vacuna recibirá un «certificado digital» que pruebe que ha sido vacunado. El doctor Anthony Faudi, cuyo récord de predicciones equivocadas le convierte en el Bill Kriston de la epidemiología, también quiere que los individuos lleven alguna prueba de que han sido vacunados.
Otra propuesta autoritaria lanzada para lidiar con el coronavirus es obligar a todo el mundo a descargar una app para teléfonos que permita monitorizar sus movimientos. Esto permitiría a los gobernantes identificar a aquellos que hayan estado cerca de otra persona con coronavirus. Tal «rastreo de contacto» obligatorio es un asalto a nuestra privacidad y libertad.
Las vacunas pueden mejorar la salud. Por ejemplo, las vacunas ayudan a reducir la incidencia de enfermedades como la polio. Pero no todas las vacunas son seguras y efectivas para todos. Es más, ciertas prácticas modernas como suministrar vacunas múltiples a los niños a la vez puede causar problemas de salud. El hecho de que las vacunas pueden beneficiar a algunas personas, o incluso a la mayoría de la gente, no justifica que el gobierno obligue a la gente a vacunarse. Tampoco justifica la vacunación de los niños contra los deseos de sus padres. Y, ciertamente, tampoco justifica el mantenimiento de los individuos y familias en cuarentena involuntaria, porque no tienen «certificados digitales» que prueben que tienen sus disparos.
Si el gobierno puede forzar a los individuos a recibir tratamiento médico contra su voluntad, entonces no hay razón por la que el gobierno no pueda forzar a los individuos a comprar aseguramiento médico, prohibirles la posesión de armas, dictarles sus condiciones de empleo, e impedirles adoptar acciones posiblemente peligrosas como fumar marihuana o beber leche cruda. De manera similar, si el gobierno puede sobrepasar los deseos de los padres respecto al tratamiento médico para sus hijos, tampoco hay razón por la que el gobierno no pueda usurpar la autoridad parental en otras áreas como la educación.
Los proponentes de vacunas obligatorias y la vigilancia mejorada están tratando de chantajear al pueblo americano al argumentar que el confinamiento no puede finalizar a menos que creemos un Estado de vigilancia sanitaria y hagamos obligatoria la vacunación. El creciente número de americanos que están cansados de no poder ir a trabajar, a la escuela o a la iglesia, ni siquiera llevar a sus hijos al parque debido a sus mandatos gubernamentales, deben rechazar este «acuerdo». En cambio, deben demandar un fin inmediato de los bloqueos y la restauración de la responsabilidad individual para decidir cómo proteger su salud de la mejor manera posible.
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